Las causas son multifactoriales y van más allá de los hábitos individuales, con factores biológicos como mayor exposición al estrógeno, obesidad y pubertad temprana, junto con factores ambientales.
Por: Katherine Ardila
Una revelación del último informe de la Sociedad Estadounidense del Cáncer (ACS) aseguró que la enfermedad está incrementando su presencia en la población joven, y con un marcado rostro femenino.
Los datos indican que las mujeres representan dos tercios de todos los diagnósticos oncológicos en personas menores de 50 años, delineando una tendencia persistente y creciente que los expertos buscan desentrañar.
Aunque las muertes por cáncer continúan su tendencia general a la baja, una noticia alentadora impulsada por avances médicos, este desplazamiento en la incidencia plantea urgentes interrogantes sobre sus causas, que parecen entrelazar biología, ambiente y sociedad.
Una carga desproporcionada y en ascensoDurante décadas, el cáncer se consideró predominantemente una enfermedad de hombres mayores. Mientras los adultos mayores de 65 años aún representan la mayoría de los diagnósticos, la incidencia en grupos de edad más jóvenes muestra un claro sesgo de género.
El informe revela que dos tercios de todos los cánceres diagnosticados en personas menores de 50 años se dan en mujeres, afirma Mary Beth Terry, profesora de epidemiología de la Universidad de Columbia y directora ejecutiva del Silent Spring Institute.
Este patrón, según análisis históricos, lleva al menos tres décadas instalado. Los cánceres que más impulsan esta disparidad son el de mama y el colorrectal, cuyas tasas crecen más rápido en mujeres jóvenes que en mayores.
A estos se suman las mayores incidencias de cáncer de tiroides, cuello uterino y útero. En los hombres jóvenes, aunque la tendencia general es estable, se observan aumentos en leucemia y cáncer testicular y de riñón.
Más allá del individuo: factores ambientales y sociales en la miraLos expertos coinciden en que las causas de este aumento son complejas y multifactoriales. Resulta llamativo, señala Terry, que estos cánceres sean más comunes a pesar de que las tasas de tabaquismo, un factor de riesgo tradicional clave, hayan alcanzado mínimos históricos.
Esto sugiere que el riesgo trasciende los hábitos individuales. "Los factores previos y los factores locales sin duda influyen en la distribución del cáncer, pero también en los resultados posteriores", afirma Terry. "No se trata solo de lo que hace la persona".
La genética, aunque fundamental, no puede explicar por sí sola un cambio tan marcado en pocas décadas. "Antes, se pensaba que «si eres joven y tienes cáncer, es solo cuestión de genes, y si eres mayor y tienes cáncer, es solo cuestión del entorno», dice Terry. «Pero la realidad es que siempre son ambas cosas».
La investigación apunta ahora a una confluencia de tendencias biológicas, ambientales y sociales.
Posibles desencadenantes biológicos y ambientalesEntre los factores biológicos, la exposición al estrógeno juega un papel crucial, especialmente en el cáncer de mama. Cuanto más temprana es la menarquia y más ciclos menstruales tiene una mujer en su vida reproductiva, mayor es la exposición a los ciclos de estrógeno y progesterona, lo que eleva el riesgo.
La tendencia a una pubertad más precoz, posiblemente vinculada a la obesidad infantil, y las decisiones reproductivas, como tener el primer hijo a edades más tardías o no tener hijos, aumentan esta exposición acumulativa.
La obesidad en sí misma es otro factor de riesgo principal, no solo para el cáncer de mama sino también para el colorrectal en jóvenes. Otis Brawley, oncólogo de Johns Hopkins, lo describe como un "desequilibrio energético", vinculado a dietas ricas en ultraprocesados y carnes rojas, y a la falta de actividad física.
En el ámbito ambiental, la exposición a contaminantes suscita gran preocupación. "Durante demasiado tiempo, hemos intentado centrarnos únicamente en los factores de riesgo individuales", añade, pero factores previos como los contaminantes del aire, el agua y el suelo también tienen efectos masivos en la distribución de los cánceres y sus consecuencias.
Se investiga el vínculo entre sustancias químicas permanentes (como los PFAS) y cánceres de tiroides y riñón, en un contexto de regulación aún insuficiente.
Paralelamente, no se puede descartar que parte del aumento observado se deba a una mejor y más temprana detección, especialmente en el cáncer de mama gracias a las mamografías, lo que en sí mismo es una noticia positiva.
Prevención personal y acción políticaFrente a estos datos, los especialistas enfatizan que el pánico no es útil, pero la acción sí lo es.
Para las personas, las estrategias de prevención siguen siendo poderosas: evitar todo producto de tabaco, mantener un peso saludable mediante dieta equilibrada y actividad física, limitar el alcohol, vacunarse contra el VPH y la hepatitis B, y participar en los programas de cribado recomendados.
No obstante, la prevención individual tiene límites. "No se trata solo de lo que hace cada individuo", añade Terry. "Mucho depende de las políticas".
Se requiere una acción colectiva para regular contaminantes, garantizar entornos saludables y, de manera crítica, asegurar un acceso equitativo a la atención médica de calidad. Las disparidades raciales en los resultados del cáncer, señala Brawley, no se solucionan solo con más pruebas de detección, sino con sistemas que aseguren un tratamiento adecuado y oportuno para todos.
La lucha contra el cáncer en los jóvenes, concluyen, es tanto una responsabilidad personal como un imperativo de salud pública.