Podría decirse que un episodio de resaca convenció a Stewart Adams de que un medicamento, creado por él, era tan efectivo como los mejores de su tiempo. Se trata del ibuprofeno, una pastilla que hace parte de todos los botiquines hogareños desde 1969.
Agencia Latina de Medicina y Salud Pública
Podría decirse que un episodio de resaca convenció a Stewart Adams de que un medicamento, creado por él, era tan efectivo como los mejores de su tiempo. Se trata del ibuprofeno, una pastilla que hace parte de todos los botiquines hogareños desde 1969. El objetivo inicial de Adams era crear una alternativa a la aspirina para combatir la inflamación, sin que su consumo provocara los mismos efectos secundarios que el medicamento más popular del mundo. Su creador falleció el pasado 30 de enero a la edad de 95 años en su casa ubicada en Inglaterra.
Si bien Adams nunca se planteó se farmacéutico, su destino se selló desde que inició su vida profesional en Boots, una de las farmacias más populares por entonces. Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial y finalizando su adolescencia obtuvo su título como farmaceuta, se doctoró cuando rondaba los 30 años y desde entonces se planteó la creación del nuevo antiinflamatorio. Lo que el joven no esperaba era que su invención serviría de cura para millones de personas alrededor del mundo. De hecho, de acuerdo con la farmacéutica Boots, en sus tiendas se vende una caja de ibuprofeno cada 2,92 segundos.
De acuerdo con información registrada en el diario El País y tomada del libro 'Ibuprofeno', cuando Adams -ya farmaceuta- se dispuso a trabajar en su compuesto químico, la guerra ya había arrasado con varios lugares y destruido instalaciones de laboratorios de la compañía Boots. Por eso, el proyecto solamente pudo iniciar de lleno en 1953 cuando Adams inició labores investigativas con su ayudante Colin Burrows en un laboratorio establecido en un viejo caserón a las afueras de la ciudad en la que vivía. Más adelante, al equipo se integraría el químico John Nicholson.
Más de 1.500 compuestos y 5 ensayos clínicos infructuosos: el nacimiento del ibuprofeno
Las sustancias antiinflamatorias elaboradas por el trío de científicos eran probadas en modelos animales: cobayas afeitadas a las que se les provocaban pequeñas quemaduras, por intermedio de un chorro de luz ultravioleta al que eran expuestas. Si la inflamación que se generaba en la piel era leve o mínima, era una potencial sustancia curativa. Sin embargo era un proceso lento. De hecho, hasta el 19 de diciembre de 1961, un compuesto llamado RB 1472 y pensado inicialmente como herbicida demostró reducir las lesiones de las cobayas.
Los científicos podían saber si los animales sentían dolor utilizando una técnica elaborada en 1957 que consistía en inmovilizar todo el cuerpo del animal pero dejando una pata trasera libre. Con un puntero o romo, los científicos ejercían una presión cada vez mayor sobre la extremidad, hasta que el animal experimentaba dolor y la retiraba. El umbral de sufrimiento aceptado cambiaba en función del fármaco ingerido previamente, se menciona en el diario El País.
Para obtener el compuesto final, los investigadores descartaron 200 sustancias derivadas del ácido salicílico que funcionaban como análogos de la aspirina. Al no obtener un resultado positivo, analizaron dos sustancias sintetizadas en el desarrollo de herbicidas que generaban actividad antiinflamatoria. Ambas se analizaron hasta obtener 600 compuestos potenciales siendo el más prometedor el BTS8402, ya que su actividad era 10 veces más potente que la aspirina y pudo ser probado en personas afectadas con artritis reumatoide. Aunque los ensayos clínicos fueron nefastos, éste sirvió para que los científicos tomaran en cuenta a la fiebre y el dolor como síntomas adicionales que debía paliar la nueva medicina que buscaban.
Luego de probar más de 600 compuestos en modelos animales, el equipo decidió que era el momento de intentar ensayos clínicos. Entre todos decidieron que se llevarían a cabo con los compuestos BTS10335, BTS10499 y el ibufenac. Ante los dos primeros, los participantes manifestaron algunos efectos secundarios como sarpullidos pero el último curaba el dolor, la fiebre y la inflamación sin generar aparentes complicaciones. El ibufenac se comercializó en 1966 en Reino Unido pero fue retirado del mercado tras comprobarse que generaba daños en el hígado de los consumidores frecuentes.
Este fracaso hizo que los científicos analizaran los compuestos previos y se fijaran en la molécula que habían descubierto en 1961. “Fui la primera persona que tomó ibuprofeno”, explicó Adams en una entrevista para la revista Trends in Pharmacological Sciences en 2012. “Siempre pensé que era importante que yo tomase la primera dosis antes de pedir a otros que lo hicieran. Ya había probado otro par de fármacos antes, ¡pero nunca antes de hacer una prueba de toxicidad de 30 días en ratas!”, bromeaba
Los ensayos clínicos demostraron efectividad sin efectos secundarios notables. Por ello, en 1969 el fármaco fue aprobado para uso comercial por Reino Unido. En 1983, gracias a su eficacia y al elevado número de registros como excelente opción terapéutica se aprobó la venta libre. De acuerdo con los datos sobre las ventas anuales del ibuprofeno en todo el mundo se alcanzan los 3.000 millones de dólares.