Según estudios, la contaminación del aire, especialmente la exposición a partículas finas (PM2.5), se ha asociado con un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.
Por: Laura Guio
Un equipo de investigadores de la Universidad de Emory (EE UU) lidera un estudio innovador para desentrañar la relación entre la contaminación del aire, especialmente las partículas finas (PM2.5), y el aumento del riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas.
Aunque se sabe que las toxinas en el aire contaminado pueden afectar negativamente la salud cerebral, el impacto específico de estas sustancias sigue siendo un misterio.
Las partículas finas, conocidas como PM2.5, son diminutas partículas presentes en el aire, con un diámetro diario de solo 2.5 micrómetros, equivalentes a una fracción del grosor de un cabello humano. Estas partículas, una mezcla de sustancias químicas, polvo, hollín y metales, pueden provenir de fuentes como vehículos, industrias, quema de madera y otras actividades humanas.
PM2.5 y el vínculo con el cerebro:
Las partículas finas (PM2.5), cuya presencia en el aire se ha incrementado en muchas ciudades alrededor del mundo, son lo suficientemente pequeñas como para penetrar profundamente en los pulmones y el torrente sanguíneo.
Estas partículas provienen principalmente de fuentes como el tráfico vehicular, la industria, y la quema de combustibles fósiles. Aunque se ha demostrado que la exposición a largo plazo a PM2.5 está vinculada con enfermedades respiratorias y cardiovasculares, un número creciente de estudios ha sugerido que también podría afectar la salud cerebral, contribuyendo al desarrollo de trastornos como el alzhéimer.
Este nuevo estudio tiene como objetivo abordar una de las grandes incógnitas en la investigación sobre salud ambiental y neurociencia: ¿cómo exactamente las partículas finas de PM2.5 impactan el cerebro y qué mecanismos biológicos están en juego?
Modelos avanzados para comprender la exposición a la contaminación
El equipo de investigación de Emory junto con investigadores de la Universidad de California en Davis, la Universidad de Columbia Británica y el Instituto de Tecnología de Georgia, se han unido para crear un enfoque multidisciplinario que permita desentrañar los mecanismos biológicos que vinculan la contaminación del aire con el riesgo de demencia.
"Nuestro objetivo es entender no sólo los efectos directos de la contaminación en el cerebro, sino también los factores biológicos subyacentes que podrían contribuir a un mayor riesgo de enfermedades neurodegenerativas", afirmó Donghai Liang, profesor asociado de salud ambiental y coinvestigador principal del estudio.
El estudio también incorpora el uso de modelos avanzados para medir la exposición a PM2.5 de los participantes según su ubicación geográfica. Esto permitirá a los investigadores asignar estimaciones de exposición precisas a cada individuo, tomando en cuenta la variabilidad en la contaminación del aire a nivel local.
Los modelos de contaminación del aire se utilizarán para trazar las trayectorias de exposición a lo largo del tiempo, lo que permitirá correlacionar los niveles de PM2.5 con los cambios en la función cognitiva y los tejidos cerebrales.
Los investigadores esperan que los resultados de este estudio proporcionen información valiosa sobre los factores ambientales que influyen en el desarrollo de enfermedades como el alzhéimer. Esta información podría ser crucial para el diseño de futuras estrategias de intervención y prevención.
Según Liang, identificar los componentes específicos de PM2.5 que son más dañinos para el cerebro podría ser el primer paso para crear políticas públicas que reduzcan la exposición a estos contaminantes y protejan la salud cognitiva de las generaciones futuras.