El fármaco gabapentina, que actualmente se prescribe para controlar las convulsiones y reducir el dolor neuronal.
Por: Yolimarian Torres
El equipo de la Universidad Estatal de Ohio (Estados Unidos) descubrió que la gabapentina bloquea la actividad de una proteína que, cuando se expresa en niveles elevados tras una lesión en el cerebro o la médula espinal, dificulta el recrecimiento de los axones, las largas y delgadas extensiones de los cuerpos de las células nerviosas que transmiten mensajes.
"Cuando esta proteína está elevada, interfiere en la recuperación neurológica", explica la autora principal, Andrea Tedeschi, profesora adjunta de neurociencia en la Facultad de Medicina del Estado de Ohio.
"Imagina que esta proteína es el pedal del freno y la recuperación es el acelerador --prosigue--. Se puede pisar el acelerador, pero no se puede acelerar mientras se esté pisando también el pedal del freno. Si se empieza a levantar el pedal del freno y se pisa continuamente el acelerador, se puede acelerar mucho la recuperación. Creemos que ese es el efecto de la gabapentina sobre las neuronas, y que hay una contribución de las células no neuronales que aprovechan este proceso y lo hacen aún más eficaz", destaca.
El enfoque principal del tratamiento después de un accidente cerebrovascular isquémico es restablecer el flujo sanguíneo en el cerebro lo más rápido posible, pero esta investigación sugiere que la gabapentina no tiene ningún papel en esa etapa aguda: Los resultados de la recuperación fueron similares tanto si el tratamiento se iniciaba una hora como un día después del ictus.
Los experimentos realizados en ratones, y publicados en Brain, imitaron el ictus isquémico en humanos. Los resultados mostraron que el tratamiento diario con gabapentina durante seis semanas tras el ictus restablecía las funciones motoras finas en las extremidades superiores de los animales. Los investigadores descubrieron que la recuperación funcional también continuó tras la interrupción del tratamiento.
En cambio, los efectos del fármaco se manifiestan en neuronas motoras específicas cuyos axones transportan las señales del sistema nervioso central al cuerpo que indican a los músculos que se muevan.
Los investigadores observaron que, tras el ictus, las neuronas del lado no dañado del cerebro empezaron a hacer brotar axones que restablecían las señales de movimiento voluntario de las extremidades superiores que habían sido silenciadas por la muerte de las neuronas tras el ictus. Se trata de un ejemplo de plasticidad, es decir, de la capacidad del sistema nervioso central para reparar estructuras, conexiones y señales dañadas.
"El sistema nervioso de los mamíferos tiene cierta capacidad intrínseca de autorreparación --explica Tedeschi, también miembro del Programa de Lesiones Cerebrales Crónicas del Estado de Ohio--. Pero descubrimos que este aumento de la plasticidad espontánea no era suficiente para impulsar la recuperación. Los déficits funcionales no son tan graves en este modelo experimental de ictus isquémico, pero son persistentes".
Las neuronas después de una lesión tienen tendencia a "hiperexcitarse", lo que provoca una señalización excesiva y contracciones musculares que pueden dar lugar a movimientos incontrolados y dolor. Mientras que la proteína receptora neural alfa2delta2 contribuye al desarrollo del sistema nervioso central, su sobreexpresión después de un daño neuronal significa que frena el crecimiento de los axones en momentos inoportunos y contribuye a esta problemática hiperexcitabilidad.
Aquí es donde la gabapentina hace su trabajo: inhibiendo las subunidades alfa2delta1/2 y permitiendo que la reparación del sistema nervioso central tras el accidente cerebrovascular progrese de forma coordinada. "Bloqueamos el receptor con el fármaco y nos preguntamos: ¿se producirá aún más plasticidad? La respuesta es sí", subraya Tedeschi.
Dado que una técnica que silenció temporalmente los nuevos circuitos revirtió los signos de comportamiento de la recuperación, Tedeschi destaca que los hallazgos sugieren que el fármaco normaliza las condiciones en el sistema nervioso dañado para promover la reorganización cortical de una manera funcionalmente significativa.
En comparación con los ratones de control que no recibieron el fármaco, los ratones que recibieron seis semanas de tratamiento diario con gabapentina recuperaron la función motora fina de las extremidades anteriores. Los investigadores observaron que, dos semanas después de interrumpir el tratamiento, las mejoras funcionales persistían. "Esto confirmó que los cambios funcionales se solidifican en el sistema nervioso", concluye Tedeschi.
La gabapentina también parecía tener un efecto en el cerebro afectado por el ictus en las células no neuronales que influyen en el momento de la transmisión del mensaje. El examen de su actividad tras el tratamiento con el fármaco sugirió que estas células pueden cambiar dinámicamente su comportamiento en respuesta a las variaciones en la comunicación sináptica, lo que permitiría un brote suave de los axones que compensaban las neuronas perdidas.
El equipo sigue estudiando los mecanismos que subyacen a la recuperación del ictus, pero Tedeschi afirma que los resultados sugieren que la gabapentina es prometedora como estrategia de tratamiento para la reparación del ictus.
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