Del abuso al crimen: ¿Qué explica la conducta de un padre frente a la violencia hacia su hija?

El caso de Miguel Ángel González, acusado de asesinar al agresor de su hija, ha abierto un debate complejo entre la empatía social, la salud mental, la cultura y los límites legales.

Por: Mariana Mestizo Hernández


El caso de Miguel Ángel González Vargas, un hombre de 60 años residente en Arecibo, ha provocado una intensa reacción en la opinión pública puertorriqueña. González fue acusado de asesinar a su exyerno, Whisler Jared Rancel Galarza, de 21 años, luego de que este agrediera físicamente a su hija.

Los hechos ocurrieron recientemente y han reavivado el debate sobre los límites de la justicia personal ante situaciones de violencia doméstica. Un juez encontró causa probable contra González por asesinato y violación a la Ley de Armas, y le impuso una fianza de 200 mil dólares, lo que llevó a su ingreso inmediato a prisión.

Pocas horas después, su hija creó una campaña de recaudación en línea para reunir el dinero de la fianza. En menos de un día, logró recaudar más de 70 mil dólares, acompañada de un aluvión de mensajes de solidaridad que, en su mayoría, apuntaban a un mismo argumento: la violencia de género no puede ser tolerada y el sistema no debería proteger a los agresores.

Para analizar las dimensiones psicológicas del caso, el Dr. José Pons, psicólogo clínico y forense ofreció su perspectiva en una entrevista exclusiva con la revista Medicina y Salud Pública. "Yo soy padre y empatizo con el dolor de Miguel Ángel González, pero no empatizo, no estoy de acuerdo con el hecho de que él tomó la justicia en sus manos", afirmó.

¿Está en crisis el contrato social?

Por otra parte, el caso también ha sido interpretado como una manifestación de una crisis más amplia, vinculada a la relación entre ciudadanía, legalidad y emociones colectivas. Algunos expertos han llamado la atención sobre la necesidad de observar con cautela lo que este tipo de reacciones puede implicar para la cultura jurídica y el respeto por el debido proceso.

 "Esto refleja un problema de fondo en nuestra sociedad, que también se observa en Estados Unidos, donde se ha comenzado a desdibujar el Estado de Derecho y ciertos principios de justicia social. Lo que hizo este padre, dentro de su dolor, fue salirse de los parámetros legales, y eso, aunque comprensible emocionalmente, sigue siendo un delito. Me preocupa que el dolor nuble la visión sobre lo que está en juego", señala.

El caso continúa generando posturas encontradas y evidencia la complejidad de abordar situaciones en las que la violencia, la justicia y el dolor familiar se entrecruzan. Más allá de los hechos inmediatos, plantea interrogantes sobre el lugar que ocupa el Estado en la protección de las víctimas y en la preservación del orden legal.

Atenuantes legales y psicológicos: ¿hay lugar para ellos en este caso?

En ese mismo análisis, surgen preguntas sobre posibles atenuantes desde el punto de vista psicológico o legal. El Dr. Pons explicó que existen figuras como el "impulso irresistible" o la "inimputabilidad", conceptos que en determinados contextos podrían influir en la valoración de un acto violento.

"Yo no soy abogado, pero en lo legal existía algo llamado impulso irresistible. El ejemplo clásico es el del hombre que llega inesperadamente a casa, encuentra a su esposa con otro hombre y, en estado de shock, reacciona violentamente. También está la inimputabilidad, cuando alguien actúa ausente de sus facultades por psicosis, discapacidad intelectual o trauma severo. Pero para probar eso en corte se necesita literalmente Dios y su ayuda", afirmó.

No obstante, el especialista fue enfático al señalar que estos elementos no aplican en este caso. A su juicio, la secuencia de los hechos indica planificación, pues el acusado actuó y luego se entregó voluntariamente a las autoridades. Por tanto, no existirían atenuantes que lo eximan de responsabilidad penal.

Desconfianza institucional y violencia doméstica: un escenario complejo

A medida que avanza la discusión pública, también emergen cuestionamientos sobre la confianza ciudadana en las instituciones encargadas de procesar casos de violencia doméstica. Aunque se han implementado reformas para agilizar los procesos judiciales, persisten dudas sobre su eficacia real.

