Bondad en la enfermedad de Alzheimer

Bondad en la enfermedad de Alzheimer

Por: Medicina y Salud Pública


El Alzheimer es una enfermedad degenerativa del cerebro de causa desconocida, pero de un componente genético significativo.  La enfermedad le va robando la memoria gradualmente al paciente hasta llevarlo a la muerte.  En realidad, la enfermedad afecta a toda la familia.  Frecuentemente, los familiares tienen que recibir ayuda psiquiátrica. En Puerto Rico y Estados Unidos es la cuarta causa de muerte.  En Puerto Rico hay entre 75,000 a 80,000 pacientes con Alzheimer y mueren más de 2,000 pacientes al año debido a esta enfermedad. En Estados Unidos hay sobre 5.2 millones de norteamericanos con la enfermedad y mueren más de medio millón de personas anualmente.  El Alzheimer es realmente la epidemia del Siglo 21.

Hay dos cosas que son menos malas en la enfermedad de Alzheimer, en efecto no hay nada bueno en esta enfermedad.  Lo primero es que la enfermedad provee para una larga despedida, ya que en promedio los pacientes duran 7 u 8 años y algunos mucho más tiempo.  Eso da tiempo para que los familiares se resignen a la realidad de que su ser querido va a morir en unos años, ya que nadie se salva de esta enfermedad.  Lo segundo, es que en la etapa final de la enfermedad, cuando el paciente deja de tragar y se deshidrata, el cuerpo libera lo que se conoce como endorfinas. Esta substancia le produce al enfermo una sensación de placer, tranquilidad y apacibilidad extraordinaria. La Asociación Americana de Alzheimer recomienda se le administre morfina a los pacientes de Alzheimer en su etapa terminal, se interpreta que estén teniendo dolor y angustia. Pero no hay certidumbre sobre  eso y  es muy difícil de confirmar.

El Mito de Sísifo. Foto Red Historia

Los pacientes que padecen la enfermedad de Alzheimer no se pueden suicidar. Al comenzar la enfermedad algunos expresan su deseo de suicidarse, pero lo posponen para una fecha futura y se van olvidando, hasta que nunca lo realizan.  La realización o culminación del suicidio requiere un proceso de planificación muy preciso. El suicida planifica el escenario y la forma de realizar su salida de este mundo.  El primer paciente que el doctor Jack Kevorkian ayudó a morir, fue una paciente que padecía de Alzheimer en una etapa temprana.  Ella no quería pasar por las etapas finales y horribles de la enfermedad, consultó a su esposo y familia y decidió que el doctor Kevorkian la ayudara a suicidarse. Tener un sentido o razón para vivir es el mejor antídoto o inmunidad ante la posibilidad del suicidio.

En el Mito de Sísifo, el escritor argelino plantea directamente en la primera página, “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”.  Esto es un problema individual, no colectivo.

 

Por otro lado el psiquiatra, Víctor Frankel, quien estuvo preso en cuatro campos de concentración nazis, incluyendo Auschwitz y Dachau durante la Segunda Guerra Mundial, cita a Federico Nietzsche quien en una frase célebre dijo, “Aquel que tiene un sentido de la vida, un por qué vivir, puede resistir casi cualquier cómo vivir”.

En la obra del absurdo del escritor irlandés Samuel Beckett, “Esperando a Godot”, dos vagabundos conversan, discuten, contemplan el suicidio colgándose de un árbol, pero nada ocurre.  No pueden marcharse ni suicidarse pues su finalidad en la vida es esperar a Godot.  Y Godot no vendrá, ni aparece en escena.  Esto le impide hacer nada, hasta el suicidio. Se ha interpretado que Godot es Dios. Se puede argumentar y concluir que las personas con un gran sentido de religiosidad no cometerán suicidio.

Obra de Samuel Beckett, “Esperando a Godot”. Foto: ArteHistoria

Algunos pacientes de Alzheimer por el contrario, se tornan agresivos y pueden agredir y hasta matar a su cónyuge o cuidadores.  Cuando un anciano agrede o mata a su familiar más cercano se debe investigar sobre su salud mental y no basar la investigación meramente en el acto criminal. Hay que educar a los fiscales en este aspecto.

La bondad en la enfermedad de Alzheimer estriba en que al borrar toda la memoria y al enfrentarse a la muerte, el paciente no manifiesta el miedo que le tienen a la muerte como la mayoría de los seres humanos.  Hasta los más religiosos quisieran prolongar su estadía en este mundo por más tiempo, pues la realidad es que nadie sabe cómo es el más allá. En estudios científicos se ha demostrado que los ateos y los religiosos son los que menos le temen a la muerte.  El paciente de Alzheimer no se entera que le está llegando la muerte. 

Enrique Vázquez Quintana, MD



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