El psiquiatra advierte sobre un doble obstáculo en el manejo de la enfermedad: por un lado, la complejidad diagnóstica que requiere descartar primero causas fisiológicas; por otro, los prejuicios sociales que retrasan la búsqueda de ayuda.
Por: Katherine Ardila
La esquizofrenia es un trastorno mental que puede alterar la percepción de la realidad, el pensamiento y el comportamiento de quienes la padecen.
A diferencia de lo que muchos creen, esta condición no se manifiesta únicamente a través de alucinaciones o ideas delirantes, sino que presenta un conjunto de síntomas más amplio y complejo.
El psiquiatra Jaime Torres Plata explica cómo se desarrolla este cuadro clínico: "Típicamente los pacientes que tienen ya un diagnóstico previo o aquellos familiares que sospechan que su familiar padece de una condición de esquizofrenia, presentan los famosos síntomas positivos, alucinaciones y problemas del contenido del pensamiento".
Sin embargo, el experto aclara que no todas las experiencias sensoriales alteradas equivalen a un diagnóstico de esquizofrenia. Muchas personas pueden tener percepciones distorsionadas en situaciones de estrés o fatiga extrema sin que esto indique necesariamente la presencia del trastorno.
Lo que realmente caracteriza a la esquizofrenia, es la combinación de estos síntomas con un deterioro progresivo en el funcionamiento cotidiano.
El deterioro progresivo y su impacto en la vida diaria
Ciertamente, de los aspectos más graves de la esquizofrenia, es ver cómo afecta gradualmente todas las áreas de la vida de la persona.
"El paciente se empieza a aislar, comienza a cambiar su conducta de base, empieza a tener unos reparos en sus interacciones sociales, el contenido de su pensamiento cambia porque responde a un asunto que está pasando en su cerebro, pero se refleja en la conducta".
Este cambio conductual suele ser el primer indicio que alerta a familiares y amigos. La persona afectada puede abandonar sus actividades habituales, descuidar su higiene personal o mostrar desinterés por relaciones que antes valoraba. En muchos casos, como señala el psiquiatra, estos cambios van acompañados de ideas delirantes cada vez más arraigadas:
"Ahí vienen los delirios de tipo paranoide, a veces ocurren otro tipo de delirios, a veces hay delirios místicos o delirios religiosos. Asimismo lo vemos en su autocuidado, toda su conducta y sus decisiones se van deteriorando".
Añade que, algunos pacientes "Creen que su vida corre peligro, y eso es lo más clásico, o además de que tienen un pensamiento que es errado, alegan que están escuchando algún tipo de mensaje, y de alguna manera impacta la relación con su pareja, con sus padres o con los compañeros de trabajo".
El crucial proceso de diagnóstico y tratamiento
Ante la sospecha de esquizofrenia, el especialista recomienda consultar primero a un médico de cabecera para descartar causas fisiológicas. Si los síntomas persisten, el siguiente paso es acudir a un psiquiatra.
No obstante, el experto en salud mental reconoce el estigma social, que en parte, retrasa algunos diagnósticos: "Nadie quiere decir que está viendo un psiquiatra, nadie quiere que lo tilden de que está mal de la mente".
"Es bien difícil en nuestra sociedad y con todos los tabús y todos los tapujos que existen, pensar que uno tiene un problema, sobre todo en los padres, en los hermanos, en los esposos y esposas, ´ah no, eso es que no ha dormido bien, eso es que ha tenido un mal mes´, porque siempre hay una excusa."
Esta resistencia al diagnóstico, sumada al estigma social que rodea a los trastornos mentales, puede retrasar el acceso al tratamiento adecuado. Sin embargo, como advierte el especialista, la detección temprana es importante para prevenir el deterioro irreversible de las capacidades del paciente.
El desafío de la adherencia terapéutica
Una vez establecido el diagnóstico, el mayor reto clínico suele ser garantizar la continuidad del tratamiento. El psiquiatra menciona: "Los medicamentos no son una panacea, no existe un medicamento, ni de salud física ni de salud mental que resuelva el problema de inmediato".
La esquizofrenia, al igual que otras enfermedades crónicas, necesita un manejo a largo plazo que combine medicación con apoyo psicosocial. El especialista insiste en que el tratamiento farmacológico debe complementarse necesariamente con terapia psicológica y el involucramiento activo de la red de apoyo del paciente.
"Debemos entender que la condición, si se trata desde el principio, podemos mantener una calidad de vida. Y la clave es esa, la adherencia al tratamiento farmacológico, adherencia a las citas del psicólogo o del psiquiatra", asegura el experto.
Prejuicios sociales de la esquizofrenia: La violencia
Finalmente, y en uno de sus señalamientos más contundentes, el Dr. Torres desmiente el estereotipo peligroso que vincula la esquizofrenia con conductas violentas: "No existe ningún estudio que haya validado consistentemente que un paciente esquizofrénico sea más violento que cualquier otro ciudadano".
Aclara que cuando aparecen comportamientos agresivos, estos responden generalmente a factores externos como la falta de tratamiento o el consumo de sustancias, no a la condición en sí misma.
"Si el paciente es adherente con su tratamiento, no tiene un uso concurrente con otras sustancias que sean psicoactivantes, y tiene buenos recursos de apoyo, no debería ser más o menos peligroso que cualquier otra persona", concluye.