Las consecuencias negativas de la radiación solar se deben principalmente a la exposición excesiva y, aunque se vincula con los 3 tipos de cáncer de piel más comunes.
Dra. Karen Martínez
Agencia Latina de Noticias Medicina y Salud Pública
La radiación ultravioleta (UV) proveniente de los rayos del sol es considerada un “carcinógeno completo” por tener propiedades tanto de iniciador como de promotor tumoral. No obstante, también tiene beneficios en la salud humana al mediar la síntesis natural de vitamina D y endorfinas en la piel.
Las consecuencias negativas de la radiación solar se deben principalmente a la exposición excesiva y, aunque se vincula con los 3 tipos de cáncer de piel más comunes (carcinoma de células basales, carcinoma de células escamosas y melanoma maligno), es un factor de riesgo modificable.
La piel se compone de 2 capas primarias: la dermis y la epidermis. La capa más externa es la epidermis y se compone de unas células especializadas llamadas queratinocitos que, al unirse entre sí, forman una barrera fisicoquímica eficaz. Debajo de ella, se ubica la dermis donde podemos encontrar folículos pilosos, nervios, glándulas sebáceas y glándulas sudoríparas. De igual forma, contiene abundantes células inmunes y fibroblastos, que participan activamente en muchas respuestas fisiológicas de la piel.
Ambas capas se encuentran separadas por una membrana basal en la que los queratinocitos epidérmicos nacientes de las células madre, se someten a una diferenciación programada a medida que migran hacia la superficie de la piel para dar origen a los corneocitos, que son células muertas pero intactas fuertemente unidas que forman el estrato córneo.
La melanina es el pigmento de la piel y es fabricado exclusivamente por los melanocitos, quienes pueden transferirla a los queratinocitos adyacentes, donde se acumula para funcionar como un protector solar natural que bloquea la penetración de los rayos UV en la piel.
Existen 2 formas químicas principales: la eumelanina, un pigmento oscuro expresado abundantemente en la piel de individuos muy pigmentados y la feomelanina, un pigmento sulfatado de color claro resultante de la incorporación de cisteínas en precursores de melanina. Por lo tanto, es la cantidad de eumelanina la que determina la complexión de la piel, la sensibilidad a los rayos UV y el riesgo de cáncer. Entre más eumelanina hay en la piel, menos permeable es la epidermis a los rayos UV. De hecho, datos sugieren que la feomelanina puede promover la lesión oxidativa del ADN y el desarrollo de melanoma al generar radicales libres en los melanocitos, incluso en ausencia de rayos UV.
Históricamente, los seres humanos hemos estado expuestos a la luz solar por actividades laborales. Sin embargo, la exposición recreativa a los rayos UV ha aumentado en los últimos años por las actividades de ocio al aire libre o el bronceado con fines cosméticos.
La radiación UV se compone de 3 tipos (UV-A, UV-B y UV-C) que se diferencian entre sí por sus longitudes de onda, siendo UV-A la de mayor longitud y UV-C la de menor longitud. Se conoce que los rayos UV-A penetran profundamente en la dermis y son responsables de generar especies reactivas de oxígeno que pueden dañar el ADN, mientras que los rayos UV-B son absorbidos casi por completo en la epidermis, siendo responsables de las quemaduras solares. Ambos contribuyen a la carcinogénesis mediante mecanismos distintos.
La radiación UV tiene muchos efectos sobre la fisiología de la piel, con algunas consecuencias que ocurren de manera aguda y otras de manera tardía. Uno de los efectos agudos más evidentes es la inducción de inflamación que da origen a las quemaduras solares. Asimismo, conduce a un aumento del grosor epidérmico, denominado hiperqueratosis, debido a la proliferación de queratinocitos epidérmicos secundaria al daño celular a causa de los rayos UV. La hiperplasia epidérmica protege mejor la piel contra la penetración de los rayos UV.
Otra de las respuestas cutáneas generadas es la melanización adaptativa, también conocida como bronceado. Lo que se explica por el aumento en la producción y la acumulación epidérmica de melanina inducida por la radiación UV. En la fase inicial, se produce por redistribución y/o cambios moleculares en la melanina ya existente, mientras que el oscurecimiento retrasado de la piel mediado por la síntesis de melanina y la transferencia a los queratinocitos, comienza varias horas hasta días después de la exposición. Adicionalmente, la exposición solar induce un estado inmuno-tolerante o inmunosupresor y favorece la producción de vitamina D.
La incidencia de cáncer de piel aumenta notablemente con la edad, presumiblemente reflejando la larga latencia entre la exposición al carcinógeno y el desarrollo del cáncer. Los cánceres de piel se agrupan comúnmente en dos categorías principales: los melanoma y no melanoma (NMSC), según la célula de origen y el comportamiento clínico.
El melanoma maligno se origina de los melanocitos epidérmicos y es la forma más mortal de cáncer de piel, por su alta resistencia al tratamiento y propensión a hacer metástasis. Su incidencia es mayor en lugares con un gran número de individuos de piel clara que viven en climas cálidos y soleados. La mayoría de los melanomas surgen de lunares preexistentes, por lo tanto, tener muchos nevos es otro factor de riesgo importante para la enfermedad.
Si se detecta temprano, gran parte de ellos pueden requerir únicamente escisión quirúrgica. Sin embargo, los melanomas son rápidos para invadir y hacer metástasis y la supervivencia a largo plazo es pobre en estadios avanzados.
Uno de los mayores factores de riesgo para el desarrollo de melanoma cutáneo es tener piel clara, es decir, bajos niveles de eumelanina en la epidermis. Estas personas sufren un daño comparativamente mayor porque es más fácil que los rayos UV penetren en la epidermis para dañar tanto los queratinocitos como los melanocitos en las capas más profundas de la epidermis, e inducir mutaciones genéticas.
Existen fuertes datos epidemiológicos y moleculares que vinculan todas las formas de cáncer de piel con la exposición solar. Se estima que los rayos UV son causantes de casi el 65% de los melanomas y el 90% de los cánceres de piel no melanoma. Las mutaciones se han observado en genes clave en el desarrollo de cáncer como son el gen supresor tumoral p53. Dado lo anterior, se deduce que la resistencia a la mutagénesis mediada por los rayos UV es un determinante crítico del riesgo de cáncer de piel, sin embargo, evitar la exposición solar prolongada y aplicar protector solar, siguen siendo las medidas más efectivas a la hora de prevenir el desarrollo de melanoma maligno.