Después de décadas de presencia militar y años de lucha comunitaria, vuelven a realizarse ejercicios en zonas costeras y terrestres de Puerto Rico.
Por: Laura Guio
Las investigaciones citadas por García y por la Dra. Cruz María Nazario señalan aumentos en tasas de cáncer en Vieques comparadas con el promedio puertorriqueño, además de incrementos en enfermedades respiratorias, alergias y algunos cánceres poco frecuentes en jóvenes.
Las autoridades describen las prácticas actuales como “amigables con el ambiente” —sin bala viva—, pero expertos que vivieron y estudiaron el ciclo histórico alertan sobre impactos persistentes en ecosistemas y salud pública. ¿Qué dejó el pasado y qué puede pasar ahora?
En una entrevista exclusiva de la revista Medicina y Salud Pública, conversamos con el Dr. Neftalí García, especialista en química inorgánica y bioquímica, quien abordó las implicaciones en la salud pública de esta medida.
Las nuevas prácticas: "Amigables" pero con impacto
Puerto Rico no estrena debate: las prácticas militares datan del siglo XX —con episodios notorios en Culebra (1939) y Vieques (desde 1940)— y, aunque muchas actividades fueron desmanteladas, hoy regresan en un escenario distinto.
Los ejercicios actuales son mayormente de despliegue aéreo y maniobras anfibias/terrestres que, según autoridades locales, no emplean munición con carga explosiva.
Aun así, el retorno de buques que remueven el lecho marino, vehículos anfibios en playas y vuelos rasantes reavivan preguntas sobre necesidad, deseabilidad y viabilidad ambiental de estas operaciones.
“Siempre hay algún impacto”, advierte el Dr. Neftalí. “Esa embarcación que aparece en televisión cerca de la costa, que tiene un sistema de flotación que incluye emanación de gran cantidad de aire, revuelca el subsuelo, el lecho marino —y eso tiene un impacto sobre los organismos acuáticos en el lugar. También entra a tierra, en una playa; eso tiene un impacto”.
Se trata de dos embarcaciones anfibias que llevan vehículos blindados de la marina de los Estados Unidos que han llegado a las costas de Arroyo, mientras "el pasado viernes hemos recibido notificaciones y acuerdos de colaboración para el uso de las facilidades aéreas de lo que es el aeropuerto de Roosevelt Roads y la base Ramey en Aguadilla", confirmó la gobernadora.
Daños documentados: Metales, polvo y erosiónLos estudios dirigidos por García y otros equipos muestran efectos acumulativos: erosión de suelos, destrucción de vegetación, incremento de sedimentación en lagunas y acumulación de metales —arsénico, plomo, mercurio, cobre— en suelos, sedimentos y organismos.
En Vieques, las detonaciones históricas y el uso continuo de combustible fósil generaron grandes nubes de polvo fino capaces de transportarse hacia áreas civiles, con impacto en la calidad del aire y en la salud respiratoria de la población.
“Las prácticas en Vieques… destruyeron lagunas, porque lanzaban bombas a terrenos altos; muchas de esas bombas caían en las lagunas y en las playas… hubo impacto de erosión, de destrucción de vegetación, de incremento en la sedimentación de las lagunas, de acumulación de metales de todo tipo.” —Dr. García.
Los muestreos realizados por el equipo de García, que incluyeron comparación con datos contratados por la Armada, mostraron concentraciones más elevadas de metales en áreas de tiro y diferencias localizadas relacionadas con prácticas de almacenamiento y disposición de baterías y vehículos.
Efectos en salud pública: evidencia epidemiológicaNo sólo se detectaron contaminantes en el ambiente: los biomarcadores en población afectada (cabello, sangre, orina) y los estudios epidemiológicos apuntan a señales preocupantes.
Las investigaciones citadas por García y por la Dra. Cruz María Nazario señalan aumentos en tasas de cáncer en Vieques comparadas con el promedio puertorriqueño, además de incrementos en enfermedades respiratorias, alergias y algunos cánceres poco frecuentes en jóvenes.
“El impacto principal se dio por el aire… ese polvo tiene partículas de distintos tamaños; las de menor tamaño podían y llegaban al área civil. Afectó toda la población de Vieques.” explicó el Dr. García.
La narrativa oficial que califica las maniobras actuales como “friendly” (por no emplear explosivos’) omite daños físicos no explosivos: remoción de sedimentos por sistemas flotantes, compactación de playas por vehículos anfibios y la alteración de las cadenas tróficas cuando organismos como cangrejos acumulan metales y son consumidos por familias de pescadores.
García advierte que un objeto grande que cae en una laguna o la remoción de sedimento también generan impactos, aunque de distinta naturaleza.
Viabilidad frente a proyectos civilesLa convivencia de operaciones militares con planes de desarrollo civil (aeropuertos, turismo, viviendas, campos de golf) plantea dudas sobre viabilidad y equidad.
García subraya el aspecto ético: “Yo no puedo apoyar una actividad que yo sé que vaya a tener un impacto negativo sobre una gente cuando yo no viviría ahí.” Además destaca efectos indirectos como el ruido —que impacta sueño, presión arterial y salud cardiovascular— y cómo la industria promotora rara vez vive junto a las zonas afectadas.
“Casi 100% de la vez, los que tienen proyectos no viven cerca de ellos.” —Dr. Neftalí García.
Recomendaciones y demandasA partir de la memoria histórica y los datos acumulados, científicos y comunidades exigen medidas concretas:
Evaluaciones de impacto ambiental independientes, públicas y antes de cualquier maniobra.
Monitoreo ambiental y sanitario continuo (agua, suelo, aire, biota y biomarcadores humanos).
Participación comunitaria real en decisiones y acceso a información.
Programas de remediación y reparación cuando se comprueben daños.
“La información científica tiene que ser pública y vinculante; si demostramos un riesgo o daño, debe haber remediación y compensación.” Concluye el Dr. García.