Un equipo de investigadores ha analizado millones de tuits publicados en todo el mundo durante la fase inicial de la epidemia.
Sergio Guinaldo
Información de SINC
Un equipo de investigadores ha analizado millones de tuits publicados en todo el mundo durante la fase inicial de la epidemia. Sus resultados muestran que, a medida que aumentaron los casos, los ciudadanos compartieron información más fidedigna.
Durante la emergencia sanitaria, los rumores, las desinformaciones y los bulos se han extendido como el propio virus. Esto ha contrarrestado la efectividad de las políticas sanitarias y entorpecido la comunicación, generando confusión y desconfianza entre los ciudadanos.
“No solo luchamos contra una epidemia, sino también contra una infodemia”. Estas fueron las palabras del actual director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom, en el marco de una reunión de expertos en política exterior y seguridad en la ciudad alemana de Múnich, durante el pasado mes de febrero.
Con este término, la OMS explica que “las infodemias son sobreabundancia de información, alguna rigurosa y otra no, que hace que para las personas sea difícil encontrar recursos fidedignos y una guía de confianza cuando la necesitan”.
Solo la OMS advirtió contra la 'epidemia de desinformación' que se esperaba con la covid-19”, declara a SINC Manlio De Domenico, jefe de la Unidad de Investigación de Redes Complejas Multicapa (CoMuNe) en el Centro de Tecnología de la Información de la Fondazione Bruno Kessler, en la ciudad italiana de Trento.
Él y un grupo de investigadores de la Universidad de Milán y la Fundación Bruno Kessler acaban de publicar un estudio en la revista Nature en el que evalúan el riesgo de infodemia en los meses de epidemia de covid-19 previos al 11 de marzo, día en que la OMS declaró la pandemia. Con él, pretenden ofrecer herramientas de análisis y reflexión a los máximos mandatarios de las regiones afectadas.
“Organizaciones como las Naciones Unidas y la OMS están invirtiendo en comunicación, pero las iniciativas a nivel nacional de los gobiernos, si es que las hay, parecen bastante pobres o poco eficaces, ya que ni siquiera están preparados para la existencia de este problema”, expresa De Domenico.
Twitter como objeto de estudio
Para obtener resultados, los analistas han recopilado 112,6 millones de tuits, publicados desde el 22 de enero de 2020 hasta el 10 de marzo de este mismo año. Palabras clave y hashtags, como coronavirus, ncov, #Wuhan, covid19, covid-19, sarscov2 o covid fueron empleadas en la recopilación.
Después, han introducido las URL asociadas y han analizado el nivel de credibilidad de sus contenidos, en función de varios parámetros, como las fuentes empleadas, el tipo de web, la verificación de sus contenidos o el propósito de la publicación. Al eliminar de la muestra enlaces duplicados, erróneos o no clasificables, obtuvieron que, de un total de 3.892 entradas, solamente 1.434 resultaron ser de confianza. Menos de la mitad.
“La información hoy en día es omnipresente y los responsables de las políticas o decisiones a nivel de los gobiernos pasaron por alto su importancia”, considera el investigador.
Tal y como describen sus autores, “en este estudio mostramos que la dinámica de la información adaptada para alterar las percepciones de los individuos, y sus respuestas conductuales, está asociada con un cambio de atención colectiva hacia contenido falso, un fenómeno denominado infodemia, que comparte similitudes con epidemias más tradicionales y fenómenos de propagación”.
Sin embargo, el principal hallazgo del estudio muestra que “a medida que las infecciones comenzaron a aumentar, la información confiable rápidamente se volvió más dominante y el contenido de Twitter se desplazó hacia fuentes de información más creíbles”.
Para evaluar el riesgo de las naciones a sufrir infodemia, así como su evolución en el transcurso de la pandemia, De Domenico y su equipo establecieron lo que han denominado un Índice de Riesgo Infodémico (IRI).
En palabras de este físico de sistemas complejos, “el IRI estima la tasa de exposición de los usuarios (de Twitter) a los tweets que apuntan a fuentes potencialmente poco fiables. Por lo tanto, una IRI alta significa que en ese país o bien muchos usuarios normales están compartiendo muchos enlaces con fuentes poco fiables o bien que hay superdifusores (es decir, usuarios influyentes) que lo hacen”, detalla.
Según muestra la siguiente gráfica, la media del riesgo de infodemia de un total de 162 países se reduce a medida que aumenta el número de contagios. Lo cual sugiere que la propagación de la epidemia lleva a las personas a buscar fuentes relativamente más confiables. ¿A qué se debe esta tendencia?
