Elisabeth Valladares tiene 42 años, mide 1,69 centímetros y pesa solo 33 kilos. Cuando tenía 14 años la anorexia le agarró fuerte de la mano y hasta ahora no ha podido desprenderse de ella.
Elisabeth Valladares tiene 42 años, mide 1,69 centímetros y pesa solo 33 kilos. Cuando tenía 14 años la anorexia le agarró fuerte de la mano y hasta ahora no ha podido desprenderse de ella. Esta barcelonesa que llevaba 12 años resistiendo a base de agua y café y tomando 75 laxantes y 30 diuréticos al día, lo ha probado todo, sin éxito, para aferrarse a la vida.
Ahora, una nueva técnica que consiste en estimular a base de pequeñas señales eléctricas determinadas áreas del cerebro, de la que es pionera en Europa el Hospital del Mar de Barcelona, le ha devuelto las ganas de luchar. Un equipo de neurocirujanos del centro barcelonés ha logrado probar, por primera vez en un ensayo clínico, que la estimulación cerebral profunda, ya utilizada con éxito para tratar el párkinson, también mejora los cuadros severos de anorexia nerviosa.
Con una sencilla intervención, sin efectos secundarios, los pacientes consiguen ganar peso y mejorar los problemas asociados a la enfermedad como la ansiedad, la depresion o las conductas adictivas. A las pacientes, todas con cuadros severos y crónicos de la patología y que no han reaccionado previamente a las terapias, se les colocan mediante una cirugía ejecutada por un robot de alta precisión unos diminutos electrodos de un centímetro de longitud en las dos áreas del cerebro implicadas en la sintomatología asociada -el cíngulo subgeniculado y el núcleo accumbens-. Estos electrodos van conectados a una pequeña batería -una especie de marcapasos-, que se instala a las pacientes, vía subcutánea, en la zona del abdomen o de la clavícula, y que envía los estímulos eléctricos.
«Esta pequeña pila envía las señales a los electrodos y con estas pequeñas descargas conseguimos inhibir determinados efectos que tiene la enfermedad como la ansiedad o el bajo estado anímico», explica a ABC la doctora Gloria Villalba, neurocirujana del Hospital del Mar.
Hasta ahora, han utilizado esta técnica con cuatro pacientes, tres de los cuales han respondido positivamente. Uno de ellos, el tercero, que empezó a tratarse hace seis meses «aún no ha mostrado mejoras». «Los efectos tienen hasta un año para manifestarse», recuerda la experta.
Un año de control
En el caso de Elisabeth, que lleva dos meses y medio tratándose, las mejoras han sido evidentes. «Ya no toma laxantes, ha ganado tres kilos, ya ingiere sólidos y ha mejorado de ánimo», señala Villalba. Los pacientes son controlados durante un año con visitas mensuales en las que se controla su peso y el estado de ánimo. El ensayo ha sido posible gracias a una beca del Ministerio de Sanidad.