En agosto de 2016, Ivonete Balthazar estuvo a punto de morir. Su corazón, castigado por el cigarrillo, el estrés generado por años de trabajo duro en una agencia de recursos humanos y un ataque cardíaco que sufrió en 2012, llegó a latir sólo 40 veces por minuto.
Servicios Combinados MSP
En agosto de 2016, Ivonete Balthazar, atleta olímpica, estuvo a punto de morir. Su corazón, castigado por el cigarrillo, el estrés generado por años de trabajo duro en una agencia de recursos humanos y un ataque cardíaco que sufrió en 2012, llegó a latir sólo 40 veces por minuto.
Durante la Bimbo Global Energy, carrera de asfalto realizada en la famosa playa de Copacabana, en Río de Janeiro, las palpitaciones estaban más aceleradas en el momento en el cual Ivonete, de 67 años, completó el recorrido de 3kms. “Este corazón exige más de mi cuerpo de lo que yo estaba acostumbrada”, dijo.
El exigente corazón en cuestión pertenecía originalmente a Stefan Henze, especialista en canotaje y medalla plateada en los Juegos Olímpicos de Atenas. Desde hace un poco más de un año, late en el pecho de Ivonete.
Henze, de 35 años, trabajaba como entrenador del equipo alemán de canotaje en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, en 2016, cuando murió en un accidente de tránsito, en Brasil. Los familiares del ex-atleta autorizaron la donación de órganos y terminaron con la espera de 18 meses por un trasplante de Ivonete.
“Si no tuviera este corazón, no estaría corriendo. Esta carrera es un desafío para mí… y para él”, contó la carioca a la agencia AFP, recordando a Henze.
La edición Río de la Bimbo Global Energy fue la primera actividad física de relevancia para Ivonete que no fue monitoreada por médicos desde el trasplante. Sin estar segura de que podría correr los 3 kms del recorrido, prefirió no sobrecargar su corazón y decidió caminar.
En el camino, tomó confianza y aumentó la velocidad. Las lágrimas de emoción surgieron en dos momentos de la carrera: cuando notó que había llegado a la mitad del trayecto y en el momento en el cual cruzó la línea de llegada.
La satisfacción por concluir los 3k después de casi perder la vida contrastaba con la tristeza por la familia de Henze. “No puedo olvidarme que del otro lado hay una familia entera llorando”, dijo emocionada.
Tras terminar su prueba, Ivonete abrazó a sus familiares y, como si fuese una atleta olímpica subiéndose al podio, mordió su medalla. “Es como una medalla de oro para mí”, contó. El premio, por supuesto, fue dedicado al alemán que hizo que su nuevo corazón latiese más fuerte.