Cáncer de ovario, la dificultad de diagnosticar síntomas inespecíficos

Es la principal causa de muerte por tumores malignos ginecológicos en el mundo occidental. Hoy se celebra el Día Mundial

Por: Medicina y Salud Pública


Publicado en ABC

El cáncer de ovario que representa el 5,1 por ciento de los cánceres entre las mujeres, por detrás de los de mama, colorrectales y de cuerpo de útero. Este tipo de cáncer es más frecuente en las mujeres postmenopáusicas, con la máxima incidencia entre los 50 y 75 años.

Las pacientes suelen presentar síntomas inespecíficos, entre ellos, el dolor abdominal, que se pueden confundir con otras patologías y esto genera un retraso en el diagnóstico. Es necesario concienciar a los profesionales y a la población de esta situación, ya que no disponemos de programas de cribaje o detección precoz eficaces.

El cáncer de ovario es una enfermedad muy grave. Es la principal causa de muerte por tumores malignos ginecológicos en el mundo occidental. Varios factores influyen en la alta mortalidad de esta neoplasia, pero el más determinante es que la mayoría de pacientes (70-80%) se diagnostican en estadios avanzados de la enfermedad debido a la dificultad en el diagnóstico precoz.

En la actualidad, se sabe que es una enfermedad heterogénea. Existen al menos cuatro subtipos histológicos que se comportan de forma distinta, tanto en frecuencia como en conducta, y diferentes subtipos moleculares. La identificación de nuevas dianas y la personalización de los tratamientos nos permitirán una mejor selección del tratamiento para nuestras pacientes.

El tratamiento estándar del cáncer de ovario avanzado consiste en la realización de una cirugía, ya que lograr la resección de todo el tumor visible es uno de los principales factores pronósticos en esta enfermedad. En función de una serie de criterios clínicos, se administra un tratamiento de quimioterapia previo y/o posterior a la cirugía. Aunque los resultados del tratamiento primario han mejorado gradualmente, la mayoría de las mujeres tendrán una recaída en los dos primeros años.

La elección del tratamiento a la recaída dependerá del tipo tumoral, de la duración de la respuesta a la primera línea, de las toxicidades presentadas y de agentes utilizados, de la situación clínica y preferencias de la paciente y de la presencia o no de mutaciones en BRCA. La identificación de factores predictores / biomarcadores es vital para ello.

Existen otra serie de tratamientos complementarios a los esquemas de quimioterapia que actúan sobre dianas específicas del crecimiento tumoral y que han demostrado ser beneficiosos en diferentes escenarios del cáncer de ovario avanzado. Una de estas estrategias terapéuticas es el tratamiento antiangiogénico, representado por bevacizumab, que persigue el bloqueo de la formación de nuevos vasos sanguíneos por el tumor para así dificultar su crecimiento.

Por otro lado, aproximadamente un 20% de pacientes presenta mutaciones en BRCA 1 / BRCA 2, ya sea a nivel germinal (en todas las células del cuerpo, hereditarias) o somático (en el tumor, no hereditarias). En el momento actual, existe indicación de realizar un estudio genético en todas las pacientes diagnosticadas de carcinoma de ovario epitelial no-mucinoso, independientemente de la historia familiar. Además, entre un 20-30% de pacientes también presenta alteraciones en el tumor en otros genes implicados en las vías de reparación del ADN.

Estos hallazgos han permitido identificar un grupo de pacientes especialmente sensible a los fármacos inhibidores de PARP (iPARP) ya mencionados, fármacos que han sido desarrollados en diferentes ensayos clínicos en los que han participado pacientes que presentaban o no estas mutaciones mencionadas previamente. Aunque con distinta magnitud de beneficio, los inhibidores de PARP han demostrado beneficios en todos los grupos de pacientes (con o sin mutación), y en diferentes contextos de la enfermedad avanzada. Este descubrimiento ha supuesto un gran avance en el tratamiento de los pacientes con cáncer de ovario. A día de hoy, existen tres fármacos aprobados –olaparib, niraparib y rucaparib–.

Aunque su aprobación se limita a pacientes con recaídas, los resultados de los estudios en fases más precoces de la enfermedad animan a pensar que llegarán próximas aprobaciones en estas situaciones. Asimismo, existen otros fármacos en fases más tempranas de investigación, como la inmunoterapia, en monoterapia y combinación.



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