A lo largo de los años científicos han tejido múltiples teorías sobre la muerte del “Mesías” como una embolia pulmonar o un ‘shock’ hipovolémico, entre otras.
Para el pueblo cristiano la muerte de Jesús se dio para salvar a la humanidad, así lo dicen las escrituras. Los no creyentes desestiman esta teoría e incluso ponen en duda la misma existencia “del hijo de Dios”. Desde la ciencia, en cambio, una corriente de científicos en distintas disciplinas como médicos forenses, arqueólogos, antropólogos e historiadores, entre otros, se han encargado de intentar explicar clínicamente el fallecimiento de Jesús de Nazaret.
Y esto va más allá de la figura ensangrentada sobre una cruz que la mayoría recuerda. Un hombre con una corona de espinas, un letrero sobre él (que dice INRI – en español “Jesús de Nazaret, rey de los judíos”) y clavos en sus manos y pies. Patologías generadas por las torturas descritas en los evangelios, situaciones de estrés y procesos internos pueden ser las principales causas de su deceso.
Pero, ¿qué habría generado la muerte de Jesús?
La ley romana, dicen los historiadores, no tenía un número específico de latigazos. La flagelación era un preámbulo legal a toda ejecución. El látigo romano estaba compuesto por un mango de madera que terminaba en tres correas de cuero con bolas metálicas en los extremos, que era llevado por uno de los militares (flagrum o flagellum).
Por ningún motivo, la persona, en este caso Jesús, podía morir en esa antesala de tortura, principalmente por dos razones. La primera, una orden directa de Pilato, era mostrarlo al público, exponerlo al escarnio público. La segunda era más lógica, si se trataba de una condena a muerte, la idea era que llegara vivo a El Calvario, también conocido como el Gólgota, donde finalmente se daba la muerte en la cruz.
Estos ataques traían consigo fuertes heridas. Cada flagelo cortaba su piel y podía llegar hasta los músculos. Esto a su vez significaba una pérdida sensible de sangre.
La tradición católica sostiene que dicha muerte se produjo de tres a seis horas después de que comenzara la crucifixión.
Benjamin Brenner, del Centro Médico Rambam, asegura que la muerte se dio por una trombosis de vena profunda (TVP) en sus piernas tras ser clavado en la cruz. Fue entonces cuando el coágulo formado llegó a sus pulmones, lo cual obstaculizó el flujo de sangre (embolia pulmonar) para luego darse el fallecimiento.
La teoría de Brenner llega como una crítica a un artículo previo.
En el Journal of the American Medical Association se publicó en 1986 un análisis llamado ‘Sobre la muerte física de Jesucristo’.
La presentación de este documento sostiene que “la flagelación produjo laceraciones profundas y una pérdida de sangre apreciable, y probablemente preparó el escenario para el shock hipovolémico, como lo demuestra el hecho de que Jesús estaba demasiado débil para llevar la barra transversal a Gólgota”.
Este shock hipovolémico al que hace referencia la investigación se trata de la pérdida de más de la quinta parte del volumen de sangre que circula en el organismo. Por tal razón, muchos órganos dejan de funcionar debido a la falta de oxígeno en los tejidos.
“La muerte se debió principalmente a shock hipovolémico y asfixia por agotamiento. La muerte de Jesús fue asegurada por el empuje de una lanza de soldado en su costado”, sustenta el informe.
El doctor barranquillero Rubén Darío Camargo, especialista en cuidados intensivos, publicó también su análisis.
“Con los brazos extendidos, pero no tensos, las muñecas eran clavadas en el patíbulo. De esta forma, los clavos, de un centímetro de diámetro en su cabeza y de 13 a 18 centímetros de largo, eran probablemente puestos entre el radio y los metacarpianos, o entre las dos hileras de huesos carpianos, ya sea cerca o a través del fuerte flexor retinaculum y los varios ligamentos intercarpales. En estos lugares aseguraban el cuerpo”, describe.
Para Camargo, Jesús fue una persona politraumatizada y policontundida desde el mismo momento de la flagelación, hasta su crucifixión. “Cada esfuerzo de respiración se volvería agonizante y fatigoso, eventualmente llevaría a la asfixia y finalmente a su fallecimiento”.
Un documental de 34 minutos llamado La crucifixión de Jesús - Las últimas 18 horas narra con médicos especialistas todo el recorrido y los efectos infligidos a Jesús durante el viacrucis y el momento de su muerte.
Un elemento mencionado en La Biblia es la corona de espinas, una burla para el rey de los judíos por parte de los romanos.
“Sintió un profundo dolor magnificado por el hecho de que le rodeaba la cabeza. Este dolor eventualmente se extendería al cuello y los hombros”, narran los expertos del documental.
“Los clavos que usaban fueron hallados en numerosas excavaciones. Eran muy largos, tenían que penetrar en la dura madera, atravesar la carne y los huesos de la víctima”.
Para ellos se trató de “una sinfonía de dolor”.
Una lanza
El apóstol Juan narra en su libro de La Biblia que con el fin de que los cuerpos —el de Jesús y otros dos crucificados— no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día era de gran solemnidad) los judíos pidieron que se les quebrasen las piernas y fuesen quitados de allí.
“Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua”, se lee en “el texto sagrado”.
La muerte se aceleraba, según se narra en el libro Jesús y la medicina, de Armando Pérez de Nucci, mediante el crurifragium, técnica que consistía en fracturar las piernas de los condenados con una pesada maza. Al no contar con un apoyo en los pies para respirar, esto provocaba embolias pulmonares.
Los estudios evidencian el tema de la lanza romana. El libro habla de la ubicación exacta: el quinto espacio intercostal derecho, en una profundidad de ocho centímetros aproximadamente, y por lo tanto, abriendo la cavidad pleural, el envoltorio pericárdico y la aurícula derecha.
Otros elementos
Un aparte de la narración bíblica indica que a Jesús le dieron un trago de vino mezclado con algo. Mateo cuenta que fue con hiel, mientras que Marcos asegura que fue con mirra. En cualquier caso, los expertos sostienen que se trata de una bebida analgésica con el fin de disminuir el dolor. Un elemento que después aparece en la cruz a través de una esponja llevada a su boca, pero esta vez con vinagre.
Lucas, por su parte, narra en su libro: “Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”.
Basándose en este versículo, los expertos forenses hablan de hematohidrosis que trata de una respuesta dada por el organismo a una situación de estrés.
Del dolor no hablan los evangelistas. La Biblia tampoco narra con claridad algunos pasajes de la crucifixión, pero se trata de un tema que seduce a los expertos, creyentes o no, y en general al mundo, un mundo que idealizó la escena bajo la figura de un hombre que habló siete veces desde la cruz previo a su fallecimiento. Un hombre que partió en dos la historia del ser humano.