Los desastres naturales (huracanes, inundaciones, terremotos y erupciones volcánicas) pueden contribuir a la transmisión de algunas enfermedades siempre que el agente causal ya se encuentre en el ambiente.
Cuando ocurre un desastre, los factores de riesgo de transmisión de enfermedades aumentan, las actividades de lucha antivectorial se interrumpen, y se tienen que ejecutar los planes de emergencia previstos.
Según los expertos, casi todos estos planes son demasiado rígidos, por lo que es preciso adaptarlos a las condiciones locales. Siempre hay que tener en cuenta que los recursos disponibles se deben utilizar de manera óptima.
Inmediatamente después de un huracán, el riesgo de contraer malaria, dengue o encefalitis puede disminuir como consecuencia de la destrucción de los criaderos de los vectores locales.
Sin embargo, es probable que la situación epidemiológica cambie unas pocas semanas después. Es probable que la densidad de los mosquitos que no se consideran vectores de enfermedades se eleve después del azote de un huracán. Aunque estos mosquitos carezcan de importancia desde el punto de vista médico, son una molestia para la población afectada, que exige que se atienda el problema y debe ser atendida.
En casos de desastre natural, las principales enfermedades transmitidas por vectores en las Américas (incluyendo Puerto Rico) son: dengue, malaria y dengue hemorrágico.
El vector de la fiebre amarilla urbana es el del dengue, pero la transmisión de la fiebre amarilla en las zonas urbanas es poco común, excepto durante una epidemia. Además, la fiebre amarilla se puede prevenir por medio de una vacuna inocua y eficaz.
Lo que se debe hacer al nivel personal
Lo que no se debe hacer
Fuente: Organización Mundial de la Salud