Requisitos de eutanasia en Colombia: Enfermedad incurable, sufrimiento sin dignidad y voluntad anticipada

En un país con una historia marcada por la violencia, hablar de una muerte sin dolor, sin sufrimiento y desde la voluntad personal, es también una forma de construir paz.

Por: Laura Guio


Colombia es uno de los pocos países del mundo donde la eutanasia es un derecho legalmente reconocido, pero su sustento jurídico no proviene de una ley aprobada por el Congreso, sino de sentencias de la Corte Constitucional. 

Por lo mismo, en una entrevista exclusiva de la Revista Medicina y Salud Pública, con Lina Paola Lara Negrete, directora ejecutiva de la Fundación Pro Derecho a Morir Dignamente, detalla el estado legal de la eutanasia en Colombia, los desafíos culturales y médicos, y la profunda dimensión espiritual que acompaña esta decisión.

“Hay legislación solo sobre el cuidado paliativo, pero no sobre la eutanasia. Todo lo demás está regulado por jurisprudencia”, explica Lina Paola Lara Negrete. Y aclara: este derecho es exclusivo para ciudadanos colombianos. “No existe el turismo eutanásico.”

Desde 1997, cuando la Corte despenalizó la eutanasia, han sido múltiples los intentos de legislarla: “17 proyectos de ley en 27 años, y ninguno ha sido aprobado”, señala Lara Negrete. Solo hasta 2015 el Ministerio de Salud reglamentó el acceso al procedimiento, marcando un hito en la implementación práctica del derecho.

Tres requisitos para acceder a la eutanasia 

Actualmente, para acceder a la eutanasia se deben cumplir simultáneamente tres condiciones:

  • Tener un diagnóstico de enfermedad grave e incurable.

  • Estar experimentando sufrimiento físico o psíquico incompatible con la dignidad personal.

  • Haber dejado constancia clara e inequívoca de su voluntad, a través de un Documento de Voluntad Anticipada.

  • Colombia, destaca la directora de la Fundación, ha dado pasos de vanguardia al no requerir que el paciente esté en etapa terminal, contrario a otros países. “Basta con el diagnóstico de enfermedad grave e incurable”, subraya.

    Las cifras y el acceso real al procedimiento

    En 2023 se presentaron cerca de 800 solicitudes de eutanasia, una cifra marginal si se compara con los más de 28 millones de adultos en el país. 

    “Esto demuestra que no es una práctica masiva, sino un derecho muy específico que requiere más información y pedagogía”, apunta Lara Negrete.

    El procedimiento, además, se considera de bajo costo en comparación con otras prácticas hospitalarias como la estancia en UCI. Sin embargo, el acceso no es igualitario: en regiones apartadas del país puede convertirse en un procedimiento de mediano costo, dependiendo de la infraestructura y la formación médica disponible.

    Vea programa completo aquí:

    Objeción de conciencia sí, pero solo individual

    Uno de los puntos sensibles es la ética médica. Lara Negrete aclara que ningún profesional está obligado a practicar la eutanasia si va contra sus convicciones personales, ya que existe el derecho a la objeción de conciencia individual. 

    Sin embargo, las instituciones de salud sí están obligadas a garantizar el derecho, asegurando que haya un profesional dispuesto a realizar el procedimiento.

    “El juramento médico ha evolucionado: hoy se defiende la vida digna. Mantener los signos vitales cuando una persona ya no está ahí, puede parecerse más a la tortura que a un acto humanitario.” Expresa Lina.

    La muerte, la dignidad y el alma: ¿qué dice la espiritualidad?

    El debate con sectores religiosos, especialmente la Iglesia Católica, está presente, pero no necesariamente es hostil. “Nuestra cultura está profundamente permeada por visiones religiosas de la vida, que son respetables”, señala Lara. Sin embargo, también revela que han aprendido grandes lecciones al acompañar espiritualmente a personas que se preparan para morir.

    “Los sacerdotes que han estado con nosotros nos han enseñado dos cosas esenciales: la bondad de considerar el sufrimiento ajeno y el respeto a las decisiones personales como parte de la relación espiritual de cada quien”, dice. 

    En muchos casos, quienes se acercan a la muerte reviven su espiritualidad, comprendiendo este momento como una ‘cita divina’ que no debe ser obstaculizada. “Hay una diferencia grande entre religión como doctrina y espiritualidad como camino personal”.

    Lara insiste en que este es un diálogo que trasciende la medicina y entra en los terrenos de la bioética, la filosofía y la fe. “Sufrir no es obligatorio. Acompañar dignamente a quien sufre debería ser una expresión suprema de humanidad, ya sea desde la ciencia, la fe o el amor”.

    Un llamado a la reflexión colectiva

    Para la Fundación DMD, el camino recorrido en Colombia ha sido arduo pero firme. “Seguimos trabajando para que este derecho esté libre de barreras y sea comprendido desde su esencia: aliviar el dolor y permitir que cada quien decida cómo vivir y cómo morir, en paz con su conciencia”.

    La conversación está abierta y el desafío continúa: equilibrar ciencia, ley, ética y espiritualidad en torno a una de las decisiones más íntimas que puede tomar un ser humano.






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