Los estímulos que el cerebro humano procesa, corresponden a una mínima cantidad de la información sensorial recibida. Ante esto, los resultados de un nuevo estudio plantean que el rostro juega un importante papel, en el que los estados de conciencia no siempre están involucrados, ya que en realidad ningún ser humano conoce cómo es su cara en realidad.
Agencia Latina de Noticias Medicina y Salud Pública
Teniendo en cuenta la limitada capacidad de atención de los seres humanos, se ha comprobado que las personas no procesamos toda la información sensorial que recibimos en un momento concreto. Ante esto, una nueva investigación plantea que algunos de los estímulos, específicamente el rostro- influye en la respuesta a los estímulos, pese a que no seamos conscientes de este proceso. Los detalles de este estudio se dieron a conocer en Psychological Science, una revista de la Association of Psychological Science.
Sabemos desde hace mucho tiempo que nuestro cerebro es capaz de procesar y analizar subliminalmente diferentes tipos de estímulos simples. En nuestros estudios, intentamos responder a la pregunta de si los estímulos más complejos pueden ser procesados eficientemente de manera subliminal y posteriormente influir en nuestro comportamiento", explicó en el artículo el autor principal Michal Wójcik, que llevó a cabo la investigación en el Instituto Nencki de Biología Experimental de Varsovia y que actualmente es estudiante de doctorado en la Universidad de Oxford.
Un rostro es 'un objeto complejo', según los investigadores. Pese a que la mayoría de rostros se parecen entre sí, mediante el análisis simultáneo de 3 elementos específicos: ojos. labios y nariz, los seres humanos reconocemos las caras de las personas más allegadas, con eficacia y precisión.
Tanto nuestra intuición como los estudios previos indican que nuestro propio rostro es para cada uno de nosotros un estímulo muy fuerte e importante. Despierta una variedad de sentimientos y asociaciones, y como consecuencia atrae efectivamente nuestra atención", explica la coautora del estudio Anna Nowicka, que se especializa en investigar la mecánica de cómo procesamos la información sobre nosotros mismos.
Los investigadores plantearon la hipótesis de que debido a que el propio rostro es un estímulo tan fuerte, el cerebro lo reconocerá y reaccionará fuera de la conciencia consciente.
Para efectos de la investigación, los participantes observaron una cruz -símbolo que aparecía en el centro de una pantalla de computador-, mientras que la imagen de un rostro aparecía simultáneamente en cada lado de la cruz. De un lado del símbolo, el rostro era el mismo del participante, mientras que en el otro se presentaba el rostro de un extraño. Como instrucción a los participantes, se les mencionó que mantuvieran su atención en la cruz e ignoraran cualquier señal o estímulo que apareciera en la pantalla.
Para la mitad de los participantes, las caras eran claramente visibles y fáciles de reconocer; para la mitad de participantes restante, las caras se mostraron durante sólo 32 ms y fueron seguidas por un patrón aleatorio que enmascaraba las caras. Este tipo de procedimiento es utilizado para presentar estímulos fuera de la conciencia, método que los investigadores consideraron efectivo en esta oportunidad: los participantes pudieron identificar los rostros que aparecieron brevemente, pero no pudieron identificar los rostros seguidos de un patrón de "máscara".
Este tipo de técnica nos permite probar -en condiciones de laboratorio- la influencia de estímulos que llegan a nuestros sentidos pero que no son lo suficientemente fuertes para llegar a nuestra conciencia", mencionó el coautor Michal Bola, quien se especializa en el estudio de procesos inconscientes.
Los investigadores usaron el EEG para monitorear la actividad cerebral de los participantes a medida que complementaban la tarea.
Durante muchos años se ha sabido que dirigir nuestra atención a un lado causa una asimetría en la actividad cerebral entre hemisferios. Analizando estas asimetrías, pudimos determinar si en un momento dado la atención del participante se dirigía a la cara que se presentaba a la izquierda o a la derecha", explicó Maria Nowicka, coautora y estudiante de doctorado en el Nencki Institute.
Los resultados mostraron que los colaboradores del estudio atendían automáticamente a sus propios rostros cuando aparecían en la pantalla, pese a la solicitud previa de no hacerlo. "Esta es una confirmación de investigaciones anteriores realizadas por nuestro equipo y otros, que muestran que preferentemente procesamos estímulos que pertenecen al concepto de'yo', por ejemplo, nuestro propio nombre o rostro", mencionó Maria Nowicka.
Si bien nuestros colaboradores no sabían que en un momento dado su propia cara estaba siendo presentada, su cerebro enfocó la atención en ese lado del campo de visión. Esto significa que el cerebro debe tener - sin la participación de la conciencia - identificadas ambas caras y reaccionar a la cara conocida como la suya. Por lo tanto, parece que la conciencia no es necesaria para el reconocimiento de los rostros después de todo", explicó Michal Wójcik.
Anteriores estudios sobre el tema han demostrado este fenómeno con estímulos simples - como un objeto rojo incrustado entre muchos objetos verdes - pero este estudio muestra que también ocurre con estímulos más complejos.
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En nuestro estudio, demostramos que objetos mucho más complejos -como las caras, que están compuestas por muchos elementos y requieren un análisis más detallado para reconocerlos- pueden, inconscientemente, atraer la atención", afirmó Bola. "Nuestro experimento es parte de una tendencia de investigación que indica que las capacidades de nuestra'mente inconsciente' son mucho mayores de lo que pensábamos."
Los científicos, sin embargo, reiteran que es necesaria una nueva investigación con el fin de determinar si es particularmente la identidad de la cara de cada individuo o la extrema familiaridad de la cara, lo que atrae la atención fuera de la conciencia. También planean investigar si esta atención preferencial fuera de la conciencia es específica para los rostros u ocurre también con otros objetos complejos.