Se calcula que existen más de 100.000 quiroprácticos activos y millones de personas recurren a ellos por dolencias musculoesqueléticas, especialmente lumbalgia, dolor cervical, rigidez postural o cefaleas tensionales.
Por: Laura Guio
El dolor lumbar y cervical se ubica entre las principales causas de discapacidad en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Se estima que hasta el 80 % de las personas experimentará al menos un episodio de dolor de espalda en algún momento de su vida, lo que convierte a este síntoma en una de las razones más frecuentes de consulta médica y ausentismo laboral.
Frente al uso prolongado de analgésicos o terapias invasivas, muchos pacientes buscan alternativas que ofrezcan alivio sin efectos secundarios. En ese escenario, la quiropraxia se ha convertido en una opción cada vez más elegida por quienes desean un abordaje natural e integral del cuerpo.
¿Qué es la quiropraxia y para qué sirve?
La quiropraxia es una disciplina centrada en el diagnóstico, tratamiento y prevención de los trastornos del sistema neuromusculoesquelético, con especial énfasis en la columna vertebral y su relación con el sistema nervioso.
Su objetivo es aliviar el dolor, mejorar la movilidad articular y restablecer la función corporal, mediante técnicas manuales conocidas como "ajustes" o "manipulaciones espinales".
La OMS reconoce a la quiropraxia como una profesión sanitaria y ha establecido guías de formación y seguridad que recomiendan su práctica únicamente por profesionales capacitados.
La quiropraxia fue fundada en 1895 por Daniel David Palmer en Davenport, Iowa (Estados Unidos), tras observar que la manipulación de la columna podía mejorar la función física y aliviar ciertos dolores. El término proviene del griego cheiro (mano) y praktikos (acción), lo que refleja su esencia: terapia manual para promover el equilibrio del cuerpo.
¿Cómo se desarrolla una sesión quiropráctica?Durante una sesión, el quiropráctico evalúa la postura del paciente, su rango de movimiento y la presencia de puntos de tensión. Luego, posiciona al paciente en una camilla especial y aplica una fuerza breve, precisa y controlada sobre una articulación de la columna o las extremidades.
El conocido "chasquido" o crack que puede escucharse durante la maniobra no significa que el hueso se desplace, sino que se libera gas (principalmente nitrógeno) del líquido sinovial, un fenómeno físico inofensivo similar al que ocurre al crujir los nudillos.
Algunos profesionales utilizan termógrafos, escáneres infrarrojos o análisis digitales posturales para identificar desequilibrios musculares o inflamaciones. Estas herramientas no sustituyen a los estudios médicos convencionales, pero pueden complementar la evaluación y seguimiento del tratamiento.
Las sesiones suelen durar entre 15 y 30 minutos e incluyen consejos posturales y ejercicios de movilidad para mantener los resultados. Muchos pacientes reportan una sensación inmediata de alivio o ligereza corporal, mientras que otros experimentan mejoría gradual tras varias sesiones.
Riesgos, precauciones y límites clínicosAunque la quiropraxia tiene un perfil de seguridad favorable, no está exenta de riesgos. Según la Mayo Clinic, las complicaciones graves son extremadamente raras, con una incidencia estimada de uno cada dos millones de procedimientos, pero pueden incluir hernias discales, compresión nerviosa o accidente cerebrovascular tras manipulaciones cervicales.
Por ello, no se recomienda en pacientes con osteoporosis avanzada, cáncer vertebral, fracturas recientes o enfermedades óseas graves. Los efectos secundarios leves —como rigidez, cansancio o molestias pasajeras— suelen resolverse en pocas horas.
La OMS enfatiza que el ejercicio de la quiropraxia debe realizarse dentro del marco de las profesiones sanitarias reguladas, con programas de formación universitaria de al menos cuatro años, anatomía avanzada y prácticas supervisadas.
En América Latina, países como México, Chile, Brasil y Colombia ya cuentan con programas académicos o normativas que delimitan su práctica profesional.