Los autores recomiendan que las autoridades sanitarias consideren imponer multas o cargos penales a lugares que ofrecen terapias de células madre no comprobadas para la COVID-19.
La significativa morbilidad y mortalidad de la enfermedad por coronavirus 19 (COVID-19) impulsó una carrera mundial para desarrollar nuevas terapias. Estos incluyen intervenciones que utilizan células o productos derivados de células, varios de los cuales se están probando en ensayos clínicos bien diseñados y debidamente controlados.
Sin embargo, la búsqueda de tratamientos de COVID-19 basados en células también ha estado plagada de afirmaciones hiperbólicas; desobedecer las normas reglamentarias, científicas y éticas fundamentales; y comunicación distorsionada de los resultados de la investigación.
Es por ello que investigadores examinaron desde el punto de vista crítico los problemas éticos y los desafíos de la comunicación pública relacionados con el desarrollo de terapias basadas en células para COVID-19.
"Basándonos en las lecciones aprendidas de este proceso en curso, argumentamos en contra del desarrollo apresurado de intervenciones basadas en células", afirmó el coautor Leigh Turner, profesor de salud, sociedad y comportamiento de la Universidad de California en Estados Unidos.
Diferencia entre las vacunas y las células
Por un lado luego de pruebas clínicas aceleradas que demostraron seguridad y altos niveles de eficacia de varias vacunas COVID-19, basadas en tecnologías de administración establecidas (vector viral) o nuevas (ARNm). Situación que fue manejada debido a que se pudo demostrar que la vacunas son seguras y eficaces en combinación con otras estrategias de salud pública.
"Un mejor manejo clínico de los pacientes con COVID-19 ofrece esperanzas para el control eventual de la pandemia, a pesar de desafíos importantes, como la aparición de variantes y el aumento de casos y muertes", indican los investigadores.
Precisamente en medio de este proceso se generaron múltiples estudios, pero estos carecen de sustentabilidad científica, pues no hay existen terapias celulares clínicamente probadas o aprobadas para el tratamiento o la prevención de la COVID-19 o sus efectos a largo plazo, por ningún gobierno.
Es por ello que los investigadores encontraron que a raíz de presuntas clínicas que ofrecen terapias de células progenitoras no probadas que prometen prevenir la COVID-19 al fortalecer el sistema inmunitario, se debe hacer un llamado de atención para frenar la difusión de información inexacta y promover una comunicación responsable y precisa de los resultados de la investigación.
"Los científicos, las autoridades sanitarias y los responsables políticos deben proteger contra la proliferación de estudios mal diseñados, con poca potencia y duplicados, que se lanzan con excesiva prisa a causa de la pandemia, pero que tal vez no proporcionan datos convincentes y clínicamente significativos sobre la tolerabilidad y la eficacia", afirmó Turner.
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