Investigadores detectan estrecha relación entre la perdida de la visión y la demencia

De acuerdo con estudios recientes, se evidencia una conexión entre la perdida de visión y la demencia, haciendo esta última capaz de prevenirse.

Por: Carolina Cortés


En un mundo donde el envejecimiento poblacional se acelera y la demencia emerge como uno de los mayores desafíos de salud pública; últimas investigaciones evidencian que casi la mitad de los casos de esta condición mental podrían ser prevenibles o retrasables. Un informe reciente de la Comisión The Lancet sugiere que actuar sobre 14 factores de riesgo modificables, entre los que se incluye el deterioro de la visión, podría marcar una diferencia significativa en la batalla contra esta devastadora enfermedad.

La demencia: una crisis global

En 2019, más de 57 millones de personas en todo el mundo vivían con demencia, un número que, según estimaciones, se triplicará para 2050, alcanzando los 153 millones. Este aumento significativo se debe, en gran medida, al envejecimiento de la población y plantea interrogantes sobre las medidas que pueden tomarse para mitigar su impacto. En este contexto, el deterioro visual se ha posicionado como un factor crucial a considerar.

La pérdida de visión afecta aproximadamente al 13% de los adultos mayores de 50 años a nivel mundial, una cifra alarmante según los si se considera su potencial vínculo con el desarrollo de la demencia. La Comisión The Lancet destaca la importancia de garantizar el acceso universal al cribado y tratamiento de la pérdida de visión como una estrategia clave para reducir la incidencia de demencia en las próximas décadas.

La Evidencia Científica detrás del vínculo

El Dr. Joshua Ehrlich, experto en salud pública y profesor asociado de oftalmología y ciencias visuales en la University of Michigan, menciona que: "Existen pruebas abrumadoras de que el deterioro de la visión en la edad avanzada se asocia con un deterioro neurocognitivo más rápido y un mayor riesgo de demencia".

Un metanálisis que abarca 14 estudios de cohortes prospectivos, con una muestra combinada de aproximadamente 6,2 millones de adultos mayores cognitivamente intactos al inicio, encontró que la pérdida de visión se asoció con un riesgo relativo (RR) combinado de demencia de 1,47. Esto significa que las personas con deterioro visual tienen un 47% más de probabilidades de desarrollar demencia en comparación con aquellas con visión normal. Este hallazgo es respaldado por otro metanálisis independiente, que identificó un riesgo de demencia elevado (RR: 1,38) asociado específicamente con la pérdida de visión.

El desglosar estos riesgos por afección ocular revela un patrón más matizado: condiciones como las cataratas y la retinopatía diabética se correlacionan con un mayor riesgo de demencia, mientras que otras como el glaucoma y la degeneración macular relacionada con la edad no muestran una asociación tan clara. Estos resultados sugieren que no todas las formas de deterioro visual influyen en el riesgo de demencia de la misma manera, lo que lleva a preguntarse cuáles son los mecanismos subyacentes responsables de estas diferencias.

¿Causalidad o coincidencia?

Otro estudio reveló que en este campo es un análisis a largo plazo realizado en los Estados Unidos, que siguió a cerca de 3.000 adultos mayores con cataratas durante más de 20 años, descubrió que aquellos que se sometieron a cirugía de cataratas tenían un riesgo significativamente menor de desarrollar demencia en comparación con quienes no lo hicieron, incluso después de ajustar por factores como la edad, la raza, el genotipo APOE (un marcador genético asociado con el riesgo de Alzheimer), la educación, el tabaquismo y una amplia gama de comorbilidades. En términos estadísticos, la cirugía de cataratas redujo el riesgo de demencia en un 29% (hazard ratio: 0,71).

Este hallazgo plantea la posibilidad de que la pérdida de visión por sí misma, o la mejora en la calidad de vida que conlleva la restauración de la visión, podría tener un efecto protector contra el deterioro cognitivo. Sin embargo, también es posible que los mecanismos subyacentes a esta relación sean más complejos. Enfermedades crónicas como la diabetes, que afectan tanto la salud ocular como la cognición, podrían jugar un papel mediador. Además, algunos investigadores sugieren que podrían existir procesos neuropatológicos compartidos entre la retina y el cerebro, lo que explicaría por qué la pérdida de visión está tan estrechamente relacionada con la demencia.

Efecto Dosis-Respuesta y la hipótesis causal

Un estudio longitudinal realizado en Corea, analizó datos de aproximadamente seis millones de adultos, proporcionó más pistas sobre la naturaleza de esta asociación. Los resultados mostraron que el riesgo de demencia aumentaba con la gravedad de la pérdida visual, lo que respalda la hipótesis de que la pérdida de la visión podría ser causal, o que existe un efecto dosis-respuesta relacionado con un factor causal compartido.

Este concepto de dosis-respuesta es clave para comprender la posible causalidad en esta relación. Si la pérdida de visión fuera simplemente un síntoma temprano de procesos neurodegenerativos más amplios, cabría esperar que no hubiera una correlación tan clara entre la gravedad del deterioro visual y el riesgo de demencia. Sin embargo, la existencia de un efecto dosis-respuesta sugiere que la pérdida de visión podría desempeñar un papel más directo que conducen a la demencia.

Implicaciones para la práctica clínica y la salud pública

Las implicaciones de estos hallazgos son profundas. Si se confirma que la pérdida de visión es un factor de riesgo modificable para la demencia, entonces las políticas de salud pública deben adaptarse para incluir un enfoque mucho más agresivo hacia la prevención, detección temprana y tratamiento de los problemas de visión en los adultos mayores. La recomendación de la Comisión The Lancet de garantizar el acceso universal al cribado y tratamiento de la pérdida de visión no es solo una medida preventiva para evitar la ceguera, sino también una estrategia crucial para reducir la carga global de la demencia.

En la práctica clínica, esto podría traducirse en una integración más estrecha entre los servicios de oftalmología y neurología, con un enfoque holístico en la salud del paciente. Los oftalmólogos podrían desempeñar un papel vital en la identificación de pacientes en riesgo de deterioro cognitivo, mientras que los neurólogos podrían considerar el estado visual de los pacientes como un componente clave en la evaluación del riesgo de demencia.

El vínculo entre la pérdida de visión y la demencia es un área emergente de investigación que tiene el potencial de transformar la manera en que abordamos la prevención de enfermedades neurodegenerativas. 

Fuente consultada aquí




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