Investigadores revelaron que el declive de la función cerebral fue 3 veces más rápido en pacientes con riesgo cardiovascular elevado.
Por: María Camila Sánchez
Las enfermedades cardiovasculares, por lo general, están relacionadas con la aterosclerosis, acumulación de placas de grasa en venas y arterias que puede provocar el bloqueo del flujo sanguíneo.
Una vez ocurre un daño en la pared interna de alguna arteria, las células sanguíneas y otras sustancias pueden aglomerarse en el lugar de la lesión y acumularse en el recubrimiento de la arteria.
Esto puede generar complicaciones como la enfermedad arterial periférica, enfermedad de la arteria carótida, enfermedad renal crónica y, aunque en menor medida, también pueden generar alteraciones cerebrales que son típicas en pacientes con Alzheimer.
Así lo indicó recientemente una investigación liderada por el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), en conjunto con la Fundación Pasqual Maragall, el Barcelona Beta Brain Research Center (BBRC), que confirmó la importancia de controlar los factores de riesgo cardiovascular como la hipertensión, los niveles de colesterol, la diabetes, el tabaquismo y el sedentarismo.
Enfermedades cardiovasculares y neurológicas, ¿cómo se relacionan?
Generalmente, las enfermedades cardiovasculares coexisten con la demencia en etapas avanzadas, sin embargo, se han realizado pocos estudios que evalúen la interacción entre la aterosclerosis y su impacto negativo para la salud del cerebro.
Aún así, según el estudio, las personas de mediana edad (50 años) que cuentan con un riesgo cardiovascular elevado por cinco años o más, experimentan una mayor disminución del metabolismo cerebral medido a través de técnicas de imágenes avanzadas.
Según ha asegurado el director general del CNIC, el cardiólogo Valentín Fuster, estos hallazgos abren la posibilidad de intervenir sobre un trastorno modificable, como las enfermedades cardiovasculares, para prevenir el desarrollo de algunos trastornos neurológicos para los que aún no hay cura conocida.
“Cuanto antes empecemos a controlar los factores de riesgo cardiovascular, mejor será para nuestro cerebro”, señaló.
Investigaciones anteriores
En 2021, el CNIC descubrió, a través de una investigación similar, que la presencia de factores de riesgo cardiovascular y de aterosclerosis subclínica (antes de que aparezcan los síntomas) en las arterias carótidas de individuos de 50 años aparentemente sanos, estaba asociada a un menor metabolismo de glucosa cerebral, considerado un indicador de salud de ese órgano.
Para la nueva investigación, el equipo siguió durante cinco años a los participantes del estudio. Aquellos que mantuvieron un riesgo cardiovascular elevado en ese tiempo sufrían “una disminución aún mayor del metabolismo cerebral”.
De hecho, el declive metabólico cerebral era tres veces mayor que el de personas que se mantienen en bajo riesgo cardiovascular, destacó la primera firmante del artículo, Catarina Tristão-Pereira.
El equipo del CNIC descubrió que la progresión de la aterosclerosis subclínica en las carótidas durante esos cinco años se relacionaba con una disminución del metabolismo en regiones cerebrales vulnerables a la enfermedad de Alzheimer, de manera aditiva al efecto de los propios factores de riesgo cardiovascular.
Aunque aún no se conoce el impacto que puede tener sobre la función cognitiva esa disminución en el metabolismo cerebral, el haber detectado ya daño neuronal "sí que nos indica que, cuanto antes empecemos a controlar los factores de riesgo cardiovascular, mejor será para nuestro cerebro”, dijo la también firmante Marta Cortés Canteli, del CNIC.
“La relación entre el cerebro y el corazón es un tema fascinante y con este estudio hemos visto que empieza mucho antes de lo que se creía”, concluyó Fuster.