El laureado nefrólogo José Luis Cangiano Rivera ha viajado a unos 30 países para ofrecer conferencias magistrales a miles de profesionales de la salud y cuenta con más de un centenar de publicaciones sobre investigaciones científicas que lo validan como autoridad en la materia.
Por: Sandra Torres Guzmán
Además, fue fundador y presidente durante tres décadas de la Sociedad de Nefrología de Puerto Rico, profesor en la Escuela de Medicina de la Universidad de Puerto Rico, estableció el Laboratorio de Hemodinámica Cardiovascular y mantiene una práctica activa hace medio siglo, entre muchos logros en su productiva carrera.
Sin embargo, al repasar su vida no puede desprenderse de sus orígenes en un barrio pobre del casco urbano de Ponce a donde sus padres hicieron muchos sacrificios para levantar una familia de cuatro hermanos a través de un colmadito que sirvió para alimentarlos.
De pequeño, José Luis quería estudiar en la recién fundada Escuela Libre de Música al igual que otros vecinos que entonaban melodías desde los balcones, pero su padre no se lo permitió pues anhelaba que su retoño nacido en 1936 enfocara sus metas en alguna profesión que le garantizara una mejor calidad de vida.
Aun así, el futuro galeno se refugiaba en la casa de su amigo Miguel Besosa para escucharlo interpretar la flauta a la que muchas veces se unió con un instrumento hecho en madera, sin sospechar que en varios años su entrañable aliado se convertiría en el primer flautista de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico.
Durante su relato a la revista Medicina y Salud Pública (MSP), Cangiano Rivera compartió un episodio que marcó su vida y tal vez definió su camino para estudiar Medicina. Tenía entonces unos ocho años.
Como la pobreza donde se crio era bastante grande, José Luis tuvo que matricularse en la Universidad Católica de Ponce, pues su padre no tenía dinero para sufragar los costos de ingresar en otras instituciones ubicadas en otras regiones de la Isla.
¿Por qué estudió Nefrología?
Resulta que el doctor Mario Rubén García Palmieri quien fue su amigo y mentor en la Escuela de Medicina quería que Cangiano fuera cardiólogo, “igual que él y me decía que tenía que seguir estudiando”.
Así que al graduarse se fue a Búfalo, en el estado de Nueva York, y más tarde ingresó al Ejército de Estados Unidos, donde estuvo a cargo de un hospital por dos años, y que requería la atención de un batallón de 2,000 soldados y sus dependientes.
Al regresar a Estados Unidos comenzó a dar diálisis peritoneal por primera vez, además de aprender a realizar investigación a través de un médico de origen sirio.
Hasta que un día lo llamaron del Hospital de Veteranos de Puerto Rico con el objetivo de formar la primera sección de Nefrología en vías de educar a médicos puertorriqueños.
Pero su deseo de aportar a la sociedad puertorriqueña y su amor por la Medicina, fueron puntos clave para que, en vez de irse a su casa, Cangiano optara por continuar adelante.
Así que laboró como decano de la Escuela de Medicina San Juan Bautista y más adelante se convirtió en director del Centro de Diabetes de Puerto Rico.
De otra parte, recordó que tras el huracán María tuvo que cerrar su oficina en la avenida Domenech de San Juan, pero las puertas se abrieron en otra fundación de investigación.
Precisamente, el destacado nefrólogo habló de su familia que considera su mayor orgullo.
Durante su relato, Cangiano Rivera insistió que los estudiantes de Medicina deben desarrollar empatía y compasión con el paciente.
Aunque lleva más de medio siglo practicando la Medicina, el eterno poeta aseguró que no piensa en el retiro.