Un nuevo estudio revela que la ausencia de bacterias intestinales reduce el daño cerebral tras un accidente cerebrovascular.
Por: Laura Guio
Aunque la microbiota intestinal es conocida por relacionarse con el sistema digestivo, se ha demostrado que tiene una influencia con el sistema inmune, el metabolismo e incluso el cerebro, debido a que las bacterias presentes en en la flora, pueden modular respuestas inflamatorias, cognitivas o neurodegenerativas.
El eje intestino-cerebro está considerado, cada vez más, como un terreno fértil en la investigación de nuevas terapias. Uno de los campos donde esta relación comienza a arrojar luz es en el ictus, una enfermedad de gran impacto sanitario en España.
El ictus en cifras: Un problema de salud pública
Cada año se registran aproximadamente entre 110.000 y 120.000 nuevos casos de ictus, según los datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN). De ellos, en torno a 25.000 terminan en fallecimiento, mientras que muchos de los supervivientes experimentan secuelas o discapacidad.
El daño cerebral provocado por una obstrucción en el flujo sanguíneo genera una cascada de procesos inflamatorios que pueden agravar la lesión inicial.
En este contexto, un equipo de investigadores alemanes ha descubierto que el estado de la microbiota intestinal podría tener un impacto directo en la severidad del daño tras un ictus isquémico.
Menos microbiota, ictus menos gravesEl estudio, publicado en Journal of Neuroinflammation, analizó cómo la presencia o ausencia de microbiota influye en la activación de neutrófilos, células inmunes que participan de forma activa en la inflamación cerebral tras un accidente cerebrovascular.
Los ratones libres de gérmenes o tratados con antibióticos para eliminar sus bacterias intestinales presentaron menos activación de neutrófilos, menor daño cerebral y mejores resultados funcionales que aquellos con microbiota normal.
El equipo observó que, en ausencia de microbiota, los neutrófilos adoptaban un fenotipo más inmaduro, con menor expresión de marcadores inflamatorios y una menor liberación de trampas extracelulares (NETs), estructuras que suelen potenciar el daño vascular.
En cambio, cuando los ratones eran colonizados con microbiota, los neutrófilos mostraban una activación más agresiva que se asociaba con mayor volumen de infarto y déficits motores más severos.
El papel dual de los neutrófilosSegún los investigadores, este estudio ha demostrado que "la manipulación de la microbiota modula el tráfico de leucocitos y la señalización metabólica, ofreciendo posibles vías para mitigar la patología del infarto".
Este hallazgo sugiere que los neutrófilos pueden desempeñar un papel dual en el daño cerebral, dependiendo del contexto microbiológico del organismo.
A nivel molecular, los investigadores detectaron una alteración profunda en la composición proteica de los neutrófilos. En presencia de microbiota, estas células expresaban proteínas relacionadas con inflamación, migración celular y formación de trombos.
Por el contrario, en los ratones sin microbiota se activaban rutas vinculadas con la organización del citoesqueleto, la reparación tisular y la regulación negativa de la inflamación.
Una nueva vía terapéuticaComo parte de su investigación, el equipo también comprobó que la eliminación de neutrófilos en ratones sin microbiota aumentaba el daño cerebral, lo que sugiere que estas células, en su versión "juvenil" e inmadura, podrían tener efectos protectores.
Este hallazgo abre una posible vía terapéutica: manipular la microbiota para modular el tipo de respuesta inmunitaria tras un ictus.
Los investigadores proponen que intervenciones dirigidas a modificar la composición bacteriana intestinal podrían convertirse en una estrategia complementaria para reducir el daño cerebral en casos de accidente cerebrovascular.