Varios medicamentos de uso común, como antiinflamatorios, descongestionantes, antidepresivos y anticonceptivos hormonales, pueden aumentar la presión arterial. Consultar al médico y monitorear la presión permite detectar estos efectos a tiempo.
Por: Katherine Ardila
El control de la presión arterial alta es un desafío que puede verse comprometido por factores inesperados. Muchas personas desconocen que diversos medicamentos de uso común, suplementos e incluso sustancias aparentemente inocuas pueden elevar significativamente los niveles tensionales o interferir con el funcionamiento de los fármacos antihipertensivos.
Antiinflamatorios no esteroideos (AINE)Los AINE, ampliamente utilizados para tratar el dolor y la inflamación, encabezan la lista de medicamentos que pueden afectar la presión arterial.
Su mecanismo de acción implica la retención de líquidos en el organismo, lo que genera un efecto directo sobre la función renal y, consecuentemente, eleva la presión arterial. Entre los principales representantes de este grupo se encuentran la indometacina (Indocin), el naproxeno sódico (Aleve, Naprelan), el ibuprofeno (Motrin IB, Advil) y el piroxicam (Feldene).
Es recomendable consultar siempre con el equipo médico sobre el analgésico más seguro para cada caso particular.
Cuando se detecta un aumento de la presión arterial relacionado con estos medicamentos, suele ser necesario implementar cambios en el estilo de vida y ajustar la medicación antihipertensiva.
Descongestionantes: alivio nasal a costa de la presión arterialLos descongestionantes, componentes habituales en medicamentos para el resfriado y la alergia, actúan estrechando los vasos sanguíneos para reducir la hinchazón nasal. Sin embargo, esta vasoconstricción genera una resistencia al flujo sanguíneo que inevitablemente eleva la presión arterial.
Principios activos como la pseudoefedrina y la fenilefrina deben ser evitados por personas con hipertensión, optando preferentemente por formulaciones específicamente diseñadas para pacientes con presión arterial alta.
Antidepresivos: el equilibrio entre salud mental y cardiovascularDiversos tipos de antidepresivos pueden influir en los niveles de presión arterial como efecto secundario de su acción sobre los neurotransmisores cerebrales. Los inhibidores de la monoaminooxidasa, los antidepresivos tricíclicos y los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina han demostrado capacidad para elevar las cifras tensionales.
Por este motivo, los pacientes bajo estos tratamientos deben realizar controles periódicos de presión arterial y discutir con su médico las alternativas disponibles si se detectan incrementos significativos.
Anticonceptivos hormonales: consideraciones especiales para mujeres hipertensasLos métodos anticonceptivos que contienen hormonas, incluyendo píldoras y dispositivos intrauterinos, representan otro factor potencial en el manejo de la presión arterial. El riesgo de desarrollar hipertensión se incrementa notablemente en mujeres mayores de 35 años, con sobrepeso o que fuman.
La solución suele encontrarse en la selección de métodos con dosis más bajas de estrógeno, que presentan menor probabilidad de afectar los niveles tensionales.
Cafeína: efectos temporales que requieren atenciónLa cafeína produce aumentos transitorios de presión arterial, particularmente en personas que no la consumen regularmente. Esta sustancia, presente en comprimidos (Vivarin, NoDoz), café, refrescos y bebidas energéticas, actúa manteniendo la dilatación de los vasos sanguíneos.
La variabilidad en el contenido de cafeína entre diferentes productos complica el establecimiento de recomendaciones universales sobre su consumo. Una forma práctica de evaluar la sensibilidad individual consiste en medir la presión arterial aproximadamente 30 minutos después de ingerir una bebida con cafeína.
Suplementos herbales: el peligro detrás de lo "natural"La creencia errónea de que los productos naturales son inherentemente seguros puede conducir a complicaciones en pacientes hipertensos. Suplementos como el árnica (Arnica montana), la efedra (ma huang), el ginseng (Panax quinquefolius, Panax ginseng), el guaraná (Paullinia cupana) y el regaliz (Glycyrrhiza glabra) contienen componentes que pueden elevar la presión arterial o interferir con la medicación antihipertensiva.
La comunicación transparente con el equipo médico sobre todos los suplementos consumidos resulta fundamental para prevenir interacciones peligrosas.
Terapias biológicas e inmunosupresores: manejo especializado necesarioLos productos biológicos utilizados en el tratamiento del cáncer y otras enfermedades, particularmente los inhibidores de la angiogénesis y algunos anticuerpos monoclonales como bevacizumab (Avastin, Vegzelma), gefitinib (Iressa), imatinib (Gleevec), pazopanib (Votrient) y ramucirumab (Cyramza), pueden elevar la presión arterial como efecto secundario.
De igual forma, los inmunosupresores prescritos tras trasplantes de órganos, incluyendo ciclosporina (Gengraf, Neoral, Sandimmune) y tacrolimus (Astagraf XL, Prograf, Envarsus XR), frecuentemente afectan los niveles tensionales, posiblemente a través de su acción sobre la función renal. Estos casos requieren monitorización estrecha y ajustes terapéuticos personalizados.
Estimulantes y drogas ilícitas: riesgos extremos para la salud cardiovascularLos estimulantes prescritos para condiciones como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, tales como el metilfenidato (Concerta, Ritalin), pueden incrementar la presión arterial al acelerar el ritmo cardíaco o provocar arritmias.
Las drogas ilícitas como anfetaminas (incluyendo metanfetamina), cocaína y éxtasis (MDMA) representan un peligro aún mayor, pues no solo elevan la presión arterial sino que pueden estrechar las arterias coronarias y dañar directamente el músculo cardíaco. El abandono de estas sustancias, con apoyo profesional a través de programas de desintoxicación y asesoramiento, resulta imperativo para preservar la salud cardiovascular.
La monitorización regular de la presión arterial y la comunicación abierta con los profesionales de la salud emergen como estrategias fundamentales para identificar y manejar estos efectos secundarios, asegurando que el tratamiento de una condición no comprometa la salud cardiovascular del paciente.