El Nobel de Medicina, fallecido a los 97 años, fue una figura clave en la biología moderna, pero sus declaraciones racistas lo aislaron de la comunidad científica.
Por: María Camila Sánchez
La ciencia perdió a una de sus figuras más influyentes y controvertidas: James Dewey Watson, biólogo molecular estadounidense y co-descubridor de la estructura del ADN, falleció el 7 de noviembre de 2025 a los 97 años.
Su nombre está grabado en la historia por haber contribuido a revelar el código de la vida, pero también por el profundo declive de su reputación debido a comentarios racistas que lo acompañaron durante las últimas décadas de su vida.
El hombre que reveló el secreto de la vidaNacido en Chicago en 1928, Watson mostró desde joven una curiosidad inagotable por la naturaleza. A los 15 años ingresó a la Universidad de Chicago y más tarde obtuvo su doctorado en zoología en la Universidad de Indiana, donde estudió bajo la guía del microbiólogo Salvador Luria.
Su carrera científica dio un giro decisivo en los años cincuenta, cuando, en el Laboratorio Cavendish de la Universidad de Cambridge, trabajó junto a Francis Crick en la búsqueda de la estructura del ADN.
En 1953, basándose en los estudios de difracción de rayos X de Rosalind Franklin y Maurice Wilkins, Watson y Crick publicaron en la revista Nature el modelo de la doble hélice, un descubrimiento que revolucionó la biología y sentó las bases de la genética moderna.
En 1962, Watson, Crick y Wilkins recibieron el Premio Nobel de Medicina por este hallazgo. Rosalind Franklin, fallecida años antes, no fue reconocida oficialmente, aunque hoy su contribución es ampliamente valorada.
Del prestigio al aislamiento
A lo largo de su carrera, Watson dirigió el Cold Spring Harbor Laboratory en Nueva York, que bajo su liderazgo se convirtió en uno de los centros más importantes de investigación genética del mundo. También participó en las primeras etapas del Proyecto Genoma Humano, un esfuerzo internacional que permitió secuenciar el ADN humano.
Sin embargo, su figura se vio marcada por la controversia. En 2007, declaró al periódico The Times que los africanos eran "menos inteligentes que los europeos" y que las políticas sociales se basaban en una "igualdad inexistente".
Las reacciones fueron inmediatas: instituciones científicas lo suspendieron, conferencias fueron canceladas y él mismo pidió disculpas públicas, alegando haber sido malinterpretado.
Pero en 2019, durante el documental "American Masters: Decoding Watson", reiteró sus afirmaciones, señalando que sus ideas "no habían cambiado".
Aquello llevó a que el Cold Spring Harbor Laboratory lo despojara de todos sus títulos honoríficos y rompiera todo vínculo con él.
"Las declaraciones del doctor Watson son reprensibles y carecen de respaldo científico", expresó el laboratorio en un comunicado.
Una caída irreversible
Watson fue el primer ganador del Nobel en la historia en vender su medalla de oro, lo que hizo en 2014. Alegó haber sido marginado por la comunidad científica y utilizó parte de los ingresos para apoyar a instituciones donde había trabajado.
Años después, sufrió un accidente automovilístico que deterioró su salud y lo obligó a retirarse definitivamente de la vida pública.
El legado de una figura compleja
James Watson deja tras de sí un legado dual: el de un pionero que ayudó a comprender la base molecular de la herencia, y el de un hombre cuya visión social lo distanció del mundo académico que lo consagró.
Su descubrimiento del ADN transformó la medicina, la genética y la biotecnología, permitiendo el desarrollo de terapias génicas, diagnósticos moleculares y la investigación sobre enfermedades hereditarias.
Sin embargo, su historia también sirve como recordatorio de que la grandeza científica no exime de la responsabilidad ética.
"Comprender el ADN fue el primer paso para entendernos a nosotros mismos", escribió Watson en La doble hélice (1968).
Una frase que, paradójicamente, resume tanto su mayor aporte como la contradicción que marcó su vida.