Las intervenciones mínimamente invasivas, poco agresivas para el organismo y menos traumáticas para el paciente, se abren paso, incluso, entre la laberíntica corteza cerebral. El hospital del Mar de Barcelona ha sido el primer centro del Estado en ensayar una nueva técnica quirúrgica para tratar la epilepsia: a través de una minúscula sonda insertada en el cráneo, un láser quema las lesiones cerebrales para neutralizar el foco epiléptico. El centro ya ha realizado tres intervenciones de este tipo.
Esta técnica, que comenzó a emplearse en 2006 en Francia para tratar metástasis cerebrales, permite acceder a lesiones cerebrales de menos de tres centímetros de diámetro y en zonas de difícil acceso por los procedimientos habituales. No en vano, la sonda apenas mide 1,65 milíme tros y las lesiones apenas alcanza los 20 milímetros de diámetro. En Estados Unidos ya se han realizado unas 3.000 intervenciones y, aunque la mayoría fueron para tratar la epilepsia, también se utilizó esta técnica para tratar tumores complejos, como las recidivas de los glioblastomas.
“La técnica se emplea si hay focos localizados y profundos del cerebro”, matiza el doctor Rodrigo Rocamora, jefe de la Unidad de Epilepsia del hospital. No todos los pacientes son candidatos a este tipo de técnica. Las lesiones tienen que estar bien identificadas y localizadas.
Una vez seleccionados a los pacientes tributarios, la intervención comienza en el quirófano, donde un equipo de neurocirujanos insertan la diminuta sonda en la cavidad craneal del enfermo con la ayuda del robot Rosa, un preciso dispositivo de última generación. Luego, se traslada al paciente a la unidad de resonancia magnética para que esté controlado, durante toda la intervención, por un sistema de diagnóstico por la imagen. “Es un cambio absoluto en nuestro planteamiento. Pasamos de diagnosticar a participar en la intervención. A través de la resonancia magnética vamos siguiendo el procedimiento terapéutico a medida que se va haciendo la ablación láser. El láser va provocando calor para que la lesión se vaya quemando y nosotros controlamos la lesión y sus alrededores”, agrega Jaume Capellades, jefe de Neurorradiología.
LA DIFICULTAD DE OPERAR EN UN CAMPO MAGNÉTICO
Una de las dificultades añadidas de esta técnica es que los profesionales tienen que trabajar dentro de un entorno magnético, debido a la necesidad de que el paciente esté vigilado por resonancia magnética. “Esto es un hándicap para neurocirujanos y anestesistas. El campo magnético está siempre funcionando, aunque el aparato esté apagado”, advierte Capellades. Los profesionales deben extremar precauciones con el material empleado, por ejemplo.
Los tres pacientes intervenidos hasta la fecha recibieron el alta 48 horas después de la intervención. Rocamora dice que hay que esperar a analizar y comparar esta técnica con la cirugía tradicional, pero ya hay estudios que apuntan a que el resultado cognitivo es mucho mejor tras la ablación láser, por ejemplo.