Juan David Galindo, un niño de 13 años, colombiano, a su corta edad ha tenido tres corazones, debido a una miocardiopatía dilatada genética, ha necesitado dos trasplantes cardíacos para seguir viviendo.
Por: Laura Guio
Los síntomas de la miocardiopatía dilatada, como fatiga y falta de aire, pueden confundirse con otras enfermedades. Su tratamiento incluye medicamentos, dispositivos para regular los latidos o, en casos graves, trasplantes de corazón.
Por lo mismo, en una entrevista exclusiva de la revista Medicina y Salud Pública con el Dr. Javier Castro, Jefe de falla y trasplante cardiaco pediátrico, y los propios protagonistas del caso, Juan David y su madre, Diana Gordillo, nos relatan su increíble historia de lucha y esperanza en esta hazaña médica.
La miocardiopatía dilatada es una enfermedad que afecta el músculo cardíaco, debilitándose y dificultando la circulación sanguínea. Esta afección, que a menudo se presenta de manera silenciosa, pone en grave riesgo la vida del paciente al impedir que el corazón bombee sangre adecuadamente al resto del cuerpo.
"Es una condición que afecta principalmente al ventrículo izquierdo, la principal cavidad que bombea la sangre. Con el tiempo, la pared del corazón se adelgaza y dilata, lo que provoca insuficiencia cardíaca", explica el Dr. Castro, quien ha sido clave en el tratamiento y seguimiento de Juan David.
El primero de los trasplantes
Juan David, diagnosticado con esta enfermedad a temprana edad, comenzó a experimentar síntomas severos como fatiga y falta de aire, que amenazaron su vida desde muy joven. Según el doctor Castro, conoció a Juan David, ´in extremis´, es decir, "en las últimas".
"El deterioro de su enfermedad llegó a un punto a requerir apoyos adicionales, y ese caso fue el soporte mecánico", comenta el Dr. Castro.
En ese momento, se optó por un tratamiento innovador: la asistencia ventricular izquierda, un dispositivo que reemplaza temporalmente la función del corazón.
"Realmente, este fue el primer paciente en el país que se hizo asistencia ventricular izquierda. En su momento, la evolución no fue buena, pero logramos una estabilidad suficiente que permitió salir de la asistencia y, después de varios meses de rehabilitación, pudimos hacer un trasplante cardíaco", agrega el Dr. Castro, este trasplante le permitió vivir bastante bien por los siguientes años.
El segundo de los trasplantes
Aunque el trasplante inicial le permitió recuperar su calidad de vida, las complicaciones típicas de los pacientes trasplantados no se hicieron esperar.
"Con el tiempo, las mismas evoluciones que pueden ocurrir con los pacientes trasplantados nos obligaron a reconsiderar una nueva terapia avanzada. Y en este caso, fue un segundo trasplante de corazón", explica el Dr. Castro.
El proceso fue arduo, pero gracias a la intervención oportuna y al equipo de médicos, Juan David sobrevivió a su segundo trasplante. "Afortunadamente, la evolución después de este trasplante fue muy buena y hoy en día él está en casa, estudiando, haciendo su vida y siendo una persona que tiene un proyecto de vida", destaca el especialista.
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La voz del sobreviviente
Con una sonrisa que irradia esperanza, Juan David comparte su perspectiva sobre el largo camino recorrido.
"Siempre estábamos contentos. Lo que sé es que siempre me tocaba tomar hartas pastillas. A mi mamá, que la quiero mucho, siempre ha estado ahí. Siempre intenta resistir cuando yo me pongo mal. Ella hace todos los lugares, así sea en la clínica o en la casa, los hace alegres y seguros para mí. A mí me encanta mucho vivir, así que lo que sea por mi salud, a mí ahí me apunto", afirma Juan David, quien ahora, a sus 13 años, vive con un renovado sentido de propósito.
"Que no se rindan, que sigan ahí, porque si siguen con el esfuerzo podrán disfrutar de la vida. Y es que la vida sí es un verdadero regalo", agrega el joven con esperanza.
La lucha incansable de una madre
Diana Gordillo, madre de Juan David, ha sido su pilar en este arduo proceso. Desde el momento en que supo que su hijo necesitaba un trasplante hasta los días más oscuros, Diana nunca perdió la fe.
"Él primero tuvo tratamiento en Bogotá. Me encontré con un médico que me dijo que para los pobres no existía el trasplante. Pero estamos acá, y ya llevamos dos trasplantes", relata Diana, emocionada.
Después de varios diagnósticos pesimistas y de no encontrar apoyo en otros lugares, la familia llegó a Bucaramanga, donde encontraron la esperanza que tanto necesitaban.
"Nosotros aprendimos a vivir el día a día, a disfrutar cada día y hacer lo mejor que podamos. Si hay días que se pueden caminar, salimos a caminar. Nunca hemos estado solos. ´Dios me manda lo que me hace falta´, comenta Diana, agradecida con el apoyo recibido.
"Nosotros somos muy bendecidos por esos ángeles que nos regalaron el corazón para mi hijo. Siempre me he sentido muy afortunada, agradecida infinitamente. Yo me esmero cada día y siento que ya tengo todo porque lo tengo a él", concluye Diana, con una sonrisa llena de gratitud y amor.
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