El COVID-19 puede ser la oportunidad para reformar la sanidad pública en América Latina

La pandemia ha evidenciado que América Latina necesita transformar sus sistemas de salud. La videncia es clara, si se quiere sistemas accesibles, equitativos y eficientes, se debe reforzar la sanidad pública.

Por: Medicina y Salud Pública


El COVID-19 colocó los sistemas públicos de salud de la región al borde del colapso, lo que muestra modelos sobre los que se basan son ineficientes y fomentan la desigualdad.

Los modelos sanitarios de América Latina reflejan y refuerzan la desigualdad de los países.

Katherine Trujillo Useche
Agencia Latina de Noticias Medicina y Salud Pública 

América Latina está viviendo la mayor crisis sanitaria de la historia reciente, con más de 350.000 muertes asociadas al COVID-19. La región Latina representa el 8% de la población mundial, pero casi un tercio de las muertes globales por el nuevo coronavirus que ha desbordado a la mayoría de sus sistemas de salud.

La pandemia ha evidenciado que América Latina necesita transformar sus sistemas de salud. La videncia es clara, si se quiere sistemas accesibles, equitativos y eficientes, se debe reforzar la sanidad pública. El modelo predominante en la región no satisface el derecho a la salud que los Estados garantizan por la ley. Es necesario actuar pronto, el avance de la sanidad pública  desde principios de siglo ha sido desigual y en conjunto lento.

Los modelos sanitarios de América Latina reflejan y refuerzan la desigualdad de la región. Los ciudadanos de clase media y alta suelen acudir a la sanidad privada, mientras que el resto de la población accede a la sanidad pública, con recursos limitados y a menudo desbordada. Por tanto, las personas de bajos recursos enfrentan mayores esperas para servicios peores. Este fenómeno lastra su productividad, reduce sus ingresos y alimenta el ciclo de desigualdad.

En un país como Brasil, donde la salud es un derecho universal por mandato constitucional, se gasta hasta 5 veces más en la salud de un ciudadano con seguro privado que en el que solo tienen acceso al sistema público de salud. Con este contexto, la clase media y alta que tienen mayor poder de incidencia, no siente en primera persona la urgencia de reforzar la sanidad pública.

Para cambiar el modelo latinoamericano se necesita conocer las alternativas. Existen tres modelos de sistemas de salud. Países con fuerte tradición sindical, como Alemania, tiene a tener sistemas bismarckianos. Estos obligan a los empleadores a proporcionar un seguro médico colectivo a sus trabajadores y cuentan con organizaciones privadas, con frecuencia  sin fines de lucro, para provisión de servicio.

En contraste, los países escandinavos y el Reino Unido cuentan con sistemas beverigianos. Este modelo otorga mayor protagonismo al Estado, que garantiza su financiamiento a través de impuestos y provee directamente los servicios. Finalmente, el modelo liberal, al que acceden millones de estadounidenses, privilegia tanto la financiación como la prestación privada con una regulación más laxa.

En su mayoría los sistemas de salud de Latino América  son híbridos y combinan al menos dos sistemas. En Brasil, el país poblado de la región, cerca de una cuarta parte de la población dispone de un seguro privado y sigue un modelo liberal, mientras el resto de la población utiliza el Sistema Universal de Salud (SUS), que está inspirado en el modelo de Beveridge. 

Sin embargo, la salud privada concentra el 58% del gasto total de salud. El segundo modelo combina los sistemas liberal , bismarckiano y beveridgiano en paralelo, con clínicas, hospitales y profesionales diferenciados. Este es el modelo adaptado en Argentina, México, Colombia y Chile, entre otros países.

Los sistemas híbridos latinoamericanos sufren cinco problemas intrínsecos a su diseño: tiene mayores costes administrativos, corren el riesgo de que los seguros privados deleguen a los enfermos crónicos y graves al sector público, dificultan la integración de los servicios, intervienen poco en atención primaria y separan los interés de las clases medias y altas.

La solución a este problema es fácil de enunciar, pero compleja de poner en práctica, reforzar la sanidad pública.

Para ello, los gobiernos deben dar un paso adelante, solo el 52% del gasto en salud en América Latina es público, un porcentaje similar a Estados Unidos, pero muy inferior al 80% de los países con el modelo Beveridge a el 70% de los países con Bismarck. El incremento del gasto público se vería compensado por una disminución del gasto total en salud, al reducir los costes administrativos y reforzar la atención primaria.

Es necesario reforzar la sanidad pública en América Latina, pero la ventana de oportunidad puede cerrarse pronto. Cuanto más consoliden los sistemas híbridos, con un peso importante del sector y los seguros privados, mayores serán los intereses de aseguradoras y compañías privadas de preservar el status.

Los gobierno de la región no deben desaprovechar la oportunidad presentada por la epidemia del COVID-19 para reforzar su sanidad pública. Esto traerá una buena recompensa ya que no solo alargará y aliviará millones de vidas, sino que ayudará a romper el ciclo de injusticia social y pobreza.



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