En Colombia y en América Latina se ha roto el tabú existente anteriormente acerca de esa clásica idea respecto a que los enfermos de párkinson terminan en una silla de ruedas, postrados en una cama, con temblor o sin movimiento. Actualmente, la situación es distinta.
César Augusto Sutachán Daza
Agencia Latina de Noticias de Medicina y Salud Pública
En Colombia y en América Latina se ha roto el tabú acerca de esa clásica idea respecto a que los enfermos de párkinson terminan en una silla de ruedas, postrados en una cama, con temblor o sin movimiento. Actualmente, la situación es distinta.
Para el Dr. Guillermo Monsalve, neurocirujano y codirector de la Clínica de Parkinson y Trastornos del Movimiento de la Fundación Santafé de Bogotá, ubicada en la capital colombiana, esta enfermedad -si se deja avanzar- provoca graves deterioros en la calidad de vida de las personas; pero sí se detecta a tiempo puede ser un padecimiento que, con un tratamiento adecuado, otorga al paciente una vida casi normal.
“Yo le digo a las personas que el párkinson es benigno. No es una enfermedad que disminuya años de vida. Un cáncer es más grave, una diabetes. Por ejemplo, la tensión alta produce infartos de corazón, muertes prematuras. El párkinson es más cómodo, es cierto que nos dificulta movernos pero la persona tiene su tratamiento y vive los días que tiene que vivir”
explicó Monsalve a la Revista Medicina y Salud Pública (MSP).
La Clínica de Parkinson de la Fundación Santafé de Bogotá trabaja por brindarle a sus pacientes la posibilidad de una mejor calidad de vida. Según Monsalve, “La meta principal es tratar de restaurar la función de las pacientes que por la misma patología han perdido. Las personas se retraen en sus casas, se aíslan, incluso hay quienes se retiran de trabajar por la pena y la lentitud de movimientos”.
Para el especialista en neurocirugía, el objetivo es buscar el tratamiento indicado a cada persona, “no es una receta de cocina en el cual vamos a formular a todas las personas los mismos medicamentos. Hay que ajustar el tratamiento, las terapias, las dosis de los medicamentos que sirvan, así se puede tener a una persona casi normal en su actividad diaria”, complementó Monsalve a MSP.
Una de las principales ventajas que puede tener un enfermo de párkinson es que su diagnóstico se haga de manera temprana, y se recomienda a los profesionales y especialistas incluir en la rehabilitación integral, la terapia física, ocupacional y de lenguaje, desde el mismo momento del diagnóstico o al sospechar que la persona pueda padecer de este mal, esta terapia no debe ser temporal. Según Monsalve, “eso no es solo por un momento, o por dos o tres meses, prácticamente debe convertirse en un proyecto de vida. Eso deben entenderlo tanto pacientes, su familia, sus cuidadores y el grupo médico que trata a la persona”.
En la Fundación Santafé de Bogotá se ha avanzado en el tema de estimulación cerebral profunda. A través de una cirugía se restaura la función de los movimientos para hacerlos más suaves, que no haya temblor ni tampoco rigidez en el paciente. Esta operación consiste en implantar unos electrodos en cada lado del cerebro, en lugares específicos. A la persona se le coloca una batería bajo la piel -una especie de marcapasos- la cual envía pulsos eléctricos para ayudar a coordinar los movimientos.
“De esta forma se va a suprimir el temblor, la persona podrá caminar y hablar mejor, sus movimientos serán más fluidos y adecuados”
puntualizó Monsalve a MSP.
En la actualidad, en universidades como la Javeriana de Bogotá, se desarrollan estudios sobre sueño en pacientes con párkinson, mecanismos de acción en la cirugía y búsquedas para lograr que los medicamentos sean absorbidos con una mejor eficacia por el sistema nervioso central de cada paciente. Se ha detectado, por ejemplo que, 99% del compuesto de la levodopa, uno de los mejores medicamentos existentes para el párkinson, se pierde en otras partes del cuerpo.
El mal del párkinson es una alteración del sistema nervioso central que provoca temblor en el individuo. A medida que la enfermedad progresa, el paciente se vuelve más dependiente y manifiesta una pérdida progresiva de la capacidad de coordinar los movimientos, entre otros síntomas. Según la OMS, uno de cada 100 personas mayores de 60 años pueden padecer párkinson.