Menos difundida que los infartos, es la primera causa de hospitalización en mayores de 65.
La insuficiencia cardíaca es una patología con ‘perfil más bajo’ que el infarto, pero es la principal causa de hospitalizaciones en mayores de 65 años.
“La connotación social de los infartos está más presente en el inconsciente colectivo como causa de muerte”.
Afirma Matías Manzotti, jefe de Geriatría del Hospital Alemán. Con el agravante de que tres de cada cuatro pacientes que se internan por una insuficiencia descompensada ni siquiera registran antecedentes de obstrucciones coronarias agudas.
“Pero se puede prevenir si uno interviene precozmente en pacientes con factores de riesgo”, afirma el cardiólogo Eduardo Perna. Las personas que fuman y/o tienen hipertensión arterial, diabetes, chagas, afecciones valvulares, obesidad o antecedentes de infarto son más proclives a desarrollar el cuadro. También los sobrevivientes de cáncer que recibieron quimioterapia. Se estima que uno de cada cuatro pacientes fallecen dentro del primer año del diagnóstico. Y casi la mitad no supera los cinco años.
Se describe como una alteración en la estructura o en la función del corazón que impide que el órgano bombee suficiente sangre oxigenada al resto del organismo. Pero no es solamente algo mecánico, advierte Martín Cohen, jefe de Cardiología del Instituto Médico Agüero. “Antes pensábamos que solo teníamos insuficiencia cardíaca cuando el corazón se quedaba sin fuerza, pero también puede ocurrir cuando la rigidez de las paredes evita que se llene”, explica.
La connotación social de los infartos está más presente
en el inconsciente colectivo como causa de muerte que la insuficiencia cardíaca
El cardiólogo Adrián Fernández sostiene que el síntoma más característico es la disnea o falta de aire, ya sea ante un esfuerzo como subir una escalera o caminar, o en reposo. Otras manifestaciones son levantarse de golpe por sensación de ahogo, sentirse cansado, necesitar más tiempo de recuperación después del ejercicio y tener pies y tobillos hinchados.
“El 80 por ciento del diagnóstico se hace con el examen físico y el interrogatorio del paciente”, aporta Cohen, aunque luego se confirma mediante estudios adicionales, como la radiografía de tórax y el electrocardiograma. Los especialistas insisten en que no hay que demorar la consulta. “Muchas veces nos llegan pacientes ya en etapas avanzadas”, lamenta Perna.
Una base del tratamiento es adoptar cambios en el estilo de vida, una dieta equilibrada, realizar ejercicios aeróbicos, controlar el peso a diario y dejar de fumar. Otro pilar son los medicamentos, que a menudo son similares a los que se utilizan para controlar la presión arterial.
GDA, La Nación (Argentina)