Esta es una enfermedad del hígado y que puede transmitirse a otra persona a través del contacto de sangre a sangre, provocada por la infección del virus de la hepatitis C (VHC).
Por: Pedro Felipe Cuellar
A pesar de que actualmente se cuenten con medicamentos que curan la hepatitis C crónica,
los investigadores postulan que en el año 2036, podamos tener esta infección catalogada como poco usual, teniendo en cuenta que en este momento es una de las más usuales en Estados Unidos, alrededor de 2.4 millones de personas viven con un diagnóstico de hepatitis C.
Para el momento no contamos con vacunas en contra de este virus, pero si contamos con reducción del riesgo mediante medidas de prevención. Sin embargo, muchas personas con la infección no saben que la tienen. El virus de la hepatitis C (VHC) causa hepatitis C.
La principal complicación de la hepatitis C crónica es el daño hepático. Esto puede incluir cirrosis, insuficiencia hepática y cáncer de hígado. El diagnóstico temprano puede prevenir el daño hepático. La hepatitis C puede ser fatal si no se trata.
En términos generales, la hepatitis se define como una inflamación del hígado. Este virus invade las células del hígado, causando inflamación y disfunción. Con el tiempo, la inflamación en el tejido hepático puede dañar el órgano permanentemente.
Las infecciones por hepatitis C pueden ser agudas (de corta duración) o crónicas (prolongada). En el caso de la hepatitis aguda, los síntomas pueden durar 6 meses.
Una infección aguda se vuelve crónica si el cuerpo no puede eliminar el virus. Es común que las infecciones agudas se vuelvan crónicas en más del 50% de los casos.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), en la actualidad, la mayoría de los nuevos casos de hepatitis C se producen por el contacto con agujas u otros artefactos utilizados para preparar o inyectarse drogas. Esto suele ocurrir por compartir agujas o por contacto accidental en entornos de atención médica.
Síntomas
La hepatitis C puede variar desde una enfermedad leve que dura unas pocas semanas hasta una afección grave y crónica de la salud.
Las personas pueden tener hepatitis C sin síntomas, especialmente en la etapa aguda, y podrían no saber que la tienen. Esto hace que la transmisión a otros ocurra con mayor facilidad.
La mayoría de las personas con hepatitis C aguda no desarrollan síntomas. Si lo hacen, los síntomas suelen surgir entre 2 y 12 semanas después de la exposición.
Es poco común que las personas reciban un diagnóstico de hepatitis C aguda, ya que carece de síntomas definitivos. Debido a esto, los médicos suelen llamar a la hepatitis C la epidemia silenciosa.
Los síntomas agudos son muy similares a los de otras infecciones virales. Los síntomas de la hepatitis C aguda incluyen:
Fiebre;
fatiga;
dolor abdominal;
pérdida de apetito;
náusea o vómitos;
orina oscura;
heces de color arcilla;
dolor articular;
ictericia, muy poco usual.
Según los CDC, menos de la mitad de las personas con hepatitis C aguda eliminan el virus de sus cuerpos sin tratamiento y no llegan a desarrollar la afección crónica. Los investigadores no saben por qué sucede esto en algunas personas y no en otras.
La hepatitis C se vuelve crónica cuando el cuerpo no puede eliminar el virus.
En la mayoría de los casos, la hepatitis C crónica no causa ningún síntoma o causa solo síntomas generales, como fatiga crónica o depresión. Una persona solo puede descubrir que tiene la afección con un análisis de sangre de rutina o una prueba de detección para una donación de sangre.
El diagnóstico temprano y el tratamiento puede prevenir el daño hepático. Si no se trata, la hepatitis C crónica puede provocar:
Enfermedad hepática crónica, que puede desarrollarse lentamente durante varias décadas sin ningún síntoma;
cirrosis o cicatrización del hígado, que ocurre en hasta el 20% de las personas después de 20 a 30 años;
insuficiencia hepática;
cáncer de hígado.
Causas y factores de riesgo
Las personas contraen el virus a través del contacto de sangre a sangre con sangre contaminada. Para que se produzca la transmisión, la sangre que contiene VHC debe ingresar al cuerpo de una persona sin VHC.
Una manchita de sangre que no sea perceptible a simple vista puede acarrear cientos de partículas del virus de hepatitis C. No es fácil deshacerse del virus.
Los CDC ofrecen consejos sobre la limpieza de jeringas si no es posible usar unas jeringas limpias y estériles. Si bien el blanqueador de cloro (lejía) puede matar el VHC en las jeringas, es posible que no tenga el mismo efecto en otros artefactos.
Hervir, quemar y utilizar alcohol, peróxido u otros líquidos de limpieza comunes para lavar el artefacto puede reducir la cantidad de VHC, pero no puede evitar que una persona contraiga la infección.
Es extremadamente peligroso inyectar lejía, desinfectante u otros productos de limpieza, así que asegúrese de enjuagar bien la jeringa.
Emplear blanqueador de cloro únicamente para limpiar los artefactos si no hay jeringas y artefactos nuevos y estériles disponibles.
Una persona no puede contraer el virus por contacto casual, respiración, besos o compartir alimentos. No hay evidencia de que las picaduras de mosquitos puedan transferir el virus.
