En la crisis sanitaria creada por el coronavirus los respiradores han sido decisivos para salvar vidas.
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Con información de BBC
Un trabajo pionero que se llevó a cabo ante la urgencia de una epidemia y una oleada de enfermos críticos en un período muy corto de tiempo.
Ese es el origen de las unidades de cuidados intensivos y de las máquinas de ventilación mecánica con las que hoy cuentan los hospitales de todo el mundo y que son claves en el tratamiento de la covid-19.
Suena a lo que está pasando estos días con el nuevo coronavirus.
Pero en agosto de 1952 era otra enfermedad la que mataba de insuficiencia respiratoria a miles de pacientes: la poliomielitis.
Pese a contar con 500 camas en la época, los médicos y las enfermeras del hospital Blegdam en Copenhague, Dinamarca, estaban desbordados y se veían incapaces de ayudar.
Los enfermos eran sobre todo niños de corta edad.
La polio es una grave infección viral que no tiene cura.
Muchas personas la atraviesan sin síntomas.
En un pequeño número de casos, el virus ataca los nervios de la columna vertebral y la base del cerebro.
Esto puede causar parálisis, generalmente en las piernas.
Pero "si los músculos respiratorios se ven afectados por esta parálisis la enfermedad puede ser mortal", explica el servicio de Salud de Reino Unido.
A mediados del siglo pasado, Copenhague fue el epicentro de una de las peores epidemias de poliomielitis que el mundo haya visto.
"El hospital Blegdam ingresó diariamente a 50 personas infectadas, y cada día, 6-12 de ellas desarrollaban insuficiencia respiratoria", cuenta un artículo en la revista Nature.
"En las primeras semanas de la epidemia, murióel 87% de las personas con polio bulbar o bulboespinal, en las que el virus ataca el tronco encefálico o los nervios que controlan la respiración. Alrededor de la mitad eran niños", explica.
Pero un doctor cambió el rumbo de la situación y de la medicina moderna: Bjørn Aage Ibsen, un anestesista danés que había desarrollado parte de su carrera en Boston, Estados Unidos.
Su forma de afrontar la crisis sanitaria danesa, con respiradores y personal especializado, salvó innumerables vidas.
"Son importantes porque los pacientes en peligro o con un fallo orgánico necesitan una estrecha monitorización de muchos parámetros, con un ajuste regular del tratamiento", le explica a la BBC el médico Philipp Jent, uno de los responsables de planificar la gestión de coronavirus en el hospital más grande de Suiza.
Todo este cuidado especial solo es posible en una UCI, donde el ratio de médicos y enfermeras por paciente es mayor y donde la especialización es muy alta, cuenta Jent.
De ahí que también se conozca como medicina intensiva.
Pero la clave de estas unidades no solo reside en las precauciones especiales de aislamiento y limpieza, también es muy importante la disponibilidad de máquinas para fallos renales, cardíacos o respiratorios.
"Uno de los órganos que a menudo necesita apoyo, es el sistema respiratorio, es decir, los pulmones. Por lo tanto, muchos pacientes de las UCI son ventilados mecánicamente con respiradores", dice.
Pero cuando la poliomielitis atacó Dinamarca, la capital solo contaba con un respirador de hierro o el "respirador Drinker" y 6 respiradores externos.
"Por supuesto, este equipo demostró ser totalmente insuficiente cuando llegó la epidemia", contó en 1953 en una publicación científica el jefe del hospital Henry Cai Alexander Lassen.
"Teníamos que improvisaryencontrar formas para evitar la situación imposible de tener que elegir qué paciente tratar en los respiradores disponibles y qué paciente no tratar", decía explicando un dilema moral que se repite hoy día en la pandemia del coronavirus.
Inventado en 1928, el respirador de hierro requiere que el cuerpo de una persona sea introducido en una cápsula que crea un vacío alrededor del cuerpo.
Eso obliga a las costillas, y por lo tanto a los pulmones, a expandirse permitiendo la entrada de aire.
Las complicaciones llegaban cuando la persona estaba inconsciente y no era capaz de tragar su propia saliva o el contenido del estómago, que a menudo acababa en los pulmones provocando ahogo.
El danés Bjørn Aage Ibsen ideó para el hospital Blegdam un sistema que solucionó esto.
Su primera paciente en recibir el nuevo tratamiento fue una niña de 12 años llamada Vivi.
Se estaba muriendo a causa de la parálisis provocada por el virus de la poliomielitis.
"Todo el mundo esperaba que muriera", contó Preben Berthelsen, un anestesista danés que entrevistó a Ibsen sobre el caso.
"Propuso un cambio radical en el tratamiento estándar sugiriendo que los pacientes con polio pudieran ser tratados de la misma manera que los pacientes de cirugía", añadió.
Su idea consistía en introducir aire directamente en los pulmones para expandirlos y luego permitir que el cuerpo se relaje y exhale por sí solo.
Además propuso el uso de la traqueotomía.
Es una incisión en el cuello, a través de la que se introduce un tubo de goma que lleva el oxígeno a los pulmones.
Este procedimiento a menudo se utilizaba brevemente durante las operaciones, pero rara vez se había utilizado en una sala de hospital.
El médico jefe del hospital no creía que el sistema fuera a funcionar, pero la situación era tan desesperada que decidió darle una oportunidad.
Y con su sistema, Ibsen consiguió mantener viva a la niña.
El problema radicaba en que la forma de introducir el aire en el tubo de goma era manual.
El personal médico tenía que apretar una especie de perilla de laboratorio o bolsa para forzar el aire a entrar.
Así que Lassen reclutó todos los efectivos que pudo y los organizó en turnos.
"Ahora estábamos en condiciones de tratar a todos los pacientes que necesitaban ayuda respiratoria", relató el médico jefe del hospital.
La mortalidad de los pacientes con polio que tenían insuficiencia respiratoria se redujo del 87% al 31%.
En el apogeo de la epidemia, el personal médico permanentemente en el trabajo se situaba entre 35 y 40.
"Teníamos alrededor de 600 enfermeras capacitadas y 250 estudiantes de medicina que venían diariamente, trabajando en relevos", dijo.
Eso significaba que durante horas, todos los pacientes de poliomielitis reunidos en una sala, eran atendidos por sanitarios que sistemáticamente apretaban un trozo de goma para mantenerlos con vida.
El ritmo tenía que ser constante. Igual que la vigilancia.
Un descuido o un desperfecto en el sistema podía hacer que el paciente muriera.
Fue entonces cuando los doctores se dieron cuenta de que la especialización del personal, la organización de los pacientes en salas específicas y la vigilancia habían sido claves en la recuperación de los enfermos.
Al año siguiente, el hospital Blegdam estableció la primera unidad de cuidados intensivos que replicaron en el resto del mundo.
En la pandemia del covid-19 las camas en las UCI y los respiradores siguen siendo un quebradero de cabeza para los gobiernos que no cuentan con el número suficiente para atender a todos los enfermos que necesitan de este tipo de cuidados.
Sin embargo, pocos saben que fue un anestesista danés quien dio lugar a este avance médico.