Solo un porcentaje reducido de personas que viven eventos traumáticos desarrolla Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT).
Por: Mariana Mestizo Hernández
Existen eventos en la vida de las personas que pueden generar un trauma. En algunos casos, este trauma deriva en un trastorno de estrés postraumático, una condición que se manifiesta cuando el recuerdo del evento traumático reactiva el malestar psicológico, como si la situación se repitiera.
Para comprender mejor cómo se originan los traumas y el estrés postraumático, el Dr. José Pons, reconocido científico y especialista en psicología clínica y forense, explica que "un trauma es un evento o situación que sobrepasa la capacidad de una persona para afrontarlo".
Del trauma al trastorno: ¿Cuándo se convierte en estrés postraumático?No obstante, el especialista aclara que experimentar un trauma no significa quedar atrapado en él de forma permanente. "Que una persona no pueda afrontar una situación en un momento dado no quiere decir que no pueda hacerlo después, con ayuda, con tiempo, con nuevas herramientas", afirmó, destacando la posibilidad de recuperación.
Prevalencia y factores de riesgo del TEPT
El experto también resalta que la mayoría de las personas ha enfrentado situaciones potencialmente traumáticas, como accidentes automovilísticos o fenómenos naturales. Sin embargo, solo un porcentaje reducido desarrolla trastorno de estrés postraumático.
Las cifras varían, y algunas investigaciones reportan prevalencias tan bajas como el 10, 12 o 15 por ciento, e incluso menores, dependiendo de múltiples factores individuales y contextuales.
El estrés que ocasiona el trauma se mantiene en el tiempo e incluso puede multiplicarse. La vida de la persona, sus pensamientos, su memoria y las sensaciones físicas, olfativas o visuales pueden reactivarse en cualquier momento.
Todo eso emerge y revive con la emoción que se sintió al momento del trauma. Como lo señala el Dr. José Pons: "Eso ya viene siendo un trastorno de estrés por trauma o postraumático."
Trauma bélico y origen del estudio clínico del TEPT
Durante mucho tiempo, el trastorno de estrés postraumático fue asociado principalmente a experiencias bélicas. Se hablaba de soldados que, al enfrentar situaciones cotidianas que les recordaban el combate, reaccionaban con una violencia extrema, como si estuvieran nuevamente en medio de la guerra. Ese tipo de comportamientos fue una de las primeras manifestaciones claras del PTSD (por sus siglas en inglés).
"Definitivamente, ese tipo de trauma fue lo que abrió las puertas a la comunidad científica a entender el trauma verdaderamente, porque estas personas que desarrollaban PTSD (Trastorno de Estrés Postraumático), algunos de los cuales no traían un historial que les sensibilizara a eso, pero que tuvieron tantas pérdidas de personas queridas, amistades, donde incluso perdieron una parte del cuerpo, donde estuvieron en situaciones a punto de perder la vida porque fueron atacados de diversos francos y casi escasamente pudieron salir."
El impacto de la violencia sexual y el maltrato infantil
El especialista explica que, debido a la frecuencia y gravedad de estas vivencias, estas personas comenzaron a presentar un cuadro clínico de estrés mental postraumático. A partir del estudio de estos casos, se empezó a comprender que otras experiencias (como el abuso sexual en mujeres desde la infancia, el maltrato físico en niños o crecer en hogares disfuncionales) también pueden desencadenar formas severas de estrés postraumático.
El Dr. Pons también subrayó la existencia de una reacción poco comprendida por muchas personas: la respuesta de congelación. Esta respuesta forma parte del repertorio natural del cerebro humano ante situaciones de amenaza extrema y, aunque no siempre se visibiliza como otras reacciones, tiene un trasfondo neurobiológico muy concreto.
"No tiene exactamente lo que dijiste y se llama la respuesta de congelación, y es una respuesta que nosotros tenemos donde la persona, tú lo mencionaste, se queda atónito, donde la persona se queda paralizada, porque el cerebro de nosotros tiene eso como mecanismo para no levantar sospecha cuando nos están buscando".
Evidencia neurobiológica de la parálisis emocional
El especialista explicó que este tipo de respuesta se ha estudiado ampliamente en animales, particularmente en ratas, donde se mide el condicionamiento al shock eléctrico observando su inmovilidad como indicador de estrés. En los seres humanos, el fenómeno también ocurre: algunas personas se "congelan" ante el trauma, no porque lo elijan, sino como un mecanismo de defensa ante una sobrecarga emocional.
Además, el experto indicó que este congelamiento muchas veces se acompaña de un proceso de adormecimiento físico y emocional: "Es tan intenso el estrés que sienten, que el organismo trata de compensar con otras hormonas, como endorfinas, para tratar de controlar un poco el dolor que emana de la respuesta de estrés descontrolada, y la persona entonces queda paralizada."
Esta reacción ha sido observada, por ejemplo, en soldados que, durante el combate, quedaron completamente inmovilizados. Pero también se presenta con frecuencia en mujeres que fueron abusadas sexualmente durante su infancia.
Disociación: fragmentación psíquica frente al trauma
En esos casos, el especialista destaca dos estrategias de afrontamiento que se activan durante el acto traumático: por un lado, el cuerpo puede paralizarse, especialmente cuando hay una amenaza física directa; por otro, la mente puede "irse" a otro lugar, como parte de una disociación. Esa disociación, si se mantiene en el tiempo, puede convertirse en una respuesta automática ante futuros eventos estresantes.
