5 señales del cáncer de hígado y enfermedades que aumentan su riesgo: hepatitis, cirrosis e hígado graso

Existen factores de riesgo como hepatitis B o C, cirrosis, consumo prolongado de alcohol, hígado graso, diabetes y enfermedades hereditarias que aumentan la probabilidad de desarrollarlo.

Por: Katherine Ardila


El cáncer de hígado suele avanzar de forma silenciosa, lo que explica por qué con frecuencia se diagnostica en etapas avanzadas. Esta detección tardía impacta directamente en la supervivencia, tal como lo reflejan las cifras en Colombia, donde, a pesar de no ser el más común, registró 2.220 muertes en 2020, según la Revista Colombiana de Hematología y Oncología. 

Reconocer los síntomas iniciales y comprender los factores de riesgo se convierte, por tanto, en una herramienta crucial para mejorar el acceso temprano a tratamientos y elevar las probabilidades de éxito.

Las señales de alerta que no deben pasarse por alto

De acuerdo con lo descrito por la Clínica Mayo, el cáncer de hígado puede iniciar sin señales evidentes. No obstante, existen síntomas que suelen aparecer conforme progresa la enfermedad. 

Los cinco signos principales a los que se debe prestar atención son, en primer lugar, una pérdida de peso inexplicable. "Según la Clínica Mayo, muchas personas con carcinoma hepatocelular comienzan a bajar de peso sin proponérselo", un fenómeno que a menudo viene acompañado de una notable falta de apetito.

Otro síntoma frecuente es un dolor o molestia en la parte alta del abdomen, específicamente una sensación de peso o presión debajo de las costillas del lado derecho. 

Asimismo, la ictericia, que se manifiesta como un tono amarillento en la piel y el blanco de los ojos, es una señal clara de que el hígado no está funcionando correctamente. 

Finalmente, la hinchazón abdominal o ascitis, causada por la acumulación de líquido, provoca distensión y malestar.

Además de estas cinco señales clave, la institución médica señala que pueden presentarse otros síntomas como náuseas, vómitos, debilidad y fatiga general, así como heces de color pálido u orina anormalmente oscura.

Los factores de riesgo que exigen vigilancia

Paralelamente a reconocer los síntomas, es fundamental conocer las condiciones que elevan la probabilidad de desarrollar un cáncer primario de hígado. La evidencia médica identifica varios factores determinantes. 

Las infecciones crónicas por los virus de la hepatitis B o C figuran entre los más significativos, al igual que la cirrosis hepática, una condición que suele derivarse del alcoholismo o de infecciones virales previas.

Precisamente, el consumo excesivo de alcohol durante periodos prolongados es por sí mismo un factor de riesgo independiente y potente. También existen enfermedades hepáticas hereditarias, como la hemocromatosis o la enfermedad de Wilson, que predisponen a su desarrollo. 

En la actualidad, la diabetes y la enfermedad del hígado graso no alcohólico están ganando terreno como factores de riesgo relevantes, junto con la exposición a aflatoxinas, toxinas producidas por mohos en cultivos mal almacenados. La presencia de esteatohepatitis no alcohólica, una forma más agresiva del hígado graso, completa este panorama de factores.

Opciones terapéuticas

El manejo del cáncer de hígado depende en gran medida del tipo de tumor, la función hepática restante y, sobre todo, de la etapa en la que se detecta. Cuando el diagnóstico es temprano y el hígado conserva su funcionalidad, las opciones más curativas incluyen la resección quirúrgica o incluso un trasplante de hígado

También se emplean técnicas de ablación, diseñadas para destruir las células cancerosas sin necesidad de extirpar el tejido.

Para los casos en estadios más avanzados, la medicina ofrece procedimientos como la quimioembolización y la radioembolización, que buscan atacar el tumor de manera localizada. 

A nivel sistémico, el arsenal terapéutico incluye medicamentos dirigidos, como sorafenib o lenvatinib, y la inmunoterapia, una innovadora estrategia que ayuda al propio sistema inmunitario del paciente a reconocer y combatir las células malignas. La prontitud en la identificación de las señales marca la diferencia en la elección y el éxito de estos tratamientos.





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