El primer año del Dr. Víctor Ramos

A cien días al frente del Departamento de Salud, el doctor Víctor Ramos Otero ha liderado una gestión marcada por decisiones complejas, reorganización institucional y un discurso firme en defensa del acceso y los proveedores de salud.

Por: Redacción MSP


A cien días de haber asumido la dirección del Departamento de Salud de Puerto Rico, el doctor Víctor Ramos Otero ha enfrentado uno de los comienzos de gestión más observados de los últimos años. Su llegada coincidió con un sistema de salud marcado por tensiones estructurales, migración de profesionales, presiones presupuestarias y una ciudadanía más consciente —y exigente— sobre la calidad y el acceso a los servicios sanitarios.

Estos primeros cien días no han sido un período de comodidad ni de inercia administrativa. Por el contrario, han estado definidos por decisiones rápidas, una agenda de trabajo intensa y la necesidad de establecer credibilidad institucional en un contexto político y mediático complejo.

Desde el inicio, Ramos dejó claro que su gestión no estaría centrada únicamente en la administración cotidiana, sino en sentar las bases de una transformación funcional del sistema. Uno de los ejes más visibles ha sido la apuesta por la modernización, particularmente a través del fortalecimiento de la telemedicina y la revisión de marcos regulatorios que limitaban el acceso oportuno a servicios especializados. En un país con marcadas desigualdades geográficas en salud, este enfoque representa un cambio pragmático hacia soluciones más flexibles y adaptadas a la realidad actual.

Otro componente relevante ha sido el énfasis en la salud pública preventiva. Durante este período inicial, el Departamento ha reforzado mensajes y acciones vinculadas a la vigilancia epidemiológica, la educación en salud y la respuesta temprana ante riesgos sanitarios. Aunque muchos de estos esfuerzos no generan titulares espectaculares, constituyen el núcleo silencioso de una política pública responsable y basada en evidencia.

A este panorama se suma el manejo de decisiones estructurales particularmente sensibles, como el cierre de hospitales en medio de escenarios de alta tensión social y administrativa. Si bien estos procesos suelen generar resistencia y controversia, la ejecución fue considerada aceptable incluso desde la óptica de sectores tradicionalmente críticos, como el Colegio de Médicos Cirujanos, cuyo presidente, Carlos Díaz, reconoció el manejo del proceso. Paralelamente, la gestión de Ramos ha estado asociada a la apertura y fortalecimiento de facilidades médico-hospitalarias en distintas regiones del país —incluyendo el este, el oeste y el área metropolitana de San Juan— como parte de un esfuerzo por redistribuir servicios y mejorar el acceso.

En el plano administrativo, los primeros cien días también han estado marcados por el reto de reorganizar equipos, evaluar estructuras internas y atender señalamientos públicos relacionados con procesos y nombramientos. Este escrutinio, aunque incómodo, ha obligado a la institución a operar bajo una presión constante de transparencia, enviando una señal clara de que la gestión de la salud pública no puede desligarse del rigor ético y del cumplimiento normativo.

Otro elemento que ha definido esta etapa inicial es la postura asumida frente a los reclamos de los proveedores de salud. Ramos ha manifestado apoyo a médicos y laboratorios clínicos ante la creciente tendencia de las aseguradoras a recortar honorarios, un fenómeno que impacta directamente la sostenibilidad del sistema y la permanencia del talento médico en la isla. Esta posición ha sido bien recibida por sectores que por años han denunciado un desbalance en la relación entre aseguradoras y prestadores de servicios.

Un aspecto que distingue esta etapa inicial es también el discurso del secretario sobre la crisis de retención de profesionales de la salud. Ramos ha reconocido abiertamente que no se trata de un problema coyuntural, sino de una falla estructural acumulada por años. En sus primeros meses, ha planteado la necesidad de trabajar de forma intersectorial —con legisladores, universidades y sectores económicos— para crear condiciones que hagan viable ejercer la medicina en Puerto Rico sin sacrificar estabilidad ni calidad de vida.

En síntesis, los primeros cien días de Víctor Ramos al frente del Departamento de Salud pueden describirse como una fase de afirmación y definición de rumbo. No es aún un período para medir resultados finales, pero sí para identificar señales claras: una gestión activa, consciente de los límites del sistema, con voluntad de reforma y con la presión constante de demostrar que la modernización institucional puede convivir con una visión humana de la salud.

El verdadero reto comenzará ahora, cuando las expectativas generadas deban traducirse en indicadores concretos, mejoras sostenibles y confianza ciudadana. Estos primeros cien días, más que un balance cerrado, representan el punto de partida de una administración que ha decidido moverse —con riesgos y costos— en lugar de permanecer inmóvil.




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