Además también advirtió que el trastorno de estrés postraumático tiene diferentes niveles de impacto en la vida de quienes lo padecen, y en muchos casos puede llegar a ser completamente incapacitante. Explicó que es común observar este fenómeno en veteranos de guerra, quienes al regresar a la vida civil pueden presentar conductas impulsivas, reactivas o agresivas, como respuesta a estresores que su mente aún asocia con situaciones de peligro extremo.
"Hay veteranos que pierden la capacidad para tolerar estresores y sacan el puño porque donde estaban ellos tenían que defenderse... estaban acostumbrados a la defensa y se quedaron ahí", puntualizó.
Trauma complejo y alteración del circuito de saliencia
Según el especialista, hay autores que describen el trauma como una especie de congelamiento en el tiempo. Es decir, la persona permanece anclada psicológica y emocionalmente al momento en que ocurrió el hecho traumático (ya sea una guerra, un accidente, un episodio de abuso sexual o violencia doméstica) y, desde ese lugar, interpreta todo lo que ocurre a su alrededor. Este fenómeno está relacionado con lo que se conoce como el circuito de saliencia, el cual filtra toda percepción bajo una lente de amenaza constante.
En cuanto a las alternativas terapéuticas, el Dr. Pons destacó el modelo TARGET, desarrollado por el Dr. Julian Ford, enfocado especialmente en traumas infantiles. También mencionó técnicas como el NeuroBiofeedback, que permiten a la persona reconectar con su cuerpo y regular sus respuestas fisiológicas al estrés, así como terapias específicas para abordar la disociación.
Esta última, explicó, ocurre cuando partes de la mente se separan del yo central para protegerlo del impacto emocional. En casos graves, puede derivar en condiciones anteriormente conocidas como personalidad múltiple.
Desde su experiencia académica y clínica, subrayó que la recuperación es posible, aunque requiere una intervención integral que abarque el plano cognitivo, emocional y médico. Muchos pacientes necesitan acompañamiento psiquiátrico debido a la intensidad de los síntomas, como el insomnio, la ansiedad crónica y la fatiga mental extrema.
"Es un redondel de muchas calles... ¿para dónde yo cojo? Si cojo para trauma, si cojo para disociación, si cojo para depresión mayor... Pero todos y cada una de esas cosas que te dije, por fuerte que suenan, todos se pueden bregar y mejorar", añade.
Epigenética del trauma: la herencia del sufrimiento
Aunque su especialidad no es la epigenética, el Dr. José Pons abordó brevemente este campo para explicar cómo el trauma colectivo y sus efectos pueden transmitirse entre generaciones. Según explicó, la epigenética estudia cómo el ambiente influye sobre el sistema nervioso, y este a su vez actúa sobre el genoma, activando o silenciando ciertos genes.
Como ejemplo ilustrativo, mencionó un caso ampliamente documentado: durante la Segunda Guerra Mundial, un pueblo en Holanda quedó sitiado por fuerzas nazis durante varios meses. Privados de alimento y agua, sus habitantes se vieron obligados a sobrevivir con raíces y restos orgánicos.
Años después, investigaciones revelaron que los tataranietos de aquellas personas presentaban alteraciones gastrointestinales, sin antecedentes previos a 1942. "Si eso no explica cómo funciona la epigenética, no sé qué lo haría", comentó.
Estos hallazgos, señaló, han sido desarrollados por investigadoras como Rachel Yehuda, cuyas publicaciones sobre epigenética, trauma y herencia han sido ampliamente reconocidas, especialmente en contextos como el del Holocausto.
Yehuda estudió a sobrevivientes que emigraron a ciudades como Nueva York, Boston y Chicago, y encontró que muchos seguían manifestando síntomas del trastorno de estrés postraumático (PTSD), décadas después de los hechos.
El Dr. Pons explicó que este tipo de trauma altera la biología del cuerpo de forma permanente, reorganizando sistemas esenciales como el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, responsable de las respuestas de huida, defensa o congelamiento, así como del nervio vago, implicado en procesos de relajación y regulación emocional. Sin intervención médica, psicológica o psiquiátrica, estas alteraciones pueden persistir a lo largo de toda la vida.
Adicionalmente, se refirió a cómo estos procesos también generan una forma de anticipación ansiogénica, es decir, una activación emocional desbordada frente a un evento que aún no ha ocurrido pero que se percibe como inevitable o catastrófico. Esta reacción, explicó, es parte de un aprendizaje adaptativo y biológico que puede darse frente a amenazas individuales, grupales o nacionales.
Sin embargo, aclaró que no todo estrés es negativo. "No quiero que las personas que nos escuchan piensen que el estrés es el diablo. Ahora mismo yo estoy en estrés porque quiero transmitir bien, quiero contestar tus preguntas. Pero es un estrés placentero", puntualizó. El problema, advirtió, surge cuando el estrés es extremo, prolongado o anticipatorio de un cambio irreversible en la vida o el entorno de la persona. En ese punto, el estrés deja de ser adaptativo y se convierte en tóxico.