"Aquí hay otro asunto debajo de la mesa. Yo no sé si esta persona tenía mucha fe en el proceso judicial nuestro, que ha mejorado con las cortes especializadas. Pero la realidad es que muchos agresores salen a la calle. Es bien cuesta arriba probar que existe violencia doméstica, incluso cuando se llevan testigos. Yo conozco casos donde los jueces han puesto en tela de juicio lo que dice la víctima", destaca.

Según el experto, esta percepción de ineficacia institucional podría estar alimentando la simpatía social hacia actos de justicia por cuenta propia. En ese sentido, advierte que el caso representa un reto significativo para el sistema judicial. La decisión que adopten los tribunales, sostiene el experto, enviará un mensaje sobre los límites legales y éticos frente a hechos impulsados por el dolor o el respaldo popular.

El peso de los valores culturales en la conducta y la opinión pública

El análisis también ha incorporado perspectivas culturales que podrían estar influyendo tanto en la conducta del acusado como en la reacción de apoyo colectivo. Desde la psicología, se ha planteado que ciertos mandatos sociales ligados a los roles tradicionales de género aún tienen peso en la manera como algunas personas interpretan el deber de protección.

El psicólogo clínico señaló que, aunque estos factores pueden ofrecer una explicación desde lo psicológico, no necesariamente constituyen una defensa válida ante la justicia. "Psicológicamente podemos hablar de una cultura tradicional puertorriqueña machista, que asigna roles protectores a la figura paterna. Pero eso no avala que alguien actúe sin juicio. La realidad es que esa misma cultura también valora el no hacer daño y el actuar con mesura", indicó.

A juicio del especialista, el hecho de que la agresión hacia la hija fuese real e inminente no justifica que el padre haya actuado por fuera del marco legal. Tampoco considera viable que una defensa basada en elementos culturales sea suficiente ante un tribunal, especialmente si el caso se ventila ante un jurado.

El trauma como otro factor que no puede ser ignorado

Otro ángulo que ha sido considerado desde la psicología es el impacto del trauma en los familiares de las víctimas de violencia doméstica. En muchos casos, el entorno inmediato también resulta afectado emocionalmente, lo cual puede influir en sus reacciones ante situaciones extremas.

Desde esta perspectiva, podría argumentarse que el padre actuó bajo los efectos del trauma generado por la agresión hacia su hija. "En los ciclos de violencia doméstica no solo se perjudica a la víctima; los familiares también resultan afectados. Es posible que se intente presentar que este hombre reaccionó desde un estado de trauma ocasionado por lo que vivió su hija. Y hoy sabemos que el trauma puede alterar el sistema nervioso, la genética y los valores que guían la conducta de una persona", explicó.

El especialista también recordó que la violencia doméstica representa un problema estructural y persistente en la sociedad. Las estadísticas más recientes reportan cifras preocupantes tanto a nivel local como internacional. 

En Puerto Rico, solo en el último año, se documentaron más de seis mil querellas, mientras que el número de feminicidios ha oscilado entre veinte y veinticinco casos anuales en los últimos años. Las órdenes de protección también han ido en aumento.

Prevenir desde la raíz: hogar, escuela y comunidad

Para el psicólogo Dr. Pons, abordar la violencia doméstica desde sus raíces es esencial si se quiere evitar que tragedias como esta se repitan. Su llamado apunta a un enfoque integral, preventivo y sostenido en el tiempo.

"El único modo de bregar con la violencia es comenzar de abajo hacia arriba. La prevención es la clave. Cuando hay violencia doméstica en una familia, hay que asumir que los niños están aprendiendo a manejar sus emociones a través del golpe, la intimidación y la agresión. La escuela debe acompañar ese proceso; si se deja solo en manos del hogar, deshacemos nuestra sociedad", afirmó. 

Además, destacó la necesidad de formar ciudadanos con un sentido moral sólido, capaces de identificar el abuso y acceder a herramientas de protección.

Desde esta perspectiva, la respuesta legal es apenas una parte del abordaje. La atención efectiva, concluyó, comienza en el hogar, se fortalece en la escuela y se consolida en la comunidad.





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