Según los CDC, los siguientes son factores de riesgo para desarrollar hepatitis C:
Usar o haber usado drogas inyectables, que actualmente es la forma más común en los Estados Unidos;
haber recibido transfusiones o trasplantes de órganos antes de 1992, ya que no se contaba con análisis de sangre para detectar esta enfermedad antes de esa fecha;
exposición a agujas, que es más común en personas que trabajan en atención médica,
haber nacido de una madre con hepatitis C;
Si bien el riesgo es bajo, también es posible contraer hepatitis C a través de:
Contacto sexual sin protección de barrera, especialmente sexo violento o anal, lo que hace más probable el contacto de sangre a sangre;
compartir artículos que podrían haber estado en contacto con sangre, como cepillos de dientes o rasuradoras;
procedimientos invasivos de atención médica, como inyecciones;
tatuajes no regulados.
Las personas en riesgo a causa de estos factores, pueden recibir una prueba de detección para descartar el VHC.
Diagnóstico y pruebas
Los médicos pueden diagnosticar la hepatitis C mediante análisis de sangre:
Primero, el médico realizará un análisis de sangre simple para buscar anticuerpos contra la hepatitis C en la sangre. Una prueba positiva significa que la persona se ha expuesto al virus, pero no necesariamente tiene una infección en curso;
si la prueba de anticuerpos es positiva, la persona puede hacerse una segunda prueba de sangre llamada prueba de ARN de hepatitis C. Con eso se verificará si el virus sigue presente en la sangre;
una tercera prueba de sangre, llamada prueba de genotipo, puede determinar qué tipo de virus de la hepatitis C está presente, dado que hay al menos seis tipos.
Si se ha padecido de hepatitis C durante mucho tiempo, un médico puede recomendar más pruebas para detectar daño hepático, medir la gravedad de cualquier daño existente y descartar otras causas de daño.
Estas pruebas generalmente incluyen análisis de sangre y ultrasonidos. Los médicos solo usan una biopsia del hígado, que consiste en tomar una pequeña muestra de tejido hepático, cuando las otras pruebas no proporcionan suficiente información.
Tratamiento
Los tratamientos modernos pueden curar la hepatitis C en la mayoría de los casos. Estos tratamientos implican una combinación de medicamentos antivirales que se toman por 8 a 24 semanas.
Los antivirales de acción directa (AAD) pueden curar la mayoría de los casos de hepatitis C crónica y aguda. Estos son medicamentos modernos aprobados en 2013. Los medicamentos son bien tolerados, con los efectos secundarios más comunes que son: dolor de cabeza y fatiga.
Estos medicamentos funcionan enfocándose en los pasos específicos del ciclo de vida del VHC para interrumpir la reproducción de las células virales. Los AAD para tratar la hepatitis C incluyen:
Elbasvir/grazoprevir (Zepatier);
glecaprevir y pibrentasvir (Mavyret);
ledipasvir/sofosbuvir (Harvoni);
peginterferón alfa-2a (Pegasys);
sofosbuvir (Sovaldi).
La elección de medicamentos y la duración del tratamiento dependen del genotipo del virus. El genotipo 1a es el más prevalente en Estados Unidos.
Antes de disponer de los AAD, el tratamiento para el C crónico era prolongado e incómodo, con una tasa de curación mucho más baja de la ideal. Ahora la tasa de cura sobrepasa el 90%.
Sin embargo, los nuevos medicamentos pueden ser muy costosos. La mayoría de los planes de medicamentos con receta de seguros médicos gubernamentales y privados ayudarán a proporcionar cierta cobertura para estos medicamentos. Algunas compañías farmacéuticas y otros programas también pueden ayudar.
Habla con un profesional de la salud para obtener consejos sobre cómo pagar el tratamiento de la hepatitis C.
Es importante resaltar que una persona puede contraer hepatitis C más de una vez. Después de un tratamiento exitoso, es necesario tomar medidas para prevenir otra infección.
Prevenir la hepatitis C
Las personas pueden vacunarse para prevenir la hepatitis A y la hepatitis B, pero actualmente no existe una vacuna contra la hepatitis C. Para prevenir la infección, es necesario evitar la exposición al virus que lo causa.
Según los CDC, la mejor manera de prevenir la hepatitis C es dejar de inyectarse. Tratamientos farmacológicos, incluyendo metadona o buprenorfina, reducen el riesgo porque no es necesario inyectarse.
Si una persona sigue inyectándose, puede reducir su riesgo de hepatitis C si usa una aguja nueva cada vez que lo hace, nunca comparte sus agujas con otra persona y se asegura de que el entorno, el sitio de inyección y todos los artefactos estén limpios y esterilizados antes de que se inyecte.
La obesidad, el tabaquismo, la diabetes y el consumo de alcohol pueden acelerar la tasa de cicatrización del hígado. Es importante que todas las personas con hepatitis C se mantengan con buena salud. Esto quiere decir:
Dejar de fumar;
mantener un peso saludable;
controlar otros problemas de salud;
evitar el consumo de alcohol.
Fuente consultada aquí.