A veces pienso que si la gente supiera todo lo que estudiamos y todo lo que dedicamos al bienestar colectivo tal vez no dudaría tanto de nosotros.
Por: Yolimarian Torres
Por la Dra. María López-Collada:
Ser médico es una de esas cosas que nadie te puede contar. Nunca dudo de la buena intención de un colega, aún sin conocerlo, porque de alguna manera sé por todo lo que ha pasado y sé que no hay otra razón para hacerlo, que un gran amor por la ciencia y por la humanidad.
Solo los médicos nos entendemos al cien por ciento. Solo nosotros sabemos todo lo que sacrificamos y lo que vivimos para llegar hasta aquí; el primer examen de anatomía y sus seiscientas páginas que memorizar, las noches sin dormir repasando una y otra vez las inserciones de los músculos, la primera mala calificación cuando en la preparatoria siempre eras el número uno sin esfuerzo alguno, los pies hinchados que ya no te caben en los Crocs porque llevas 36 horas de pie en el quirófano, sentir que el rumbo de tu vida entera depende de un solo examen, la primera vez que te encariñas con ese paciente de pediatría que tiene leucemia y a pesar de todos los esfuerzos fallece. Y sientes que un pedacito de tu corazón se apaga también.
Todas esas cosas nadie las soporta a menos que haya un gran impulso. Lo sabemos, lo hemos visto; todos tuvimos compañeros que quedaron en el camino. ¿Cuál otra razón habría para dejar de lado las fiestas, los amigos, el descanso y hasta a la familia? ¿Dinero? Creo que estarán de acuerdo conmigo de que hay maneras mucho más fáciles (y desde luego, más rápidas) de hacerse de dinero. ¡Somos personas que a los treinta años comienzan a ganar sus primeros pesos! Mis amigas llevaban años trabajando y viajando cuando a mí apenas me alcanzaba para pagar la renta de un departamento compartido en la zona de hospitales con mi beca. A mis 30 años comía en el hospital, aunque no estuviera de guardia, para no gastar en comida.
Con el paso de los años he percibido una sensación de enemistad que se tiene por parte de la población general hacia nosotros los médicos. No sé qué pasó ni cuándo, pero muchos nos perciben como enemigos, no como aliados. Veo por todos lados acusaciones de negligencia sin sentido, enojo y hostilidad en las consultas y la idea de que todos los fármacos son malos y es mejor optar por tratamientos "naturales". Hace unos días estaba en un café y no pude evitar escuchar una conversación entre amigas en la mesa de al lado (tal vez sí pude, pero seguí oyendo porque hablaban del gremio con mucha autoridad). Una de ellas le contaba al resto que un alergólogo había ordenado unas pruebas de alergia para su hijo de seis años, que ha sufrido de rinitis por años. El consenso fue que el médico era un charlatán que solo buscaba sacar dinero. Otra de ellas compartió que no pensaba regresar con un pediatra que le recetó antibiótico "de entrada" a su hijo. Seguro compartieron más anécdotas, pero finalmente opté por hacer lo propio y no escuchar conversaciones ajenas.
A veces pienso que si la gente supiera todo lo que estudiamos y todo lo que dedicamos al bienestar colectivo, tal vez no dudaría tanto de nosotros.
Sin embargo, tampoco creo que no tengamos por lo menos parte de la culpa. Durante muchos años la medicina fue muy paternalista y creo que en esa época probablemente funcionaba bien así. Pero la cultura fue avanzando y nuestra manera de operar se quedó atrás. Los pacientes necesitan sentirse escuchados, comprendidos e importantes. Creo que muchas veces cuando vemos venir cuestionamientos tendemos a sentirnos atacados y esto no necesariamente debería ser así. Si tenemos (como la tenemos) a la ciencia de nuestro lado, todo se puede resolver con una comunicación civilizada. Abramos espacios en nuestra consulta para dudas y ¿por qué no? Incluso para discusiones respetuosas.
Necesitamos volver a construir esos puentes de comunicación que en algún momento se rompieron o tal vez nunca estuvieron ahí.
No hay razón por la cual debamos estar en conflicto. ¡Nuestro objetivo es el mismo!: El bienestar del paciente. Esa es nuestra razón de estar aquí y ciertamente, la de ellos también.
Me gustaría preguntarles: ¿Ustedes cómo manejan a un paciente que cuestiona sus prescripciones? ¿Han tenido algún roce?
Fuente consultada aquí.