Esta es una de las afecciones más comunes del estómago actualmente, generada por un estilo de vida agitado, sin control de las presiones o angustias de la vida cotidiana.
Por: Carolina González Quiceno
La gastritis nerviosa o emocional, es una afección frecuente y dolorosa, ya que el sistema digestivo es altamente sensible a situaciones de estrés y ansiedad, lo cual afecta significativamente la salud además del bienestar de una persona. Existe una estrecha relación entre el sistema digestivo y el cerebro, por lo que cualquier situación prolongada de estrés puede alterar las funciones básicas del sistema nervioso.
¿Cómo identificarla?
Los síntomas de la gastritis nerviosa abarcan una variedad de molestias, como sensación de ardor, dolor estomacal persistente, sensación de saciedad, hinchazón abdominal, mareos, sensación de plenitud, eructos, náuseas, digestión lenta, dolor de cabeza, reflujo, escalofríos, pérdida de apetito y fatiga.
¿Cómo afecta el estrés?
Tanto el estrés físico como psicológico, ya sea agudo o crónico, junto con la ansiedad, tienen una gran influencia en el desarrollo de la gastritis emocional. Además, la gastritis nerviosa puede estar influenciada por predisposición genética y otros factores como cambios en los hábitos alimentarios, consumo de medicamentos o sustancias tóxicas.
Por ello, cuando una persona experimenta estrés prolongado, se producen cambios en procesos digestivos fundamentales. El pH se altera, lo que puede generar inflamación en las mucosas, y el flujo sanguíneo hacia el estómago disminuye.
Asimismo, es importante destacar que en esta condición no es común que se produzcan gastritis o úlceras, pero estas pueden desarrollarse en situaciones de estrés intenso como una cirugía, una hospitalización o un evento emocional impactante.
Además, los estados emocionales negativos pueden elevar los niveles de cortisol en la sangre, lo cual afecta el proceso de digestión y absorción de alimentos, ocasionando malestar significativo.
Tratamiento
El tratamiento de la gastritis nerviosa puede resultar complicado, ya que requiere abordar tanto los aspectos físicos como los psicológicos para lograr resultados satisfactorios. En este sentido, la intervención de un profesional especializado desempeña un papel crucial para el tratamiento exitoso de esta afección.
Entre los tratamientos más comunes empleados en estos casos se puede mencionar:
- Los antiácidos: Ayudan a disminuir el dolor, ardor e inflamación.
- Cambiar hábitos de alimentación y vida.
- Mejora tu alimentación y hábitos de vida: Aumentar el consumo de frutas, fibra, verduras, para mejorar el proceso digestivo y evitar el consumo de azúcar refinada, bebidas gaseosas o envasadas y alcohol.
- No dormir justo después de comer.
- Ingerir los alimentos lentamente.
- Descansar y dormir adecuadamente.
- Realizar actividades físicas.
- Modificar y evitar los pensamientos negativos, obsesivos y perjudiciales.
- Practicar técnicas de resolución de problemas.
- Practicar técnicas de relajación y respiración para reducir el estrés.