El diagnóstico de la epilepsia es fundamentalmente clínico, lo que significa que no siempre se requieren estudios complementarios como electroencefalogramas o resonancias para identificarla.
Por: Mariana Mestizo Hernández
La epilepsia es una enfermedad crónica, lo que implica que muchas personas pueden experimentarla en algún momento de su vida. Se caracteriza por la actividad anormal de un grupo de neuronas, las cuales generan descargas eléctricas irregulares que provocan alteraciones en el funcionamiento cerebral.
"Al cerebro le encanta el caos, pero es un caos maravilloso que abarca toda su estructura. El problema surge cuando un grupo de neuronas se aísla de ese equilibrio y comienza a generar descargas eléctricas anómalas, lo que provoca cortocircuitos o manifestaciones asociadas a ellos. A esto lo conocemos como epilepsia", explicó la Dra. Vanessa Benjumea, neuróloga y epileptóloga.
Asimismo, destacó que la epilepsia no se limita únicamente a la presencia o ausencia de crisis, sino que implica una serie de consecuencias que afectan tanto a la persona como a su entorno familiar y comunitario.
Aspectos como el estado de ánimo, el sueño, el comportamiento, la independencia y la socialización pueden verse comprometidos. En este sentido, la epileptología busca brindar apoyo integral a los pacientes con epilepsia y a sus familias.
Tipos de epilepsiaPor otra parte, explicó que, en términos generales, existen dos tipos de epilepsia. La primera es la epilepsia generalizada, que afecta a todo el cerebro y está mediada por factores genéticos.
"Es propia de los niños y adolescentes, quienes, por lo demás, son personas con un examen físico normal y un desarrollo neurológico sin alteraciones", señaló. Este tipo de epilepsia requiere un abordaje específico en su tratamiento.
La segunda es la epilepsia focal, que se origina en una zona específica del cerebro y, por lo general, no está relacionada con factores genéticos.
En estos casos, puede existir una alteración estructural subyacente en el cerebro, provocada por causas como una infección neurológica, por ejemplo, meningitis, o un traumatismo craneoencefálico. A diferencia de la epilepsia generalizada, este tipo puede presentarse a cualquier edad.
Vea el programa completo aquí.
¿Quiénes pueden desarrollar epilepsia?
Además, hizo énfasis en que la epilepsia no tiene una edad específica y puede presentarse en cualquier etapa de la vida. "Hay algo que les debo decir de entrada, y es que la epilepsia no tiene edad. Eso significa que, a cualquier edad, las personas la podemos padecer.
En particular, hay dos picos: uno antes del primer año de vida y otro después de los 50 años", señaló. Destacó que, si bien muchas veces se asocia esta enfermedad con la infancia y la adolescencia, existe un número significativo de casos en adultos mayores.
¿Cómo se manifiestan las crisis epilépticas?
En cuanto a la semiología de la epilepsia, explicó que las crisis no siempre se manifiestan con sacudidas generalizadas, conocidas médicamente como crisis tónico-clónicas. Aunque este tipo de episodios es el más representado en el cine y la televisión, existen otras formas de crisis epilépticas menos evidentes.
Por ejemplo, algunas personas pueden quedarse con la mirada fija sin responder a estímulos, hacer movimientos repetitivos con la boca como si estuvieran masticando, deglutir constantemente o realizar movimientos automáticos con las manos, como si buscaran algo. Estos episodios suelen ir acompañados de una pérdida de la conciencia momentánea.
También mencionó que algunas crisis pueden comenzar con una sensación previa, conocida como aura, que sirve como advertencia de un episodio inminente. "Muchas veces, las personas sienten un aviso antes de la crisis. Puede ser que vean o escuchen cosas, o que experimenten sensaciones corporales inusuales, como una sensación de vacío, de algo que asciende en el cuerpo, similar a la de una montaña rusa, o mariposas en el estómago", explicó.
Tras esta fase inicial, la crisis puede evolucionar hacia una desconexión del entorno o hacia movimientos involuntarios más notorios, como las sacudidas generalizadas o focales.
Diagnóstico de la epilepsia
La experta también explicó la importancia de los exámenes complementarios en el diagnóstico de la epilepsia.
"A muchos pacientes les terminamos haciendo exámenes de sangre, y los exámenes de sangre son para lo siguiente: yo puedo convulsionar porque tengo una disminución del sodio en mi sangre, y eso no significa que tenga epilepsia, significa que tengo el sodio bajo y que lo tengo que corregir", señaló.
Destacando que estos análisis se utilizan para descartar otras posibles causas de convulsiones y, en pacientes que ya reciben tratamiento, evaluar cómo están tolerando la medicación.
Otro estudio clave es el electroencefalograma, aunque aclaró que "hay pacientes a los que les salen los electroencefalogramas normales a pesar de tener epilepsia", lo que significa que un resultado normal no excluye el diagnóstico. No obstante, sigue siendo una herramienta fundamental en la evaluación de la enfermedad.
Además, mencionó la importancia de los estudios de neuroimagen, como la tomografía y la resonancia magnética, esta última siendo la preferida por neurólogos y epileptólogos debido a su alta resolución para detectar lesiones cerebrales que puedan estar relacionadas con la epilepsia.
"Estamos hablando de al menos tres exámenes para obtener un diagnóstico más completo", agregó.
