Un metaanálisis revela que el 6,5% de los niños y el 5,8% de las niñas padecen presión arterial alta, frente al 3% registrado a principios de siglo.
Por: Laura Guio
La salud cardiovascular de niños y adolescentes está en caída libre. Una investigación científica publicada este miércoles en la revista The Lancet Child & Adolescent Health ha encendido las alarmas al constatar que la hipertensión infantil casi se ha duplicado en las últimas dos décadas.
A principios de este siglo, el 3,4% de los niños y el 3% de las niñas sufrían esta condición; en 2020, las cifras escalaron al 6,5% y 5,8%, respectivamente.
"Es profundamente preocupante", admite Peige Song, investigadora de la Universidad de Zhejiang (China) y autora principal del estudio. Según sus cálculos, actualmente 114 millones de menores de 19 años en todo el planeta viven con hipertensión, una enfermedad que tradicionalmente se asociaba a la edad adulta.
El metaanálisis, que revisó 83 estudios con cerca de 444.000 niños y adolescentes de 21 países, apunta directamente a la obesidad y el deterioro de los hábitos de vida como principales culpables de este fenómeno.
La obesidad multiplica por ocho el riesgo
Los datos son contundentes: la prevalencia de hipertensión fue ocho veces más alta entre menores con obesidad. El 19% de los chavales con exceso de grasa corporal presentaban presión arterial elevada, mientras que en aquellos con peso saludable la cifra apenas alcanzaba el 2,4%.
Los expertos atribuyen este incremento a factores del estilo de vida moderno: dietas ricas en sal y alimentos ultraprocesados, hábitos cada vez más sedentarios y, sobre todo, el marcado aumento de la obesidad infantil.
Estos comportamientos no solo elevan la presión arterial, sino que también "aceleran cambios metabólicos y vasculares que pueden propiciar graves problemas cardiovasculares en la edad adulta", alerta la investigadora.
Enfermedades de adultos en cuerpos infantilesLa hipertensión ocurre cuando la presión arterial —la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de las arterias— se mantiene demasiado alta de forma sostenida. Esta condición obliga al corazón a hacer un sobreesfuerzo que, con el tiempo, puede generar complicaciones cardíacas.
Las arterias, además, pueden volverse más rígidas y estrechas, provocando un riego sanguíneo insuficiente o, en casos extremos, romperse y ocasionar hemorragias.
"Numerosos estudios han demostrado que la hipertensión infantil, si no se trata, puede persistir en la edad adulta y aumentar significativamente el riesgo de complicaciones cardiovasculares en la vejez", advierte Song. En adultos, la hipertensión no controlada puede provocar infartos, ictus e insuficiencia renal.
Ignacio Fernández Lozano, presidente de la Sociedad Española de Cardiología, confirma que lo que muestran los datos es lo que los especialistas ya perciben en consulta: "Es preocupante porque vemos que la salud cardiovascular de niños y adolescentes es cada vez peor. La hipertensión es una enfermedad del adulto y que empiece a aparecer en edades tan tempranas es alarmante".
Según los investigadores cada vez se observan más casos en pediatría de daños en la retina o hipertrofia ventricular del corazón relacionados con la hipertensión.
El desafío del diagnósticoEl metaanálisis reveló complejidades adicionales en la medición de la presión arterial infantil. Las cifras de prevalencia varían significativamente según el método y el lugar donde se realizan las mediciones, lo que ha permitido identificar dos fenómenos: la hipertensión enmascarada y la hipertensión de bata blanca.
La primera afecta al 9,2% de niños y adolescentes a nivel mundial. En estos casos, la presión arterial parece normal en la consulta médica, pero está elevada fuera de ella, lo que puede llevar a un infradiagnóstico peligroso.
La hipertensión de bata blanca, con una prevalencia del 5,2%, es el fenómeno opuesto: solo se detecta presión alta en el entorno sanitario, pero no fuera de él. Esto puede generar "preocupación innecesaria o, incluso, sobretratamiento", reconoce Song.
Además, el estudio identificó que el 8,2% de los menores de 19 años se encuentran en estado de prehipertensión —presión arterial más elevada de lo normal, pero sin alcanzar el rango hipertensivo—, una cifra que asciende al 12% en adolescentes.
La investigadora hace un llamado a mejorar y flexibilizar las estrategias de diagnóstico, especialmente incorporando mediciones fuera de la consulta para detectar casos de hipertensión enmascarada. "La adolescencia es un momento crucial para la intervención y una oportunidad para prevenir complicaciones a largo plazo", concluye.