Ingerny Polanco
Agencia Latina de Noticias de Medicina y Salud Pública
Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte a nivel mundial. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que para el 2030 habrá al menos 23,6 millones de defunciones a causa de estas, en especial a causa del infarto agudo al miocardio y accidente cerebro vascular.
De acuerdo con la Dra. Viviana Hernández Ferrer, médico especialista en Nutriología Clínica, los principales factores de riesgo cardiovascular son totalmente modificables; entre los principales están la obesidad y el sobrepeso, dislipidemia, tabaquismo, sedentarismo, sufrir de diabetes mellitus y el estrés. Todos estos factores se pueden prevenir y tratar a través de cambios en el estilo de vida como la dieta y el ejercicio.
Pero ¿cuáles son los factores de riesgo para desarrollar una enfermedad cardiovascular? Según el Texas Heart Institute los principales factores de riesgo que podemos controlar son: la obesidad y el sobrepeso, dislipidemia, diabetes, sedentarismo, tabaquismo y estrés. Existen otros factores como la edad y la herencia que no podemos modificar, sin embargo los que la mayoría que son modificables tienen que ver directamente con hábitos en el estilo de vida y la alimentación.
“Es importante también destacar el estudio Framingham, que hasta el momento se conoce como el estudio más largo que mide factores de riesgo cardiovascular destaca que una persona con 2 factores de riesgo tiene probabilidad de morir un 25% en 10 años y este aumenta a un 75% en 30 años”, explicó la Dra. Ferrer, en una entrevista exclusiva con la Revista Medicina y Salud Pública (MSP).
La galena asegura que a nivel mundial existen tres dietas reconocidas por tener efectos positivos en la salud cardiovascular, cada una de ellas tiene sus ventajas y desventajas, las más reconocidas son:
“La guía oficial del Dr. Ornish, creador del Programa de Medicina Preventiva de la Universidad de California y creador de la Dieta Ornish establece que el enfoque nutricional debe basarse en hacer que el paciente se sienta bien y tenga ganas de vivir y que no hay alimentos buenos ni malos, sin embargo, algunos son más saludables que otros, como son las frutas, vegetales, cereales integrales no procesados, legumbres, claras de huevo y las grasas no lácteas”, manifestó la Dra. Ferrer, quien desempeña funciones en la Clínica Corazones Unidos de la República Dominicana.
Según indica, otro enfoque importante de este tipo de dieta es consumir comida real y no procesada, comer la mayor parte del tiempo alimentos a base de plantas. La Dieta Ornish permite el consumo de grasas no más de 2 servicios por día (solo 10% de las calorías del requerimiento energético diario debe venir de las grasas) y se debe eliminar el consumo de carne, aves y pescados ya que al ser altos en contenido de grasas se excedería el consumo recomendado por su programa. Para alcanzar el consumo de grasas apenas se necesitan 5 almendras o 2 cucharaditas y media de semillas de linaza.
“Uno de los enfoques más interesantes del Dr. Ornish no se basa solamente en realizar la dieta y ejercicio, como en la mayoría de las dietas, sino también en revisar el soporte familiar y social del paciente y en encontrar formas de disfrutar y encontrar un sentido a la vida, ya que se ha visto que esto está directamente relacionado a la longevidad y salud del ser humano”, aseguró.
Debido a las restricciones que presenta en cuanto a las grasas y proteína de origen animal es recomendable suplementar con Omega 3 y Vitamina B12. Además, algunas desventajas de este enfoque es que para muchos pacientes es difícil de llevar este tipo de alimentación al 100% debido a las restricciones de grasa.
La dieta mediterránea consiste en una alimentación baja en carnes rojas, azucares y grasas saturadas y rica en nueces, frutas, vegetales, cereales integrales no procesados, granos y legumbres, aceite de oliva y especias. Los pescados y mariscos se introducen varias veces a la semana. En el caso del consumo de aves, huevos, quesos y yogurt se reduce a un consumo moderado y en el caso de la carne roja y los dulces solo en ocasiones muy especiales, quedando prácticamente fuera de la dieta.
“Una de las ventajas de la dieta mediterránea es que debido a su variedad y consumo de mayor cantidad de grasas causa mucha más adherencia para beneficio del paciente, a diferencia de la dieta Ornish. Una de sus desventajas es que puede llegar a ser más costosa, debido a la cantidad de aceite de oliva, pescados, mariscos y frutos secos”, señaló.
La Dra. Ferrer explicó que la dieta DASH quiere decir Dietery Approaches to Stop Hypertension, esta dieta es promovida por National Heart, Lung and Blood Institute de Estados Unidos y como su nombre lo indica su principal objetivo es reducir y prevenir la presión arterial. Es muy similar a la dieta Mediterránea, sin embargo, esta hace mucho más énfasis en el control del sodio, manteniendo su consumo inicialmente en 2,300 mg al día y luego reduciéndolo hasta 1,500 mg al día.
“Estas tres dietas han sido identificadas como las mejores por su beneficio a nivel cardiovascular y de salud en general. Cabe destacar que aunque entre ellas se pueden identificar algunas diferencias todas tienen en común el alto consumo de vegetales, frutas y fibra y que la fuente de grasas independientemente de la cantidad proviene de grasas saludables como son las grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas provenientes de los frutos secos”, aseguró la doctora.
De acuerdo con la especialista, otro aspecto que tienen en común estas dietas es que pueden ser usadas para promover la pérdida de peso, ya que todas se enfocan en el consumo de comida real y eliminar los alimentos ultra procesados, con los que usualmente es fácil tener un superávit calórico, promoviendo así el aumento de peso. Al tratarse de comida real y natural es más fácil controlar la cantidad de porciones y lograr llevar a cabo una dieta hipocalórica para perder peso.
“Al momento de escoger una dieta, sea cual sea el tipo u origen siempre debemos enfocarnos primero en la necesidad del paciente, así como también cual es la dieta que puede sostener y mantener por el resto de la vida. Además de esto todo cambio en la alimentación debe ir acompañado de actividad física, al menos 150 minutos a la semana de ejercicio cardiovascular y 3 a 4 días de entrenamiento de resistencia muscular”, concluyó la Dra. Ferrer.