Puerto Rico tiene el potencial científico y técnico para liderar la investigación sobre el metabolismo de los cannabinoides, un campo clave para entender cómo el cuerpo procesa los compuestos del cannabis y su impacto en la salud humana.

Puerto Rico se encuentra equipado para destacarse a nivel mundial en el estudio del
metabolismo de los cannabinoides, un campo científico emergente con gran potencial. Como
químicos, entender cómo el cuerpo procesa diferentes compuestos es esencial para saber
cómo estos afectan la salud humana. En el caso de los cannabinoides: son moléculas que
provienen de la planta de cannabis, ese proceso es particularmente complejo. Cuando una
persona consume cannabinoides, su cuerpo los transforma mediante una serie de reacciones
enzimáticas que pueden variar mucho de persona a persona. Estudiar cómo ocurren estos
cambios nos ayuda a desarrollar mejores tratamientos médicos, establecer normas de
seguridad para consumidores, y tomar decisiones de salud pública más informadas.
Sin embargo, a pesar del potencial, avanzar en esta área en Puerto Rico no es fácil. Existen
trabas reglamentarias tanto a nivel federal como local. Por ejemplo, aunque en la Isla el
cannabis medicinal está permitido por ley, a nivel federal todavía está clasificado como una
sustancia restringida. Esta contradicción complica no solo la aprobación de investigaciones, sino
también cómo se pueden aplicar sus resultados en tratamientos para pacientes. Aquí, el
problema no es falta de interés o capacidad científica, sino la ausencia de una ruta clara dentro
del marco legal.
El asunto se vuelve aún más urgente con la llegada al mercado de productos derivados del
cáñamo, como bebidas que contienen extractos con niveles notables de delta-9-
tetrahidrocannabinol (?9-THC), el componente psicoactivo del cannabis. Esto crea una zona gris
entre lo que se considera "cáñamo no intoxicante" y el cannabis regulado, generando
preguntas importantes sobre seguridad, etiquetado y percepción pública. Mientras tanto, los
programas de cannabis medicinal buscan estandarizar dosis y fórmulas para garantizar
tratamientos seguros y efectivos. Estos dos caminos—el de los productos comerciales y el de la
medicina—avanzan en paralelo, pero sin mucha coordinación entre sí.
Para Puerto Rico, este reto también representa una oportunidad. Si logramos desarrollar un
marco científico que estudie el metabolismo de los cannabinoides tanto en contextos médicos
como recreativos, podemos aportar datos clave a nivel internacional. Desde aquí, los químicos
puertorriqueños pueden ayudar a responder preguntas como: ¿Metaboliza el cuerpo de igual
forma los cannabinoides presentes en bebidas que los de medicamentos con control de
calidad? ¿Qué riesgos surgen cuando las personas consumen productos con niveles variables de
delta-9 que se etiquetan como "cáñamo"? ¿Cómo puede la regulación local distinguir mejor
entre innovación, seguridad y valor terapéutico?
Puerto Rico cuenta con el talento, las instituciones y la relevancia cultural para liderar esta
discusión. Pero para lograrlo, hay que navegar un panorama reglamentario complicado, con
transparencia y con un compromiso firme con la ciencia. Si lo hacemos bien, no solo
fortaleceremos nuestro perfil científico, sino que también podremos asegurar que sea la
evidencia—y no la confusión—la que guíe la conversación pública sobre los cannabinoides.