Para ella, todo coincidió y pasó casi por accidente. Fue una conversación de pasillo, nada planificado. Pero lo cierto es que a partir de aquella inquietud
“Me encontré con el geneticista, el Dr. José Miguel García Castro, en un pasillo y como una información casual me dijo que el 1.8% de las pruebas de mujeres embarazadas que tenía en su laboratorio eran positivas al VIH, y ellas no lo sabían porque antes esa prueba no era comercial, era de investigación y no estaba accesible. A mí me impresionó mucho y más porque yo estaba embarazada en ese momento. Hubo un compromiso real para querer identificar a estas mujeres y ayudarlas. El impacto fue bien fuerte, porque las opciones que tenían eran bien pocas: terminar el embarazo, protección y cambiar su estilo de vida”, explica la doctora, quien de inmediato se insertó en la investigación para crear un tratamiento que permitiera que la criatura naciera saludable.
Decidieron, entonces, tomar unas pruebas anónimas a las mujeres que estaban de parto en el Hospital Universitario para validar la prevalencia. El número era real. De esta forma el Recinto de Ciencias Médicas comenzó un programa de cernimiento universal en el que estas pacientes del área metropolitana daban a luz en el Hospital Universitario. A todas se les hacía la prueba con un consentimiento escrito. Corría el año 1986 y el 60% de los bebés nacidos de madres con VIH eran positivos. “Luego había que referirlas a internistas y nadie las quería ver”, lamenta Zorrilla. Así se comenzó una clínica semanal para atender a esta población que muchas veces no entendía la severidad de la noticia.Dra. Carmen D Zorrilla.[/caption]“Veía mujeres embarazadas, estando yo embarazada, diciéndoles que su prueba de VIH había salido positiva. El impacto era brutal. Lo próximo era hacerle la prueba a su compañero. Esa era la realidad en 1987”, manifiesta la investigadora.
¿Por qué se contagia el bebé?
Cuando la criatura está en el vientre de la madre no necesariamente está contagiado con el VIH, aunque su progenitora sea positiva. Esto se debe a que ambos organismos (madre e hijo) tienen una circulación sanguínea independiente. De todas maneras hay transmisión al principio del embarazo. El riesgo mayor ocurre al momento de un parto natural, pues al bebé pasar por el canal vaginal –un proceso que puede extenderse por más de 10 horas– ocurre un intercambio de secreciones y fluidos de la madre que pueden entrar a las cavidades de la criatura, propiciando el contagio. En estos casos, el parto por cesárea continúa siendo una opción para que el bebé nazca de forma saludable. Pero no es la única alternativa: a la madre de le administra tratamiento durante el embarazo para bajar la carga viral, se le da AZT por vena y a la criatura también se le administra por seis semanas. Los cuidados antes del parto, al momento del alumbramiento y después eliminan la transmisión.La investigación
Para la década del 80, los pacientes de VIH utilizaban AZT (Zidovudina) como parte de su tratamiento. En ese momento la Food and Drug Administration prohibía estudiar alguna droga en mujeres que estuvieran embarazadas o en edad reproductiva. Al ver los buenos resultados que tenía el AZT en pacientes regulares, en 1992 se permite realizar el primer estudio de este medicamento en mujeres embarazadas. Se seleccionaron 10 lugares en el mundo y Puerto Rico estuvo incluido.“No recibimos negativas de los activistas, que era uno de los riesgos, y participamos con el 16% de la muestra. Nuestros centros estaban en el Hospital Municipal de San Juan, en la Universidad de Puerto Rico y en el Hospital de Bayamón. A la mitad de las participantes se le daba placebo y a la otra AZT. La meta era reclutar 750 pares de madres e infantes a nivel global, pero cuando iban por 450 pararon el estudio porque se dan cuenta de que el AZT reducía la transmisión del virus a un 6%, mientras que con placebo era de 23%. Por razones éticas no se podía dar placebo. Había que dar la droga a todas las participantes. Fue algo grandioso”, dice con una gran sonrisa.
Enfatiza que Puerto Rico se movió bien rápido y estableció política pública para ofrecer AZT libre de costo a toda mujer embarazada con VIH.Actualmente, la expectativa de vida de un paciente de VIH es igual a alguien completamente saludable, solo tiene que mantener cuidados especiales y tomar sus medicamentos.“Fui parte de esa historia y me siento bien orgullosa porque se tomaron las decisiones correctamente”, añade.
Un lugar para ellas
Tras avanzar un paso en el diagnóstico positivo en las futuras madres, las pacientes se enfrentaron al cruel muro de la discriminación, lo que llevó a la doctora Carmen Zorrilla a nunca abandonarlas.“Dije: ‘luego del parto yo las voy a seguir viendo en una clínica de ginecología’ y hasta el sol de hoy he visto a más de 2,000 mujeres viviendo con VIH”, dice con determinación la investigadora principal del Centro de Estudios Materno Infantiles (CEMI), un espacio que inauguró hace casi 15 años y que actualmente está decorado con fotografías alegres de numerosas pacientes VIH positivo que ha atendido.
La doctora no ha hecho este trabajo en solitario, se lo debe también a un excelente grupo que tiene el privilegio de dirigir. Cuenta con especialistas en obstetricia y ginecología, medicina general, investigadores, trabajo social, asistentes y estadísticos. El estilo de liderar de Zorrilla, asegura, “no es dar las órdenes y decir lo que hay que hacer. Las mujeres tratamos de buscar consenso”. Y fue precisamente de esta forma que involucró a su equipo de trabajo en todos los detalles de CEMI, que atiende a casi 600 mujeres al año, de las que aproximadamente 50 están embarazadas. El centro ha evolucionado a un centro familiar, pues antes acudían las féminas solas, con miedo, pero ahora llegan con su pareja y hasta hijos. El proyecto es uno de apoderamiento donde la revelación del diagnóstico se mira como un evento liberador. “Guardar un secreto te cuesta mucha energía. Al revelarlo tienes apoyo y fuerza para sanar”, asegura la especialista, quien se ha convertido en amiga de muchas de sus pacientes.“Aprendo tanto de ellas que terminamos como amigas. No me puedo quejar, me enfrento a personas que tienen adversidad y la superan. Hoy continúo en contacto con esos bebés que nacieron hace 29 años, como mi hija”, confiesa.
“Las mujeres no deben estudiar medicina”
La doctora Carmen Zorilla estudió en el desaparecido Colegio La Milagrosa en Río Piedras. Cuenta que cuando cursaba su cuarto año de escuela superior tuvo un novio que era estudiante de medicina, específicamente Psicología. Ambos lograron concertar una cita de orientación con un profesor del joven para que pudiera dar luz a las inquietudes de Zorilla.Lejos de desanimarse, la joven estudiante acudió donde sor Elisa, del Colegio La Milagrosa, quien le recordó una parábola de los talentos (Mateo 25, 14-30) y un poema de Miguel de Unamuno y cómo no debía permitir que esas palabras la alejaran de lo que quería en esta vida. “Decidí solicitar. Me aceptaron y mi novio me dejó… 20 años después me llamó para pedirme perdón… Mi camino era este”, dice convencida quien sufrió de hostigamiento sexual, “aunque antes no se conocía ese término, pero sí la situación”. La doctora Carmen Zorilla se destacó y conformó el segundo grupo de mujeres en la especialidad de obstetricia y ginecología graduado de la Universidad de Puerto Rico.“Las mujeres no deben estudiar medicina”, sentenció el educador.