Existen ciertos factores de riesgo que contribuyen a que algunos pacientes sean más susceptibles a padecerla.
Por: Isbelia Farías
La enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE) es un trastorno común con una prevalencia creciente en los niños.
De acuerdo con un estudio realizado por los investigadores adscritos a Pace University-Lenox Hill Hospital, de Nueva York, Estados Unidos, Friedman Chloe, Sarantos Gianna, Katz Sarah y Geisler Sheryl, el diagnóstico y manejo de la ERGE continúa siendo un desafío, debido a su sintomatología inespecífica desde la infancia hasta la adolescencia. Ciertos síntomas de alarma que se presentan justifican un estudio más extenso.
Los autores del estudio en cuestión, también sostienen que: "El tratamiento de la ERGE pediátrica comienza con el estilo de vida y el manejo no farmacológico, los cambios en la dieta y la pérdida de peso". Se pueden prescribir indicaciones farmacológicas para aliviar los síntomas de los pacientes cuya enfermedad no responde al manejo del estilo de vida. Los pacientes con síntomas refractarios pueden tratarse con intervención quirúrgica. De no tratarse, podrían surgir complicaciones con la ERGE, incluida la dificultad para el crecimiento.
Es importante comprender que existe un músculo, llamado esfínter esofágico interior, que funciona como una válvula entre el esófago y el estómago. Cuando el pequeño ingiere sus comidas, este músculo se relaja para permitir el paso de los alimentos desde el esófago hasta el estómago. El resto del tiempo, dicho músculo permanece cerrado y el contenido del estómago no regresa hacia el esófago.
Sin embargo, cuando los niños padecen ERGE este músculo se relaja cuando no debe, o se debilita, lo cual hace que el contenido del estómago regrese al esófago. Esto se puede deber a varias causas, entre las que se encuentran las siguientes:
· Una hernia de hiato;
· aumento de la presión sobre el abdomen, por obesidad o sobrepeso;
· medicamentos, como antihistamínicos, otros para el asma, analgésicos, antidepresivos y sedantes;
· fumar o estar expuesto al humo;
· cirugía previa en el esófago o en la parte superior del abdomen;
· retraso severo en el desarrollo;
· algunas afecciones neurológicas, como la parálisis cerebral, por ejemplo.
La regurgitación, es decir, la expulsión de la comida procedente del esófago o del estómago sin que exista náusea o contracciones enérgicas de los grupos abdominales, ocurre en un 60 % de los bebés de tres a cuatro meses y luego va disminuyendo, afectando solo a un 5 % de los bebés de la edad de 1 año.
En el caso de los bebés prematuros, ellos tienen un riesgo más alto de presentar síntomas de reflujo gastroesofágico debido a la inmadurez fisiológica del esfínter esofágico inferior (EEI), el vaciamiento gástrico más lento, alteración del peristaltismo esofágico – que son las ondas de contracciones musculares que propulsan los alimentos hacia abajo-, y aumento de la ingesta de leche necesaria para el crecimiento.
Por lo general, el reflujo se resuelve sin necesidad de intervención, entre los 12 y 18 meses de edad en un 95 % de los lactantes. No obstante, los lactantes que regurgitan más de 90 días al año, corren un riesgo mayor de continuar presentando síntomas hasta los nueve años de edad.
Un 0,8 % y 7,6 % de los adolescentes, en edad de 12 a 17 años, aún experimenta síntomas de ERGE.
Síntomas del reflujo y la ERGE en niños
Es posible que los pequeños ni siquiera se percaten del reflujo. Sin embargo, algunos niños sienten el alimento o el ácido del estómago en la boca. La ERGE puede causar:
· Acidez estomacal, dolor y ardor en medio del pecho;
· mal aliento;
· náusea y vómitos;
· dificultad o dolor al tragar;
· problemas respiratorios;
· desgaste de los dientes.
Factores de riesgo
A pesar de que los síntomas de reflujo son frecuentes en los bebés y los niños sanos, existen ciertos factores de riesgo que contribuyen a que algunos pacientes sean más susceptibles a la ERGE. Dichos factores son los siguientes:
· La obesidad: está asociada con un aumento de las relajaciones transitorias del esfínter esofágico inferior (EEI) y una presión intraabdominal más alta. De igual manera, la obesidad puede provocar un estado de inflamación esofágica crónica.
· Asma: los niños que padecen de asma tienen más riesgo de desarrollar ERGE; aún no se conoce la relación exacta, pero se considera que se debe a que el nervio vago activa el esófago y el árbol bronquial. La inflamación que se presenta en los pequeños con asma podría desencadenar los síntomas de la ERGE.
· Precocidad: los bebés prematuros tienen un riesgo mayor de padecer ERGE, lo cual se atribuye a la inmadurez de su anatomía esofágica, el peristaltismo alterado y el vaciamiento gástrico más lento.
· Malformaciones abdominales congénitas: los niños con malformaciones abdominales congénitas específicas, tales como la hernia diafragmática congénita, atresia esofágica, onfalocele, gastrosquisis o malrotación intestinal, también pueden tener un riesgo mayor de padecer ERGE. A pesar de que no se comprende por completo por qué dichas condiciones causan los síntomas de la ERGE, se sabe que pueden causar un aumento de la presión intraabdominal, lo cual llevaría al reflujo.
El diagnóstico
Aunque los estudios de diagnóstico y las imágenes pueden ser de ayuda para descartar otras patologías, no existe un único estándar para diagnosticar la ERGE pediátrica. Sin embargo, el estudio varía de acuerdo con la edad del niño y los síntomas que se informen. Sin embargo, la historia y el examen físico son importantes. Asimismo, se puede recurrir a estudios e imágenes si el paciente presenta síntomas de alarma.
· Monitoreo del pH esofágico: es una técnica que se considera segura y específica para identificar la ERGE. En un paciente sin esta condición, el pH se encuentra entre 3 y 7.
· Impedancia intraluminal multicanal: este método mide el reflujo haciendo una detección de cambios en la resistencia eléctrica, a medida que un gas, líquido o sólido se mueve entre dos electrodos.
· Estudio de contraste de bario: esta es una prueba que permite identificar anormalidades del esófago, el estómago y el intestino pequeño, usando proyección de imagen de la radiografía. No se debe usar en bebés o niños.
· Gammagrafía: esta prueba detecta y cuantifica el vaciamiento gástrico, el cual suele ser más lento en los niños.
Además de las pruebas mencionadas, también existen otras que el médico podría indicar, considerando la edad específica del pequeño.
Tratamiento
La mayoría de los niños con ERGE pueden tratarse con métodos no farmacológicos y con tranquilidad, ya que el reflujo suele ser benigno en los niños. En pacientes menores de 12 meses, la mayoría de los casos se resuelven espontáneamente.
En niños mayores a esa edad, y aquellos con trastornos del neurodesarrollo, la solución espontánea es menos frecuente, pero el tratamiento no farmacológico es el primer paso que se recomienda.
En el caso de aquellos pacientes que no mejoran, entonces se puede hacer una intervención farmacológica. Los objetivos del tratamiento, bien sea farmacológico o no, son los de ayudar a aliviar la dispepsia, es decir, el dolor, prevenir la lesión esofágica causada por el reflujo del ácido gástrico y promover la cicatrización del esófago.
Si nada de esto ayuda, y el pequeño aún presenta síntomas severos, se podría considerar la cirugía como una opción, la cual realizaría un gastroenterólogo pediátrico.
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