“Es la pregunta de un millón de dólares. Nosotros observamos este comportamiento en Italia, en primer lugar. Creemos que la repentina conciencia de que una enfermedad potencialmente mortal y desconocida llegó a nuestro territorio fue una buena razón para cambiar a una información fiable”, opina De Domenico.
No obstante, la evolución de este índice no ha transcurrido de la misma forma en todos los estados, y su avance o retroceso no está vinculado al desarrollo socioeconómico.
“Encontramos que hay países del G8 con un riesgo infodémico notable (por ejemplo, Rusia y Alemania) y países en desarrollo con niveles de riesgo mucho más bajos (por ejemplo, Tailandia y Filipinas)”, ejemplifica.
“Esto significa que, especialmente en países donde el riesgo de infodemia es alto, la velocidad y efectividad de la contención de la covid-19 podrían depender de un cambio de política rápido en las estrategias de comunicación”, expone el estudio.
Para el investigador, las infodemias, al igual que las pandemias, seguirán formando parte de nuestras vidas. Por ello, cree que, como sociedad, debemos estar preparados. “La diferencia es que ahora hay más conciencia del problema, al menos a nivel de las organizaciones internacionales, y también la investigación académica está tratando de avanzar rápidamente para desarrollar el campo de la infodemiología”, concluye.
Infodemia en España
El pasado mes de septiembre, un equipo de investigación de la Universidad de Valencia publicó en la revista Gaceta Sanitaria los resultados de un estudio similar en el ámbito nacional. Del mismo modo, buscaba analizar las desinformaciones compartidas en España durante el primer estado de alarma. Su muestra, sin embargo, no se centró en analizar tuits, sino que fueron bulos compartidos mediante WhatsApp.
En concreto, el grupo ScienceFlows recopiló 2.353 mensajes compartidos por la aplicación de mensajería instantánea entre el 18 de marzo y el 18 de abril de 2020. De todos ellos, 126 guardaban relación con la prevención o con la cura de la covid-19.
Ya en aquel momento, la coautora principal del estudio, Carolina Moreno —catedrática de Periodismo en la Universidad de Valencia—, contemplaba un escenario similar al que han llegado los investigadores italianos. “Conforme la epidemia ha estado más asentada y la sociedad ha asumido la situación, las personas envían o reenvían menos”, afirma Moreno a SINC.
“La infodemiología, tal y como la definió Gunther Eysenbach en 2002, consiste en prevenir antes de que ocurra. Es una actividad previa a la epidemia, donde se da una búsqueda y un acceso a la información con mucho ruido”, explica la catedrática de la Universidad de Valencia. “Hasta que no se produce la pandemia no surge la información institucional, los grafismos, los contenidos interactivos...”, expone.
Moreno confirma, remitiéndose a los datos de su investigación, las conclusiones del estudio de De Domenico. “Hicimos una fuerte campaña de información para dar a conocer tanto nuestro teléfono como nuestro correo durante los primeros meses del confinamiento. Entonces, el volumen de bulos que nos llegaba era espectacular”, recuerda la investigadora. “De repente —continúa narrando—, aun haciendo acciones de promoción, empezamos a recibir cada vez menos. Desde mayo, y conforme fue pasando el tiempo, el número de bulos que recibimos fue descendiendo”, detalla.
Para la catedrática, es difícil encontrar las razones detrás de este comportamiento, aunque señala las que, en su opinión, han podido condicionar la conducta de los usuarios. “Al conocer casos cercanos, al ver el virus de cerca, al entrar en contacto con los centros de salud, se deja de prestar tanta atención a los bulos. También hay estrategias de comunicación más claras, con información institucional más contundente. Tampoco es lo mismo estar confinado que regresar a la actividad laboral, porque la gente tiene menos tiempo para enviar bulos”, explica.
Sin embargo, a pesar de que para esta segunda podamos estar 'a salvo' de los bulos relacionados con cuestiones sanitarias, Moreno sospecha que podrían proliferar otro tipo de desinformaciones ante los nuevos confinamientos. “De los 584 bulos que recibimos para el estudio, solo una cuarta parte eran sobre salud. La mayoría eran sobre teorías de la conspiración, 5G, etc. Mi percepción ahora, con un posible confinamiento, es que podría haber más bulos relacionados con políticas, con teorías negacionistas o alternativas”, concluye.