Las enfermedades oncológicas constituyen, tras las cardiovasculares, la segunda causa de deceso entre la población de nuestro país.
Las enfermedades oncológicas constituyen, tras las cardiovasculares, la segunda causa de deceso entre la población de nuestro país. Una elevada mortalidad que se explica no tanto por la aparición de un tumor, sino por la capacidad que tienen las células cancerígenas de migrar e invadir otros órganos –las consabidas ‘metástasis’–. De hecho, las metástasis son responsables de cerca de un 90% de todas las muertes por cáncer. Tal es así que con objeto de prevenir estas migraciones tumorales, la inmensa mayoría de los pacientes oncológicos reciben un tratamiento agresivo ya desde el diagnóstico de la enfermedad. Lo cual puede resultar innecesario dado que hay tumores que, mucho más ‘benignos’, progresan de forma mucho más lenta y no se lanzan a la conquista del organismo. Pero, ¿cómo saber si un cáncer evolucionará de forma maligna o benigna? O lo que es lo mismo, los tumores malignos, ¿’nacen’ o ‘se hacen’? Pues según un estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Duke en Durham (EE.UU.), es posible conocer de forma precoz si un tumor acabará o no formando metástasis. Cuando menos, en el caso del cáncer colorrectal.
Como explica Marc D. Ryser, director de esta investigación publicada en la revista «Proceedings of the National Academy of Sciences», «en nuestro trabajo hemos hallado evidencias de que los tumores benignos y malignos se inician de forma diferente y de que el movimiento celular –que es una característica muy importante de la malignidad– se manifiesta ya en las primeras fases del crecimiento tumoral».
Con objeto de prevenir su progresión a una fase avanzada –o ‘metastásica’– de la enfermedad, la detección de toda masa tumoral conlleva invariablemente que el paciente reciba un tratamiento agresivo. También en aquellos casos en los que se prevé que los tumores, aún muy pequeños, evolucionarán de forma poco dañina. Todo ello a pesar de los notables perjuicios para la salud, muy especialmente en forma de efectos secundarios, asociados a las terapias agresivas.
En este contexto, estudios recientes han demostrado que muchas de las características que presentan algunos cánceres humanos en sus fases avanzadas ya se encontraban ‘impresas’ en el genoma de las células tumorales ‘fundadoras’. Un descubrimiento que, según los autores del nuevo trabajo, ofrece la posibilidad de descubrir si un tumor acabará o no progresando a una fase metastásica ya desde los inicios de la enfermedad. Así, la premisa sería que los tumores malignos no ‘se hacen’, sino que ya ‘nacen’ con su malignidad. Pero, ¿es realmente así?
El crecimiento temprano del tumor final depende en gran medida de los controladores presentes en la célula o células fundadoras
Para responder a esta pregunta, los autores utilizaron técnicas de secuenciación genética y modelos informáticos para analizar las características de 19 tumores colorrectales, 15 de los cuales ya habían formado metástasis. Y lo que descubrieron es que en la mayoría de estos tumores –en nueve de los 15– había señales moleculares de un movimiento celular ‘anómalo’ muy precoz. Un aspecto importante dado que este movimiento celular es totalmente necesario para que los tumores puedan diseminarse por el organismo. Y llegados a este punto, ¿qué pasó con los cuatro tumores restantes, esto es, los que no habían progresado a una forma mestastásica? Pues que no había ninguna señal que revelara la existencia de un movimiento celular anómalo temprano.
Por tanto, como indican los autores, «el crecimiento temprano del tumor final depende en gran medida de los controladores presentes en la célula o células fundadoras».
En definitiva, y si bien los resultados aún deben ser confirmados en ensayos clínicos más grandes, el análisis del movimiento celular en las fases iniciales del tumor podría ser muy útil para predecir si la enfermedad evolucionará de una forma benigna o maligna. Como apunta Marc Ryser, «si llevamos a cabo un cribado de los tumores pequeños en busca de movimiento celular precoz como signo de malignidad, entonces sería posible identificar a aquellos pacientes que tendrán mayores probabilidades de beneficiarse de un tratamiento agresivo».
Como concluye Darryl Shibata, co-autor de la investigación, «gracias a las mejoras en las tecnologías de cribado, ahora somos capaces de diagnosticar un mayor número de tumores pequeños. Y dado que tratar a un paciente de forma agresiva puede ocasionarle daños y numerosos efectos secundarios, es importante identificar qué tumores son relativamente benignos y crecerán lentamente, y cuáles ‘nacieron’ siendo ya malignos».