Tratamiento y control de la epilepsia
En cuanto al tratamiento, explicó que el objetivo principal es mejorar la calidad de vida del paciente mediante el control de las crisis. "Si hay algo maravilloso es poder ayudar de manera integral", afirmó, resaltando que uno de los pilares fundamentales del tratamiento son los anticonvulsivantes, utilizados para reducir la frecuencia e intensidad de los episodios.
La experta explicó que el objetivo del tratamiento es lograr que los pacientes alcancen la libertad de crisis o, en su defecto, reducir la frecuencia e intensidad de las mismas y facilitar una recuperación más rápida.
Además, destacó la importancia de tratar la epilepsia de manera integral, ya que no se trata solo de controlar las crisis, sino de abordar otros aspectos como el ánimo, el sueño y el comportamiento.
Por ello, en algunos casos, es necesario recurrir a medicamentos adicionales, como antidepresivos o fármacos para el control del comportamiento y el sueño, con el fin de mejorar la calidad de vida de los pacientes.
"El 50% de los pacientes con epilepsia tiene alguna alteración del ánimo subyacente", señaló, explicando que la relación entre epilepsia y trastornos del ánimo es bidireccional.
Por esta razón, los neurólogos eligen cuidadosamente los medicamentos, priorizando aquellos que no solo controlen las crisis, sino que también beneficien el estado anímico y conductual.
En cuanto a los efectos secundarios de los tratamientos, aclaró que todos los medicamentos pueden presentar reacciones adversas, aunque muchas de ellas son transitorias y desaparecen en las primeras semanas. No obstante, algunos efectos como erupciones en la piel o problemas hepáticos requieren atención inmediata y cambio de tratamiento.
Respecto a los casos en los que los anticonvulsivantes no son efectivos, indicó que "el 70% de los pacientes responde bien a estos medicamentos, pero hay un 30% cuya epilepsia no se controla con ellos". A estos casos se les conoce como epilepsia fármaco resistente, lo que significa que, a pesar de probar al menos dos anticonvulsivantes en dosis adecuadas, las crisis persisten. Para estos pacientes, existen opciones adicionales como la cirugía para retirar el foco epiléptico, la estimulación cerebral profunda y la dieta cetogénica, que han demostrado ser efectivas en algunos casos.
La dieta cetogénica es una opción complementaria en el tratamiento de la epilepsia. "Se basa en un mayor aporte de grasas saludables, una cantidad equilibrada de proteínas y una reducción en el consumo de carbohidratos.
Ahí nos damos cuenta de cuál es la relación bidireccional que tiene el cerebro y por supuesto nuestro sistema y en particular ese intestino. Entonces, a partir de la dieta también ayudamos a los pacientes a un mejor control de crisis, no solamente con la cirugía y con esa estimulación cerebral", explicó la experta.
Manejo de una crisis epiléptica en casa
Respecto al manejo de una crisis desde casa, enfatizó que es fundamental que todas las personas estén preparadas para actuar en estas situaciones, ya que cualquiera podría experimentar una convulsión en algún momento de su vida.
También es clave colocar a la persona de lado, limpiar sus secreciones y retirar cualquier accesorio que pueda dificultar su respiración, como gafas, corbatas o cinturones ajustados.
"Si la persona está vomitando o si tiene baba, lo vamos a limpiar, lo vamos a colocar en decúbito lateral y eso es de lado. Siempre un paciente con epilepsia se coloca de lado, se le limpian las secreciones y no se le mete nada en la boca", recalcó.
Otro aspecto esencial es registrar el tiempo de la crisis. En la mayoría de los casos, una convulsión generalizada dura menos de dos minutos. Si la crisis supera ese tiempo, es necesario acudir al servicio de urgencias, ya que esto indica que los mecanismos naturales del cuerpo no están logrando detenerla.
También se debe buscar atención médica inmediata si hay múltiples crisis sin recuperación entre ellas, si la persona sufre un traumatismo grave, si la crisis ocurre en una mujer embarazada o si, tras el episodio, el paciente no recupera la conciencia.
Aunque muchas personas con epilepsia y sus familias aprenden a manejar las crisis en casa sin necesidad de acudir siempre a urgencias, conocer estas indicaciones permite actuar de manera segura y oportuna en situaciones más complejas.
Epilepsia en mujeres embarazadas
En el caso de las mujeres embarazadas con epilepsia, el tratamiento requiere ajustes específicos para proteger tanto a la madre como al bebé.
"No se emplean los mismos medicamentos, o al menos no todos. Nosotros ya entendemos que hay algunos medicamentos que tienen potencial de dañar al bebé. Se llama el efecto teratogénico y teratogénico no significa malformación exclusivamente en el cuerpo. También estamos cuidando el coeficiente intelectual de nuestros bebés", explicó la especialista.
Por ello, fármacos como el ácido valproico, que tiene un alto riesgo teratogénico, se evitan en la medida de lo posible, mientras que otros como la lamotrigina presentan un perfil más seguro.
El enfoque médico incluye tres estrategias principales: en primer lugar, cuando el embarazo es planificado, se intenta modificar el anticonvulsivante antes de la gestación para elegir el más seguro. En segundo lugar, se recomienda la suplementación con ácido fólico, ya que esta vitamina ha demostrado proteger el sistema nervioso del bebé.
Finalmente, se hacen ajustes en la dosificación para minimizar los efectos adversos. "Por ejemplo, en vez de darle la lamotrigina dos veces al día, se la vamos a dar cuatro veces al día, para que cada dosis no llegue con un pico tan fuerte al bebé, sino que sea más estable a lo largo del día", añadió.