Un estudio reciente publicado en la revista Brain and Cognition ha explorado cómo nuestro cerebro se acopla al ritmo musical y hasta qué punto los humanos compartimos esta habilidad con otros animales.
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Al escuchar una canción o contemplar un baile, los humanos tendemos a seguir el ritmo de la música. Un aspecto fundamental de la música es su ritmo, la manera cómo nos sincronizamos con las regularidades temporales de una melodía o una danza. Ahora, un estudio reciente publicado en la revista Brain and Cognition ha explorado cómo nuestro cerebro se acopla al ritmo musical y hasta qué punto los humanos compartimos esta habilidad con otros animales.
“El trabajo analiza la relación entre la estructura rítmica de la música y la dimensión espacial del sonido. Estudiamos cómo el cerebro interactúa con sonidos que están separados espacialmente para construir una estructura métrica”,
explican los autores Alexandre Celma-Miralles y Juan Manuel Toro, miembros del grupo de investigación Cognición Comparativa y Lenguaje (LCC) en la Universidad Pompeu Fabra (UPF) a Jano.es.
Para ello, compararon las respuestas neuronales de músicos profesionales con las de oyentes no entrenados mientras ambos grupos oían un ritmo de vals.
En uno de los experimentos, los participantes debían prestar atención a sonidos definidos por su posición espacial (los sonidos estaban separados en el espacio).
En otro experimento los participantes prestaban atención a un distractor de tipo visual. Los datos se obtuvieron de los registros de frecuencias de los encefalogramas de cada sujeto.
Los investigadores observaron que, independientemente del entrenamiento musical del participante, el cerebro de todos los oyentes se sincronizó al ritmo. Los resultados mostraron también que las respuestas neuronales de los músicos eran mucho más fuertes y resistentes a las distracciones que las de los no músicos. Es decir, se puso de manifiesto que el entrenamiento facilita la sincronización rítmica.
Como comentan los investigadores, “se demuestra que nuestro cerebro está preparado para seguir el ritmo, independientemente de si lo escuchamos en una canción o lo vemos en una danza”.
Esto refuerza la idea de que el procesamiento neuronal del ritmo y el compás se ve facilitado por la experiencia previa con eventos rítmicos durante los largos períodos de entrenamiento musical formal.