Uso de anticoagulantes en pacientes con riesgo de tromboembolismo venoso y COVID-19

En la actualidad, la tromboprofilaxis está siendo infrautilizada, o se usa de forma inapropiada.

Isbelia Farías

    Uso de anticoagulantes en pacientes con riesgo de tromboembolismo venoso y COVID-19

    El tromboembolismo venoso (TEV) es un trastorno que incluye trombosis venosa profunda y embolias pulmonares, es decir, que se refiere a un coágulo de sangre anormal que se ha formado en las venas.

    Este trastorno es una de las principales causas de morbilidad y de mortalidad en pacientes hospitalizados. Sin embargo, diversos ensayos han demostrado que un uso apropiado de la tromboprofilaxis, resulta seguro, eficaz y rentable.

    Por ello, es necesario hacer una evaluación a fin de incrementar la tromboprofilaxis y disminuir la incidencia de riesgo de tromboembolismo venoso, tanto en pacientes hospitalizados como en quirúrgicos, considerando para ello los factores de riesgo y la evaluación continua del paciente.

    La profilaxis del tromboembolismo venoso (TEV) se refiere a las medidas farmacológicas y no farmacológicas que contribuyen a reducir el riesgo a padecer una trombosis venosa profunda (TVP) y una embolia pulmonar (EP).

    Los agentes farmacológicos que son más utilizados para la profilaxis son las Heparinas de bajo peso molecular (HBPM), Heparina no fraccionada (UFH) y Fondaparinux.

    Las heparinas de bajo peso molecular suelen tener más ventajas sobre la heparina no fraccionada; además, existe abundante evidencia de que son más efectivas para disminuir la incidencia de infarto agudo de miocardio o de muerte.

    En efecto, la heparina se usa para prevenir la formación de coágulos de sangre en quienes padecen de ciertas afecciones médicas o se someten a algunos procedimientos que requieren mayor estado de reposo y con ello que dichos coágulos se formen.

    Estos tratamientos con anticoagulantes se deben mantener por lo menos durante tres meses, comenzando por la heparina de bajo peso molecular hasta alcanzar una anticoagulación rápida. También, conviene detallar en la historia clínica el sitio de administración, dado que es recomendable evitar la zona central del abdomen y los músculos, por tratarse de zonas en las que usualmente aparecen hematomas luego de la administración.  



    El tratamiento anticoagulante

    En la práctica médica, el tratamiento anticoagulante es una indicación frecuente. En la actualidad existe una gran cantidad de fármacos anticoagulantes, por lo que el médico necesita conocer cuáles son las características de cada uno de ellos para poder administrar a cada paciente el tratamiento más adecuado.

    Asimismo, se debe tener conocimiento sobre el manejo de los fármacos anticoagulantes en situaciones especiales, como en los casos de hemorragias y manejo perioperatorio.

    Hay situaciones en las que la terapia anticoagulante es empleada luego de la presentación de un evento trombótico establecido, mientras que, en otras ocasiones, la finalidad es prevenir que aparezcan fenómenos trombóticos en situaciones de riesgo.



    La terapia anticoagulante y COVID-19

    En el caso de la enfermedad por coronavirus 2019, (COVID-19), esta es causada por el síndrome respiratorio agudo severo coronavirus 2 (SARS-CoV-2). La manifestación primaria es la insuficiencia respiratoria, que también puede estar relacionada con la microtrombosis pulmonar difusa en personas con COVID-19.

    Aquellos pacientes con enfermedad crítica relacionada con COVID-19 son quienes padecen de una afección que pone en peligro la vida de inmediato y que, generalmente, son ingresados en una unidad de cuidados intensivos. Algunos de estos pacientes requieren de soporte hemodinámico, soporte ventilatorio y terapia de reemplazo renal.

    Dicha enfermedad puede llegar a causar eventos tromboembólicos, como la embolia pulmonar, la trombosis venosa profunda, la trombosis arterial, la trombosis del catéter y la coagulopatía intravascular diseminada.

    A los pacientes con neumonía por COVID-19 se les debe hacer una evaluación sobre el riesgo de hemorragia lo más pronto posible, luego de la administración o al momento de la primera revisión; en este caso, se recomienda el uso de la herramienta de evaluación de riesgos publicada en Reino Unido llamada: “RISK ASSESSMENT FOR VENOUS THROMBOEMBOLISM (VTE)”.

    Igualmente, se le debe ofrecer profilaxis farmacológica de TEV, a menos que esté contraindicado, con una dosis profiláctica estándar. En el caso de pacientes con pesos corporales extremos o con insuficiencia renal, se le debe considerar ajustar la dosis de HBPM, de acuerdo con los protocolos acordados localmente.

    Si la condición clínica de un paciente cambia, se debe evaluar el riesgo de TEV, por lo que amerita una reevaluación del riesgo de hemorragia y revisión de la profilaxis de TEV.

    En tiempo de pandemia, es importante el recurso de los anticoagulantes, ya que evitan que las personas hospitalizadas por covid-19 desarrollen coágulos; esto se debe a que COVID-19 suele afectar los pulmones y las vías respiratorias; además, un 16 % de estos pacientes experimentan problemas sanguíneos y vasculares, lo cuales provoca la formación de coágulos en las venas, arterias y pulmones.

    Como consecuencia, las coagulopatías pueden llegar a ocasionar obstrucciones que den lugar a infartos e ictus y, en casi la mitad de todas las personas con COVID-19 grave, en unidades de cuidados intensivos, pueden aparecer coágulos en sus venas o arterias.




     Fuente consultada: aquí




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