Preocupante la escasez de cirujanos vasculares en Puerto Rico

En la actualidad, la isla cuenta solamente con 14 cirujanos vasculares, con un promedio de edad de 55 años, muchos de los cuales tienen previsto retirarse en los próximos años.

Por: Rafael Santini, MD


Durante la última década, un significativo número de residentes de Puerto Rico ha experimentado dificultades en el acceso a la atención médica. Este problema se presenta como un desafío complejo y multifacético, siendo la escasez de profesionales médicos uno de los factores predominantes en esta problemática. A pesar de que esta situación fue anticipada hace años, las iniciativas y legislaciones que han tenido un impacto positivo en el aumento del número de médicos en la isla han sido escasas e inefectivas. 

Varios estudios han estimado un déficit de más de 30,000 cirujanos y sus subespecialidades en los Estados Unidos, incluyendo la cirugía vascular. En respuesta a esta demanda, el sistema de formación médica en los Estados Unidos ha incrementado el número de plazas académicas para la capacitación de cirujanos vasculares. Sin embargo, se proyecta que no será sino hasta el año 2050 que la cantidad de cirujanos vasculares esté en consonancia con la demanda de sus servicios. En contraste con la situación en los Estados Unidos, Puerto Rico carece de un programa de formación acreditado en Cirugía Vascular, lo que agrava aún más este problema.

En la actualidad, la isla cuenta solamente con 14 cirujanos vasculares, con un promedio de edad de 55 años, muchos de los cuales tienen previsto retirarse en los próximos años. 

Según las recomendaciones de la Sociedad de Cirujanos Vasculares Americana, para atender adecuadamente a la población se requeriría alrededor de 1 cirujano vascular por cada 100,000 habitantes. Esto nos ubica en un déficit de aproximadamente 20 cirujanos vasculares. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? En la isla, solo se ofrecen dos programas de cirugía general, graduando un total de 9 cirujanos al año entre ambos programas. De estos graduados, solo un pequeño porcentaje manifiesta el deseo de continuar dos años adicionales de entrenamiento en cirugía vascular. Además, de los que aspiran a especializarse en esta subespecialidad, no todos logran obtener una plaza en un campo altamente competitivo.

Aquellos que consiguen una plaza de entrenamiento en cirugía vascular se ven obligados a emigrar a los Estados Unidos, ya que en Puerto Rico no existe un programa de formación en esta área. Los profesionales médicos que reciben entrenamiento en los Estados Unidos suelen encontrar oportunidades laborales abundantes y atractivas. Por cada graduado en cirugía vascular, existen cuatro puestos de trabajo disponibles, y los hospitales estadounidenses implementan estrategias de reclutamiento efectivas. Por lo tanto, no es sorprendente que, de la generación de cirujanos vasculares puertorriqueños con edades comprendidas entre los 35 y 45 años, haya más del triple ejerciendo en los Estados Unidos que en Puerto Rico, a pesar de que muchos obtuvieron sus títulos en medicina y entrenamiento en cirugía general en la isla.

Es imperativo que el gobierno y los hospitales en la isla tomen medidas concretas para abordar esta situación. Esto incluye la creación de nuevos programas de formación en cirugía general y vascular y un incremento en los esfuerzos de reclutamiento de cirujanos vasculares puertorriqueños. Asimismo, es crucial desarrollar herramientas de capacitación para médicos primarios en el manejo de enfermedades vasculares y establecer sistemas de transferencia de pacientes accesibles para las zonas desatendidas de la isla. Por igual, es de suma importancia para los cirujanos vasculares dedicar esfuerzos significativos a la mentoría y la promoción acerca de esta especialidad entre los estudiantes de medicina y los residentes de cirugía.

La falta de cirujanos vasculares es solo un ejemplo de los numerosos problemas que afectan a diversas subespecialidades médicas en Puerto Rico, cada uno con sus desafíos particulares. Si no se inicia un proceso de cambio, el futuro para la población puertorriqueña en términos de atención médica se vislumbra desalentador y preocupante.



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