Biosimilares reducen costos hasta 40% y amplían cobertura a pacientes de enfermedades autoinmunes:experto

Un medicamento biosimilar es un medicamento biológico. Es muy similar a un medicamento biológico ya aprobado por la FDA.

Por: Laura Guio


Los productos biológicos surgieron en la última parte de los años ochenta y transformaron el abordaje de enfermedades autoinmunes, reumáticas y oncológicas.

En la Convención de Verano de la Asociación de Reumatólogos de Puerto Rico, la revista Medicina y Salud Pública dialogó con el Dr. Ricardo Gago, reumatólogo, sobre cómo los biosimilares, al replicar con rigor las moléculas de los biológicos originales, están abaratando costos, ampliando coberturas y fortaleciendo la competencia en el mercado farmacéutico sin sacrificar calidad ni seguridad.

 “Por primera vez pudimos bloquear con precisión blancos moleculares como el factor de necrosis tumoral o la interleuquina-6”, recuerda el Dr. Gago. 

Sin embargo, estos medicamentos originalmente requerían procesos de manufactura complejos y costosos, lo que “limitaba el acceso de muchos pacientes, especialmente en países con sistemas de salud más restringidos”.

Europa abre la ruta de los similares

Ante la creciente demanda y los altos precios, en el 2000–2005 la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) sentó las bases regulatorias para aprobar productos biológicos “similares”. “El desafío fue definir cómo demostrar equivalencia sin repetir miles de pacientes en costosos ensayos clínicos”, explica Gago. El enfoque se basó en un desarrollo escalonado:

  • Comparación exhaustiva de calidad (estructura, pureza, modificaciones postraduccionales).

  • Estudios preclínicos y farmacocinéticos en voluntarios sanos.

  • Ensayos de eficacia e inmunogenicidad orientados a endpoints sensibles.

  • “La clave está en la comparabilidad analítica; cuando eso está demostrado, los estudios clínicos se enfocan en confirmar que no hay diferencias clínicas relevantes”, puntualiza el especialista.

    Producción:

    Un biológico se obtiene de células vivas que expresan la proteína terapéutica. Para generar un biosimilar, se “clona” la secuencia del gen del producto matriz en una línea celular adecuada, se optimiza la fermentación y luego se purifica la proteína. 

    “En ese proceso joyero, se ajustan las glicosilaciones y otras ‘esquinas’ moleculares para preservar la actividad y reducir inmunogenicidad, sin que el medicamento sea idéntico—eso sería un bioequivalente—, sino altamente similar”, ilustra Gago.

    Vea programa completo aquí:

    Rigor en seguridad e inmunogenicidad

    Más allá de la eficacia, los reguladores exigen datos sólidos de seguridad y estudios específicos de inmunogenicidad

    “Un anticuerpo anti-TNF que genere anticuerpos anti drug puede perder eficacia o inducir reacciones adversas graves. Por eso, cada biosimilar debe demostrar un perfil de anticuerpos neutralizantes equivalente al original”, enfatiza el reumatólogo.

    Esto con el fin de que cumpla “con esas métricas necesarias de eficacia, de seguridad y que al mismo tiempo no cree una inmunogenicidad o cree ciertos cambios en tu sistema, sino que también cumpla con esas exigencias que son las principales para entrar a este producto al mercado.” Explica el Dr. Gago.

    Impacto socioeconómico y salud pública

    La entrada de biosimilares ha reducido los precios hasta en un 30–40 % respecto al biológico de referencia. Esto ha permitido:

    • Mayor cobertura de pacientes con enfermedades crónicas como artritis reumatoide, espondilitis o psoriasis.

    • Liberación de presupuesto para incorporar otras terapias innovadoras.

    • Descentralización de tratamientos, es decir que llega a hospitales de nivel secundario y clínicas periféricas.

    “Para un sistema de salud, esto significa ahorro real y la posibilidad de tratar a más personas. Vemos pacientes que antes esperaban meses por una terapia y ahora la inician casi de inmediato”, celebra el Dr. Gago.

    Competencia que favorece al paciente

    En Puerto Rico, al igual que en otros mercados, inicialmente había cuatro marcas de biológicos; hoy, con más de 15 biosimilares aprobados —incluido recientemente el de ustekinumab—, la competencia “dinamiza precios, impulsa servicios de soporte al paciente y promueve acuerdos de riesgo compartido con fabricantes”, según Gago.

    A pesar de los avances, persisten retos en materia de educación médica y confianza de los pacientes, así como en el fortalecimiento de la farmacovigilancia para detectar cualquier variación mínima en seguridad.

     La próxima generación de biotecnología promete desarrollar “biosimilares de segunda generación” con perfiles terapéuticos aún más optimizados y estables.






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