Doctor Fernando Cabanillas y su hija, la doctora María Eugenia, conforman un equipo clínico contra el cáncer.
Uno de los énfasis de la ciencia clínica es sobre el rol que carga el genoma traspasando entre seres humanos los componentes cromosómicos que dan paso a la herencia familiar. Y esto es tan equivalente como la expresión pueblerina de “el que lo hereda, lo hurta”.
Esta analogía está contenida en la historia de la carrera del científico Fernando Cabanillas Escalona, quien en medio de la exitosa carrera investigativa contra el linfoma de grado bajo en Puerto Rico y el mundo, tuvo una hija, María Eugenia Cabanillas, que, como si se tratase de una nueva cepa, heredó el afán de su padre y también se convirtió en médico e investigadora contra el cáncer.
Doctor Fernando Cabanillas, principal investigador del linfoma de grado bajo en Puerto Rico junto a su hija, la doctora María Cabanillas, endocrinóloga oncóloga.[/caption]
Cabanillas Escalona funge hoy día como director y fundador Centro de Cáncer del Hospital Auxilio Mutuo y, de 1984 al 1997, fungió como jefe de la Sección de Linfomas y Mielomas del hospital MD Anderson. También fue el primer científico en mostrar cambios citogenéticos en el cromosoma 17, clínicamente esenciales en el pronóstico de pacientes con linfoma de células grandes.
Cabe resaltar que María Eugenia es la menor de las hijas de Cabanillas y nació en el 1972. Su hija mayor, María Antonia, también escogió el campo de la salud, pero presidiendo una compañía en el área de mercadeo.
Precisamente fue quien además se convirtió en la segunda madre para su hermana menor, María Eugenía, pues según su padre, “María Antonia era quien nos traducía cuando María Eugenia tenía tres años y aún solo hablaba disparates. También ha sido vital en la crianza de mi nieto, hijo de María Eugenia, que ya tiene sobre 21 años de edad”.
“María Eugenia desde chiquita siempre fue bien independiente. Ella escogió su carrera. Un día me dijo que no encontraba nada más que estudiar que no fuera medicina. Yo le pregunté que cuál era el problema, que continuara adelante. Nunca forcé a mis hijas a estudiar alguna carrera en específico”, afirmó en primera instancia Cabanillas Escalona.
"Ella quería regresar a Puerto Rico cuando estudió en medicina interna en Texas, pero quiso quedarse allá. Comenzó a trabajar de médico internista en el MD Anderson Cancer Center y fungió como hospitalista a pacientes de leucemia a pesar de que no era oncóloga. Decidió hacer una subespecialidad en endocrinología y al culminar, quiso investigar el cáncer de tiroides tratando de no competir con el padre”, relató riéndose el investigador, quien en el 2002 fue seleccionado el Mejor Profesor del Año en la División de Medicina del Hospital MD Anderson en Texas.
Cabanillas Escalona no pudo contener la emoción en sus ojos cuando al narrar que María Eugenia continuó sacándole partido a su pasión científica hasta que la nombraron directora del Departamento de Endocrinología del MD Anderson Cancer Center y tiene un programa de investigación en cáncer de tiroides.
“Ahora se sienta conmigo a discutir algunos trabajos científicos, como en la parte de quimioterapia. Ella está sumergida en lo que es la terapia molecular, que es algo distinto, para mejorar el resultado del cáncer anaplásico de tiroides, que es horriblemente agresivo. Una de las veces que me conmovió verla como toda una profesional de la medicina brindando una conferencia fue en la convención pasada del Colegio de Médicos Cirujanos de Puerto Rico. Dije wow. Me quedé atónito”, dijo con voz entrecortada.
Más allá, el médico dio crédito a su esposa por la formación de sus hijas en el campo de la salud al reconocer que no podía dedicarle todo el tiempo que le hubiese gustado dedicar por su trabajo.
*Hay que darle mucho crédito a mi esposa. Yo no estaba todo el tiempo. Cuando nacieron mis hijas, ella dejó de trabajar para cuidarlas y lo hizo muy bien. Estoy seguro que si no fuera por ella, no fueran mis hijas lo que son hoy día. Ella merece más crédito que yo”, sentenció.
El doctor Cabanillas fue quien combinó las drogas Fludarabina, Novantrone y Dexametasona (llamado esquema “FND”), que en conjunto con el medicamento de Rituximab, que logró que sobre el 75% de los pacientes con Linfoma no Hodgkin de crecimiento lento en la isla estén libres de la enfermedad y sobre todo, ha evitado en gran medida su recurrencia.