Pulso y frecuencia cardíaca: Cómo diferenciarlos y por qué no siempre son lo mismo

Las diferencias entre pulso y frecuencia cardíaca pueden ser completamente normales en ciertos momentos, como durante el ejercicio intenso o el descanso, pero también pueden señalar arritmias, problemas de bombeo cardíaco o condiciones que requieren tratamiento.

Por: Laura Guio


La proliferación de relojes inteligentes y monitores de salud ha popularizado el seguimiento de indicadores cardiovasculares, pero también ha generado confusión sobre conceptos que parecen sinónimos y no lo son. 

Pulso y frecuencia cardíaca, aunque relacionados, representan fenómenos distintos del funcionamiento del corazón, y entender sus diferencias puede ser crucial para detectar problemas de salud.

Dos mediciones, dos procesos diferentes

Según explica el cardiólogo Ayman Hussein, especialista en electrofisiología de la Cleveland Clinic, ambas mediciones se expresan en latidos por minuto, pero no reflejan lo mismo. 

La frecuencia cardíaca indica cuántas veces se contrae el corazón en sesenta segundos, mientras que el pulso representa la expansión y contracción de las arterias al paso de la sangre después de cada latido.

Lo que sentimos al palpar el pulso en la muñeca o el cuello no es directamente la contracción del corazón, sino la respuesta de los vasos sanguíneos al flujo generado por ese bombeo. Esta distinción, aparentemente técnica, cobra relevancia en determinadas situaciones clínicas.

Cuándo los números no coinciden

En condiciones de salud normales, el pulso y la frecuencia cardíaca suelen tener el mismo valor. Si el corazón late 70 veces por minuto, las arterias deberían responder con 70 pulsaciones detectables. Sin embargo, esta correspondencia puede romperse cuando el corazón no bombea con suficiente fuerza o cuando sus contracciones son irregulares.

Tres condiciones cardiovasculares destacan por generar esta discrepancia:

Fibrilación auricular: Esta arritmia produce latidos rápidos y desorganizados que no siempre generan ondas de pulso lo suficientemente fuertes como para ser palpables en las arterias periféricas.

Insuficiencia cardíaca: Cuando el músculo cardíaco está debilitado, algunos latidos pueden ser tan débiles que no producen un pulso detectable, aunque el corazón técnicamente se haya contraído.

Contracciones ventriculares prematuras: Estos latidos adicionales, que ocurren antes de lo esperado en el ciclo cardíaco, pueden no mover suficiente volumen de sangre como para generar una onda de pulso perceptible.

En estos escenarios, una persona podría tener una frecuencia cardíaca de 80 latidos por minuto pero un pulso de apenas 50, una diferencia que puede pasar inadvertida sin la evaluación adecuada.

La trampa de los dispositivos inteligentes

Los smartwatches y monitores de fitness han democratizado el acceso a datos de salud, pero no están exentos de limitaciones. Hussein relata casos de pacientes alarmados por lecturas de 30 latidos por minuto en sus dispositivos, cuando estudios posteriores revelan que su ritmo cardíaco es normal.

 El problema radica en que muchos de estos aparatos miden el pulso arterial y lo presentan como frecuencia cardíaca, sin distinguir que pueden existir latidos cardíacos que no generan pulsos detectables.

Esta confusión técnica puede provocar tanto falsas alarmas como una falsa sensación de seguridad. Un dispositivo que muestra números normales podría no estar captando latidos irregulares o débiles, mientras que cifras inesperadamente bajas podrían simplemente reflejar limitaciones del sensor, no una emergencia médica.

¿Cómo tomar el pulso correctamente?

Para quienes deseen medir manualmente su pulso, el método tradicional sigue siendo confiable. Los pasos recomendados incluyen colocar la palma de la mano hacia arriba, localizar con los dedos índice y medio el surco radial en la muñeca, presionar suavemente hasta sentir las pulsaciones, contarlas durante 30 segundos y multiplicar el resultado por dos.

Para medir la frecuencia cardíaca con precisión, sin embargo, se requieren instrumentos más sofisticados como el electrocardiograma, que registra directamente las señales eléctricas del corazón. Existen versiones portátiles de estos dispositivos, aunque los especialistas recomiendan elegirlos bajo orientación médica.






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